Vivir
el año de la eucaristía
en la escuela del corazón de maría
Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM
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El año de la eucaristía y el año del santo rosario
El 16 de octubre de 2002, el Santo Padre sorprendió a toda la
Iglesia, proclamando el Año del Santo Rosario, para así culminar el Gran
Jubileo del 2000, con una corona mariana, como el mismo lo dijo en la
carta apostólica, y también para exhortarnos a contemplar el rostro de
Cristo en unión con la Santísima Virgen y en la escuela de su Corazón. (RVM,
n.1) “con el rosario, el pueblo cristiano se sienta en la escuela de
María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la
profundidad de su amor”.
Junto con la proclamación del año del Rosario, el Santo Padre nos dio
una carta apostólica sobre el Santo Rosario, e incorporó los misterios
luminosos, para hacer que ésta forma tan privilegiada de contemplación,
fuese aún mas, un completo “compendio del evangelio”. ¡Los misterios de
luz! Porque ellos revelan la luminosa presencia salvífica de la Palabra
hecha carne entre nosotros. Como no culminarían estos misterios con la
institución de la Eucaristía?
Dentro del marco de la celebración del año del Rosario, JPII, promulgó
su Encíclica no. 14, “Ecclesia de Eucharistia, "La Iglesia vive de la
Eucaristía", con la intención de iluminar el misterio de la Eucaristía y
su inseparable y vital relación con la vida de la Iglesia. Sobre todo,
el Santo Padre, sugirió la necesidad de que todos en la Iglesia tengamos
una “Espiritualidad Eucarística”, y señaló a la Virgen María, “mujer
eucarística”,(EE. n.53) como su incomparable modelo.
Luego, en Junio de 2004, en la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de
Cristo, y en el año del 150 aniversario del Dogma de la Inmaculada
Concepción, el Santo Padre anunció que en Octubre, se iniciaría para
toda la Iglesia, el Año de la Eucaristía. Y el 7 de Octubre, en la
fiesta de Nta. Señora del Rosario, nos dio la carta apostólica Mame
Nobiscum Domine, Quédate con nosotros, Señor”, con la que nos exhortaba
a “redescubrir el misterio de amor de la presencia real de Jesús en la
Eucaristía”. Debíamos hacerlo como los santos quienes: “Cuántas veces
han derramado lágrimas de conmoción en la experiencia de tan gran
misterio y han vivido indecibles horas de gozo «nupcial» ante el
Sacramento del altar!”.. Pero aún mas, de manera muy especial nos
dirigió de nuevo a la Santísima Virgen. María, quien con toda su vida contempló y
guardó en su corazón el significado profundo y el misterio de la
Eucaristía. El Santo Padre con estas palabras, nos exhorta: “La Iglesia tomando a
María como modelo, ha de imitarla también en su relación con este
santísimo Misterio» (MND, 31)
Evidentemente, en este breve recorrido a través de los últimos 5 años,
podemos ver que el Santo Padre está llevando a la Iglesia con una clara pedagogía
de amor por Cristo, amor que solo puede ser fruto de la contemplación.
Primero, en el gran año Jubilar, año de gracia y misericordia, nos llamó
a contemplar el rostro de Cristo. En el Año del Rosario, a contemplarlo
con los ojos y el Corazón de María, y en el Año de la Eucaristía, a
redescubrir el misterio de la presencia real de Cristo en la Eucaristía
en la escuela del Corazón de María.
Podríamos recapitular este recorrido pastoral con las Palabras que el
Beato Papa Juan XXIII, escribiera en su diario: “Oh, Jesús en el S.
Sacramento, quisiera estar lleno de amor por ti. Oh, María del Rosario,
mantenme recogido cuando rezo esta tu oración; enlázame para siempre con
tu rosario a Jesús del SS. Bendito sea Jesús, mi amado. Bendita la
Virgen Inmaculada”
Cuando el Santo Padre inició el Año de la Eucaristía, lo confió a la
Virgen María, con estas palabras: “Que Ella, que en el año del Rosario
nos ayudó a contemplar a Cristo con sus ojos y su corazón ( RVM, nn.
