Carta de Navidad, 1996
"LES ANUNCIO UNA ALEGRÍA, NOS HA NACIDO UN SALVADOR"

Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM
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Queridos hermanos y hermanas:

La Iglesia, como Madre, nos invita en éste período previo a la celebración de la Navidad, a una adecuada preparación. Éste tiempo de espera, al cual llamamos Adviento, es un tiempo de sincera reflexión, de adecuada preparación y de profundo agradecimiento por la gracia tan inmensa que hemos recibido: el nacimiento de Nuestro Salvador.

El profeta Simeón, después de esperar por tantos años la llegada del Mesías, exclama: "Ahora Señor según tu promesa puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu salvación, la que has preparado ante todos los pueblos. Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel" (Luc 2: 29) . ¡Qué alegría la de Simeón al contemplar ante sus ojos al Salvador del mundo! Y es esa misma alegría, la que nosotros debemos sentir desde lo mas profundo de nuestros corazones cuando contemplamos a Jesús presentado al mundo en brazos de Su Santísima Madre.

El ángel dijo a los pastores: no temáis, les anuncio una gran alegría que lo será para todo el pueblo, os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor". (Luc 2:10) Para poder nosotros esperar la venida del Salvador con gran alegría y agradecimiento, se requiere que primero comprendamos la necesidad de salvación que tenemos cada uno de nosotros. Es necesario reconocer primero que hemos sido trasladados del reino de las TINIEBLAS al reino de la LUZ.

Por el pecado de nuestros primeros padres, entró en la humanidad el reino de la oscuridad y de la muerte. Es por esto, que desde las primeras páginas del Génesis, se nos da la promesa misericordiosa del envío de un salvador, el Mesías que vendría a liberarnos del pecado, la oscuridad y la muerte.

¿Qué sería de nosotros si no hubiese venido Cristo, si no hubiese habido Encarnación, sino hubiésemos sido salvados? Tendríamos sin opción como Padre, al demonio y como estilo de vida, el pecado. No tendríamos esperanza. Estaríamos condenados a vivir en el reino de la oscuridad, sometidos a sus apetencias, invitaciones y estilos de vida. Pero en Isaías vemos que se anuncia el gran acto de misericordia que el Señor realizaría para sacarnos de este reino de oscuridad y muerte; del reino del demonio, al reino de Dios... "El pueblo que andaba en tinieblas vio una luz grande. Los que vivían en tierra de sombras, una luz brillo sobre ellos. Acrecentaste el regocijo, hiciste grande la alegría, alegría por tu presencia" (Is 9, 1-2) .

Por la Encarnación y la obra redentora de Cristo, Dios restituye al hombre y le da la oportunidad de, libremente, abrazar las gracias de salvación y así adentrarse en el reino de la luz, o sea, en el reino de Cristo, en el Corazón de Cristo.

Por esto hermanos, el adviento es tiempo de alegría, pero no de una alegría meramente humana, sino de una alegría espiritual, la alegría de saber que "la Palabra se hizo carne y habito entre nosotros... La Palabra era la luz verdadera.. y la luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la vencieron.". Cristo, la luz del mundo, ha disipado con Su amor, nuestro egoísmo; con Su obediencia, nuestra rebeldía; con Su perdón, nuestro odio; con Su olvido de sí, nuestra frialdad; con su paz, nuestra violencia.

Como dice su SS Juan Pablo II: "El Adviento, es el tiempo de regocijarnos en el don que se nos ha dado, El Salvador." Abrazar este don de la salvación requiere una adecuada preparación de nuestra parte. Por esto vemos a Sn Juan Bautista, quien prepara el camino del Salvador, proclamar como debida preparación para recibir al Salvador, un "bautismo de conversión para el perdón de los pecados": "Voz que clama en el desierto, preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas; todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado lo tortuoso será recto y las asperezas serán caminos llanos. Y todos verán la salvación de Dios" (Luc 3: 3-6)

El Señor nos pide que le permitamos hablar a nuestros corazones para así, podernos revelar cuales son esos obstáculos que bloquean nuestra vida de santidad, virtud y de auténtico seguimiento a Cristo. El Señor quiere revelarnos cuales son esas sendas interiores o exteriores que están torcidas y que debemos enderezar; cuales son esos barrancos de nuestra escasez espiritual o humana que no nos permiten dar lo mejor de nosotros a Dios y a los demás. El Señor quiere rebajar las colinas de nuestro orgullo, egoísmo, ira, soberbia o avaricia, que impiden que la gracia fluya libremente en nuestros corazones. El quiere limar las asperezas y las durezas en nuestras formas de pensar, hablar y sentir hacia los que nos rodean. Ahora bien, sólo en corazones que han sido preparados con una verdadera conversión, puede llegar la salvación de Dios.

Hermanos, en fin, hay que remover las imperfecciones de carácter, la falta de amor, paz y gozo, la falta de humildad, la falta de autenticidad de vida. Hay que remover todos los obstáculos para que Jesús pueda nacer en nuestros corazones. Tenemos que preparar nuestras almas con gran diligencia y solicitud, pues como nos dice dice San Pablo: " "Pero vosotros, hermanos, no vivís en la oscuridad, para que ese Día os sorprenda como ladrón, pues todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del dia. Nosotros no somos de la noche, ni de las tinieblas. Por lo tanto si somos del día revistamos la coraza de la fe y de la caridad, con el yelmo de la esperanza de salvación" (1 Tes 5:4-8).

Con todo nuestro amor, agradecimiento y constantes oraciones,

Madre Adela Galindo
Fundadora SCTJM

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