10-17), capacite, en el Año de la Eucaristía, a cada comunidad cristiana
para crecer en fe y amor por el misterio del Cuerpo y Sangre del Señor”.
Como podemos observar, el Santo Padre, en esta oración de entrega a la Virgen,
unió, entrelazó ambos años, llamándonos a una profunda contemplación de
Cristo Eucarístico, con el Corazón de María, porque los misterios de su
vida están intrínsicamente unidos a los misterios de la vida de Cristo.
Por lo tanto, María y la Eucaristía están plenamente unidas.. Porque el
corazón del hijo y el Corazón de la Madre son “indisolublemente uno”,
tal como lo explicara el Concilio Vaticano II, LG 53,
Me parece que el Santo Padre ha “elevado en alto” con estos dos años,
tal como el sueño de S. Juan Bosco describe, dos grandes pilares de
gracia, fortaleza y alimento para la Iglesia al inicio del Tercer
Milenio, cuando ha sido llamada por el ES “a remar mar adentro” en un
mar tormentoso, nuestro mundo moderno. “Un nuevo milenio se abre ante la
Iglesia como un océano inmenso en el cual hay que aventurarse contando
con la ayuda de Cristo, alimentados por la Eucaristía y acompañados en
este camino , por la Virgen María, nuestra guía segura. ¡Caminemos con
esperanza!” (NMI, 58)
JPII nos ha apuntado hacia la "clave" para la nueva primavera de la
Iglesia y para la renovación de nuestra vida espiritual, y es lo que él
le ha llamado: "cultura eucarística" (MND, 26).. o sea, tener la
contemplación de Jesús Eucarístico como el centro de la vida de la
Iglesia y de nuestra vida: vivir una vida centrada en la Eucaristía, y
aprender a hacerlo en la escuela del María, dejándonos formar, moldear y
guiar en esta intima relación con la Eucaristía, por ese Corazón que
está perfectamente unido al Corazón de Jesús."deseo poner a la Iglesia
bajo el signo de la contemplación de Cristo en la escuela de María. Por
lo tanto, no puedo dejar pasar este momento sin detenerme ante el «
rostro eucarístico » de Cristo, señalando con nueva fuerza a la Iglesia
la centralidad de la Eucaristía. De ella vive la Iglesia" (EE.7) El
Santo Padre está, en pocas palabras, llamándonos a vivir para Jesús como
la Santísima Virgen vivió para El. Aprender en la escuela del Corazón de
María contemplar con amor los misterios del Corazón Eucarístico de
Jesús. St. Gema Galgani decía: "hay una escuela celestial donde uno
aprende a amar a Jesús en la Eucaristía; la escuela es el cenáculo del
Corazón de María; el tema: la Eucaristía; la maestra: María Santísima."
En la Escuela del Corazón de María
La Virgen Santísima ama a Jesús como ningún corazón humano lo ha hecho o
lo podrá hacer. Ella ha estado perfecta y totalmente unida al corazón,
vida, misterios y misión de su Hijo. Los Corazones de Jesús y María son
"un solo corazón" desde el momento de la Anunciación. En en el seno de
María, el Corazón de Jesús, comenzó a latir bajo el Corazón de su Madre,
con un solo latido. Y allí, en el primer tabernáculo de la real
presencia, comenzó lo que JPII ha llamado: "la alianza admirable de los
Dos Corazones". Alianza que nunca terminará.. alianza de amor y
colaboración entre los Dos Corazones que se inició en la Anunciación y
encontrará su máxima expresión en el momento del sacrificio en la Cruz.
Este lazo de amor es una unión dinámica en misión redentora y en acción
santificadora.
Entrar en la escuela de María es "ponernos en comunión vital con Jesús a
través del Corazón de su Madre" (RVM,2). El Corazón de María es la mas
profunda escuela para comprender los misterios de Cristo. Quien mejor
que Ella puede enseñarnos acerca de Jesús? Sn Lucas nos dice que la
Virgen María guardaba todas las cosas en su Corazón y que las guardaba:
cuidadosamente. Ella guardaba amorosamente y cuidadosamente todas las
cosas de Cristo en su Corazón. Ella no es solo custodia cuidadadosa del
cuerpo de su Hijo, sino que te todas sus palabras, su vida y sus
misterios. Como el Concilio Vaticano II en LG, 65 enseña: “María, habiendo entrado
íntimamente en la historia de la Salvación, en cierta manera en sí une y
refleja los más grandes misterios de la fe”.
El Corazón Inmaculado es la escuela de amor por Cristo. Es una escuela
en la cual no solo se alimentan nuestros intelectos, sino que ante todo,
se nos enseña a contemplar con nuestros corazones, a guardar con amor
todas las cosas, a reflexionar cuidadosamente y se nos forma en imágenes
vivientes del Corazón de Jesús. S. Juan Bosco, tu su primer sueño
profético cuando tenía 9 años. Nos narra que Jesús se le apareció y le
dijo: “te daré una maestra bajo cuya guía aprenderás y sin su ayuda todo
conocimiento es vano”. Y entonces la Virgen se le aparece y le toma lo
mano. Desde ese momento, S. Juan Bosco tomó a la Virgen Santísima como su
maestra, permitiéndole guiarlo en los misterios y designios del Corazón
de Jesús para él.
Cuando nos entramos en el Corazón de María, estamos en una relación
intima de comunión con el Corazón de Jesús. Como enseña S. Luís de
Montfort: “ella es el camino mas fácil, mas corto, mas perfecto y seguro
de alcanzar unión con Cristo”. A Jesús por María, era su moto.
En el Corazón de María aprendemos los misterios de amor del Corazón
Eucarístico
“el pueblo cristiano se sienta en la escuela de María a contemplar la
belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su
amor”.(RVM,1)
La Santísima Virgen nos enseña el arte del amor que es la contemplación.
Contemplar es mirar con el corazón, mirar con amor. Solo podremos
entender los misterios de amor del Corazón de Jesús, si los contemplamos
con amor en nuestro corazón. Solo el amor de Cristo puede ser el
verdadero deseo de nuestra contemplación
y solo si contemplamos con amor podremos descubrir las riquezas y
grandezas de su amor. Esta es la razón por la cual necesitamos
contemplar con el Corazón de María, para poder leer, comprender y
penetrar los misterios de Jesús con el amor de su Corazón materno. Ella
es nuestro modelo y nuestra maestra en la contemplación de ese Corazón
que nos ha amado hasta el extremo de ser traspasado, herido, roto, y
entregado en la Cruz y en la Eucaristía.
San Juan el Apóstol, fue el primer estudiante en la escuela del Corazón
de María. El aprendió a contemplar los misterios de amor del Corazón de
Jesús mientras estaba junto a la Virgen María al pie de la Cruz,
cumpliendo así la profecía de Zacarías 12: “mirarán al que traspasaron”.
Esta contemplación no está solo limitada a “mirar”, sino que permite la
actualización de los misterios contemplados, ya que la Santísima Virgen no
solo es maestra, sino que con su mediación materna, nos obtiene la
abundancia de los frutos del ES, nos obtiene las gracias de los
misterios que contemplamos. (RVM)
Modelo de Contemplación
En la C. Apostólica sobre el Rosario, el Santo Padre escribió un
bello capítulo “contemplar a Cristo con María”. En el nos invita a tener
a la Virgen María como modelo de contemplación ya que “la contemplación de Cristo
tiene en María su modelo insuperable”. (RVM,10) Porque? El Santo Padre explica:
Porque el rostro del Hijo le pertenece de un modo especial a la Madre.
Ha sido en su vientre donde se ha formado, tomando también de Ella una
semejanza humana que evoca una intimidad espiritual ciertamente más
grande aún. Nadie se ha dedicado a la contemplación del rostro de Cristo
tan fielmente y cuidadosamente que su Madre, la Virgen María.
La Anunciación
Los ojos de su corazón se concentran de algún modo en Él ya en la
Anunciación, cuando lo concibe por obra del Espíritu Santo. Ella
contempla el milagro de la Encarnación, el milagro que ha ocurrido en su
vientre por su consentimiento a la voluntad del Padre y por obra del ES.
Dios hecho hombre en su vientre, el primer tabernáculo de la historia
humana!! El poder infinito de Dios encerrado dentro de ella? Que
profunda contemplación eucarística.. Que modelo para nosotros!
• Dios que se hizo hombre y moró en el vientre virginal y materno de
María, está con nosotros hoy, encerrado en un tabernáculo.. Y nos
permite recibirlo para que podamos contenerle dentro de nosotros, en
nuestros corazones y cuerpos, como la Virgen María. No es acaso el fiat de María,
el mismo Amén que debemos decir cuando recibimos el cuerpo y la sangre
del Señor?
En los nueve meses sucesivos, empieza a sentir en todo su ser, la
dulzura de su presencia. Podemos imaginarnos la contemplación de la
Virgen que llevaba en su seno a Jesús, el Salvador del mundo, el Mesías
esperado por siglos, y el mundo no sabía que ya estaba entre nosotros.
Que clase de contemplación eucarística, que modelo para nosotros! El
mundo, hoy, busca a Dios de tantas y diferentes formas, y no se ha dado
cuenta que El está con nosotros, verdaderamente presente en la
Eucaristía.
• Jesús estaba escondido para los ojos de todos, pero era conocido
perfectamente por Ella, la nueva arca de la alianza que contenía el
misterio mas grande de la historia humana: la palabra hecha carne.
¿Podremos imaginarnos el cuidado, el amor y la constante contemplación
de la Virgen hacia el fruto bendito de su vientre, Jesús? Podemos
imaginarnos esa contemplación? Cuantas veces al día la Santísima Virgen
inclinaba su cabeza para contemplar, para mirar con su corazón al niño
que estaba en su vientre? Que muestras de humildad, de adoración y
reverencia para su Señor.
La Visitación
Ella lleva la presencia real de Cristo escondida dentro de si.. Ella
el primer tabernáculo está tan llena de la presencia de Cristo que a
través de Ella, Isabel y Juan Bautista reciben inmediatamente los
efectos y los frutos de la presencia salvadora de Cristo. EE:
55“irradiando su luz a través de los ojos y la voz de María”
En la visitación, la Virgen anticipó la misión Eucarística de la
Iglesia. Ella, madre y miembro excelente de la Iglesia, se convierte en
la visitación, en modelo de la misión Eucarística de la Iglesia, la cual
como Madre debe ser portadora de la presencia de Cristo, debe darnos a
Cristo....no visible a nuestros sentidos externos, pero poderosamente,
verdaderamente, realmente, substancialmente, presente en la Eucaristía,
para ser la vida y la santificación de la Iglesia y del mundo.
Nacimiento de Jesús
Cuando por fin lo da a luz en Belén, sus ojos se vuelven también
tiernamente sobre el rostro del Hijo, cuando lo «envolvió en pañales y
le acostó en un pesebre» (Lc 2, 7). ¿Podemos tratar de imaginarnos esa
adoración y esa contemplación del mayor misterio de amor? Su corazón
materno, lleno de amor por el niño de sus entrañas, su hijo y su
Señor... tan frágil y tan tierno.. ¡Que contemplación de la humildad de
Dios!!
La Virgen que había cantando en el Magnificat, “porque el ha visto la
humildad de su esclava”, podía cantar en Belén: “he visto la humildad de
mi Dios”. ¡Que contemplación eucarística, que modelo para nosotros! Ella
contempló a Dios hecho un niño pequeño.. Nosotros lo contemplamos bajos
las especies de pan y vino. Que profunda humildad, que solo puede ser
comprendida por la humildad del corazón de María. (EE,55): “Y la mirada
embelesada de María al contemplar el rostro de Cristo recién nacido y al
estrecharlo en sus brazos, ¿no es acaso el inigualable modelo de amor en
el que ha de inspirarse cada comunión eucarística”.
¿No es acaso la contemplación del niño en sus brazos, la que debe
inspirar a los sacerdotes mientras sostienen la Eucaristía en sus manos?
S. Juan M. Vianney, tuvo una experiencia poderosa una navidad. De
repente realizó cuando sostenía la hostia consagrada: “Estoy cargando en
mis manos al mismo Jesús que la Santísima Virgen sostuvo en sus brazos en el
establo de Belén”.
En Belén, ella fue la primera en adorarle, y de ella, aprendieron los
pastores y los reyes magos a adorarle, como leemos en Mateo 2,11:
“vieron al niño con María su madre y , postrándose, le adoraron;
abrieron sus cofres y le ofrecieron dones”. De esta adoración y
homenaje, la Iglesia aprende a “no tener miedo dedicar sus mejores
recursos para expresar su reverente asombro ante el don inconmensurable
de la Eucaristía” (EE, 48) Ya que la Eucaristía es la perenne navidad,
la prolongación sacramental de la Encarnación.
En la Presentación
La Virgen contempló con todo su corazón el misterio del sufrimiento
tan profundamente enlazado con el misterio del amor redentor de Cristo.
La misión salvífica de su hijo, ocurriría en medio del sufrimiento.
“Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, para ser
señal de contradicción- y a ti misma una espada traspasará tu corazón” (Lc
2,34). La tragedia de la crucifixión de su Hijo fue, en este momento,
profetizada y también, los sufrimientos de su Corazón. Diariamente la
Virgen preparaba su corazón para el Calvario, viviendo así una
“Eucaristía anticipada”, podríamos decir que “una comunión espiritual”
de deseo y de oblación anticipada, que culminaría con su comunión plena
en el sacrificio de su Hijo en la Cruz, en el traspasado de sus
corazones. ¿Podemos contemplar la Eucaristía, signo de contradicción,
rechazada por tantos, y no unirnos como María Santísima, a los sufrimientos
del Corazón de Jesús que busca amor y muy pocos corresponden?
Durante toda la vida de Cristo, la mirada de la Virgen, llena de
adoración y asombro, le acompañó... nunca dejó. Esta es la clase de
“asombro en la contemplación eucarística” que el Santo Padre ha dicho,
que desearía que con su Encíclica, se encendiera en nuestros corazones.
Si, la mirada contemplativa y llena de asombro de la Virgen jamás se
separó de su Hijo... Que modelo para nosotros!! Esta mirada será algunas
veces:
En el Templo (RVM, 10)
interrogadora, como en el Templo, cuando le pregunta: Hijo, porque
nos has tratado así? (Lc 2:48). Ella contempla las acciones de su Hijo,
tratando de comprender la sabiduría misteriosa de sus actos. Contempla
con su corazón para encontrar el significado mas profundo de los actos
de Jesús.
En Caná (Jn 2,5)
penetrante, como en Caná, capaz de entender profundamente a Jesús, hasta
el punto de percibir los sentimientos mas escondidos y de anticipar las
decisiones de Jesús. Ella indica a Jesús que no hay vino, él le contesta
que su hora no había llegado.. Ella le insta con urgencia materna, al
decir a los sirvientes: “hagan lo que El les diga” (Jn2,5). Ella tiene
mas captación que nadie sobre las intenciones profundas de Jesús. Ella
lo conoce de “corazón a corazón”, ya que desde el principio guardó,
cuidó y reflexionó cuidadosamente sobre cada palabra y acción de su
Hijo. (JPII, 21, sep. 2003)
“Hagan lo que El les diga!”.. Que conexión eucarística!! En la última
cena Jesús dirá: “Hagan esto en memoria mía”. Me parece que desde Caná,
la Virgen María estaba preparandonos para la Eucaristía, enseñándonos a tener la
correcta disposición interior de fe para recibir tan inmenso don. El
Santo Padre
dice en su encíclica, que la Virgen en realidad nos decía: «no dudéis,
fiaros de la Palabra de mi Hijo. Él, que fue capaz de transformar el
agua en vino, es igualmente capaz de hacer del pan y del vino su cuerpo
y su sangre”.
En la Cruz
su mirada será sufriente, llena de dolor. Su contemplación era la de una
madre que está ofreciendo a su hijo por la salvación del mundo; la
mirada de un corazón materno, que por amor, se une plenamente al
sacrificio del Hijo. Como dice el Concilio Vaticano II, LG 58,: “se mantuvo de pie (cf.
Jn 19, 25), se condolió vehementemente con su Unigénito y se asoció con
corazón maternal a su sacrificio, consintiendo con amor en la inmolación
de la víctima engendrada por Ella misma”. San Bernardo: “en verdad
habían dos altares en el Calvario. Uno estaba en el Corazón de María y
el otro en el Cuerpo de Cristo. El sacrificó su Cuerpo y ella su
Corazón”.
Tan intima y permanente era el lazo de amor entre Jesús y María, de
quien El toma su cuerpo y su sangre, que podemos proclamar con S.
Agustin: “la carne de Jesús es la carne de María, sus corazones son solo
uno.”
Me recuerda a la película la Pasión, cuando la Virgen se acerca a la
Cruz, y dice a Jesús: “carne de mi carne, corazón de mi corazón”.
“En la Eucaristía, la Iglesia se une plenamente a Cristo y a su
sacrificio, haciendo suyo el espíritu de María” (EE. 58). ¿Que mejor
manera de participar en el sacrificio Eucarístico, que en la escuela del
Corazón traspasado de María? ¿Que mejor manera de contemplar el
sacrificio de la Cruz perpetuado en la Santa Misa que con los ojos y el
corazón de la Virgen, la madre que estuvo al pie de la Cruz?
S. Pío de Pietrelcina entendió este misterio muy profundamente, como
podemos observar en su intercambio con el Padre D́Apolito: “que gran
cuidado me mostró Nuestra Señora al acompañarme al altar esta mañana!
Padre D́Apolito le pregunta: ¿estaba la Virgen presente en tu Misa? Si,
respondió Padre Pío, se colocó al lado del altar. ¿Ella siempre atiende
su Misa, o solo una vez ha estado presente? Padre Pío respondió: “Como
puede la Madre de Jesús, quien estuvo presente al pie de la Cruz en el
Calvario, quien ofreció a su Hijo como víctima por la salvación de los
hombres, estar ausente en el Calvario místico del altar?
Ella, unida a Cristo, moría de dolor en su corazón, y al mismo tiempo,
daba a luz, abriendo su corazón a la nueva maternidad anunciado por
Cristo desde la Cruz. Por eso es que también en el Calvario, la mirada
de María era la de una mujer parturienta, dando a luz, pues ella no solo
compartió la pasión y muerte de su Hijo, también recibió a los hijos
nacidos del costado herido de su hijo, y confiados a Ella en el
discípulo amado: “he aquí a tu hijo”. En el sufrimiento, se convirtió en
madre del cuerpo místico de su Hijo, la Iglesia.
El domingo de Resurrección
Según muchos padres de la Iglesia, santos, doctores, y nuestro actual
Santo Padre, sin duda alguna, Jesús apareció primero a su Madre con toda
su belleza y esplendor de resucitado. ¿Como fue esa contemplación de
María Santísima? Su mirada dice el Papa, será “radiante por el gozo” de la
Resurrección de su Hijo. Ninguno de los Apóstoles podría haber visto la
belleza y esplendor de Jesús, como la Virgen. Ya que la visión
espiritual es siempre proporcional a la pureza de corazón, la mirada
inmaculada de la Virgen María penetró aún a la gloria interior de Cristo. Lo tuvo
que haber visto en todo el esplendor radiante de su divinidad. Ella
quien vio su costado abierto, las heridas de su cuerpo que tan
tiernamente besó cuando lo bajaban de la Cruz.. Ahora veía todas esas
heridas radiantes.. Lo miró traspasado, herido y ahora... glorificado.
Que contemplación!! Como podemos imaginarnos la forma en que Ella
contempló el Corazón de su Hijo que tan solo tres días antes había sido
traspasado por una lanza y ahora latía de nuevo, palpitaba lleno de vida
y de amor. La contemplación de Cristo Crucificado y ahora resucitado, la
hizo comprender con mayor profundidad, que el sufrimiento y la Gloria,
que la muerte y la vida, están íntimamente unidos. Que contemplación
eucarística, que modelo para nosotros!!
En Pentecostés
En el día de Pentecostés, su contemplación fue una mirada ardorosa por
la efusión del Espíritu Santo. (Hech 1,14)
Con su oración Ella imploraba el don del Espíritu, quien la había
cubierto con su sombra en la Anunciación. (LG 59), Habiendo tenido una
experiencia única del poder y fecundidad del Espíritu, la Virgen María era
plenamente conciente de la importancia de la venida del ES sobre los
apóstoles (Jn14,16) y les ayudada a estar bien dispuestos, en oración, a
recibir al Paráclito, como ella lo estaba en Nazaret.
• La contemplación y oración de la Santísima Virgen atrajo la venida del Espíritu.
Ella imploraba su derramamiento sobre la Iglesia naciente. Así como en
la Encarnación, el ES formó el cuerpo físico de Cristo en su seno
virginal, el mismo Espíritu tendría que dar vida al Cuerpo Místico de
Jesús.
• Pentecostés es fruto de la incesante oración y contemplación de María,
la cual es poderosa en atraer la presencia del Espíritu, como dice S.
Luís de Montfort: “el ES cuando encuentra a su amada esposa presente en
un alma, viene hacia ella con gran poder”.
• La Virgen debía su maternidad divina a la poderos intervención del ES.
Era apropiado que recibiera una unción para capacitarla para la nueva
maternidad que se le había confiado al pie de la Cruz. Era necesario que
esta nueva misión requiriera de un renovado don del ES. La Santísima Virgen
deseaba esta unción para la fecundidad de su maternidad espiritual.
Que modelo de intercesión eucarística!! Debemos estar en el cenáculo del
Corazón Inmaculado, unidos en oración con Ella, implorando el don del ES
sobre toda la Iglesia y nosotros, y así ser llenos de su poder para
llevar acabo la misión de ser testigos de amor y ardientes apóstoles de
la nueva evangelización del mundo en el TM.
En la celebración de la Eucaristía al inicio de la vida de la Iglesia
“Mejor, que ninguna criatura angélica o humana, María comprendió la
inmensidad del don Eucarístico” (Sn. Pedro Julian Eymard)
Podemos imaginarnos la contemplación de la Virgen María cuando Jesús Eucarístico
era elevado ante sus ojos? Que sintió cuando oyó de la boca de S. Juan,
Pedro y Santiago, y los demás apóstoles las palabras que Jesús dijo en
la última cena: “este es mi Cuerpo, esta es mi Sangre” (Lc 22,19).. El
Cuerpo que se entrega es el mismo que ella concibió en su seno. Ella
podría decir también: este es mi cuerpo y mi sangre.. Ya que de Ella los
recibió Jesús.
En la Eucaristía, la Virgen María recibía a su Hijo!! Podemos tratar de entender
el amor y la adoración del Corazón de María por su Hijo Eucarístico? El
hijo que tuvo por nueve meses en su seno, el hijo que Ella sostuvo en
sus brazos; el Hijo que ella vio en la Cruz ofrecerse por nosotros; el
hijo muerto que ella tuvo en sus brazos y el hijo que contempló
resucitado y radiante.... ese mismo hijo, ahora escondido humildemente
en la Eucaristía.
Oh, como debió mantener su mirada y su corazón puestos en El.! Que
contemplación Eucarística! Sn. Pedro Julian Eymard rezaba
constantemente: “enseñanos Oh María, la vida de adoración”. Para S.
Pedro Julian, la adoración de la Virgen era perpetua, ya que por “el
lazo indisoluble entre ella y su Hijo”, estaba para siempre junto al
Corazón de Jesús. Según este santo, fue la Virgen quien enseñó a los
apóstoles a entender, cuidar, custodiar y apreciar el don de la
presencia Eucarística de Jesús. Cuantas veces habrán los apóstoles dicho
lo que S. Luís de Montfort muchas veces dijo después de recibir la
Eucaristía: “Eres tu, oh Virgen María, la que nos diste este cuerpo y
esta sangre, que nos eleva a un estado tan elevado que está mas allá del
alcance de los ángeles. Bendita seas por siempre y en todo el mundo por
tan gran don” (Himno 134)
En la escuela de María, dice el Santo Padre, los apóstoles aprendieron a
tener una íntima, profunda y constante relación con Jesús Eucarístico.
Ella debió enseñarles a ser custodios de el gran tesoro de la Iglesia:
la Eucaristía. Como el Concilio Vaticano II dice: “la Sagrada Eucaristía contiene todo
el bien espiritual de la Iglesia” (P.O.5)
De María Santísima, la Iglesia primitiva debió aprender a arder tanto de amor
por la Eucaristía que estaban dispuestos a dar la vida para protegerla,
como vemos en el testimonio de tantos mártires como el niño S. Tarcisio
quien prefirió morir a golpes antes de entregar la hostia consagrada a
los paganos.
Inspirados en el amor de la Virgen María por su Hijo Eucarístico, la
Beata Candida de la Eucaristía decía:«Quisiera ser como María, ser María
para Jesús, ocupar el puesto de su madre. Le pido a mi Jesús ser puesta
como centinela de todos los sagrarios del mundo hasta el fin de los
tiempos»
El Beato Francisco Marto fue tan movido por los mensajes de Nta Señora y
los del ángel, que realizando que le queda poco tiempo de vida, no
deseaba continuar yendo a la escuela, sino que le dijo a su hermana
Jacinta y su prima Lucía, que el se quedaría en la Iglesia acompañando a
Jesús Eucarístico que “está tan solito” y ofreciendo su amor en
reparación a su Corazón. Tan penetrado estaba del amor de “Dios
escondido” que pasaba horas de rodilla en silencio y adoración ante el
tabernáculo. “Quiero hacerlo feliz, no quiero que este solo”,
acostumbraba a decir.
Conclusión
Que el amor de la Santísima Virgen por su Hijo en la Eucaristía y su
constante y fiel contemplación de los misterios de amor del Corazón de
Jesús, sean el modelo para nosotros adquirir una vida “centrada en la
Eucaristía”. Que vivamos este año de la Eucaristía en el Corazón de
María. Ya que “la Iglesia, desde el primer momento, « miró » a María, a
través de Jesús, como « miró » a Jesús a través de María. Ella fue para
la Iglesia de entonces y de siempre un testigo singular (MR,26) del amor
por la Eucaristía y de la contemplación de los misterios del Corazón de
Jesús, porque los misterios de Cristo son también, en cierto sentido,
los misterios de su Madre”. (RVM, 24)