José Puertas, miembro de la FCTJM |
En mi peregrinar en la fe, me he encontrado con el triste y
lamentable episodio de ver como el hombre frivoliza tan
fácilmente con las cosas de Dios, y recurriendo a excusas
tan infantiles como; “la misa es aburrida,” “no
encontraba lo que buscaba” o simplemente, “ese cura
no me gustaba” llegando a la insensatez de engañarse
diciendo que “en la Iglesia no se enseña la Biblia.”
Demostrándose con esto el hecho de que el hombre en el fondo
lo que quiere es buscar un Dios a su propia hechura,
fenómeno este que ha venido en un peligroso crecimiento en
las últimas décadas y el cual se ha llamado la fe “Snack
Bar,” o lo que es lo mismo, creerse que la Iglesia es un
simple escaparate de supermercado donde uno toma lo que
quiere y desecha lo que no le interesa.
Peligro que se advierte más en lo relacionado con Dios, esto
así ya que el ser humano opta siempre por lo mejor dentro de
sus posibilidades como poner a sus hijos en el mejor
colegio, la mejor universidad, los mejores clubes sociales;
de igual forma actúan cuando se trata de ir al médico. Sólo
para las cosas de Dios es que, según muchos, da lo mismo
donde ir y es lo mismo todo.
Advirtiendo con
esto, el hecho de que no podemos poner a Dios a la medida de
nuestros antojos ya que así sólo reflejamos nuestro gusto
por relativizar todo, aún ponga en juego nuestra propia
felicidad y salvación.
El hombre desde que es hombre, ha tratado de encontrar la
verdad a su paso, el origen de su proceder. Han transitado
diversos caminos y ha dejado otros por recorrer; unos ya lo
han encontrado y otros parecieran haberlo encontrado. De
todos ellos, sólo los primeros continúan firmes en la
verdad; pero todos tienen algo en común, y es la búsqueda,
mediante grupos afines entre sí, de la verdad.
Dios, esa es la verdad que todos buscan; pero, para recorrer
esa búsqueda y encontrar esa verdad, los medios e
instrumentos están tan diseminados y diversificados que no
sólo se distorsionan los mismos, sino, que a veces se
tergiversa el fin. Y ya que no sólo hay que encontrar la
verdad sino la plenitud de la misma, únicamente los primeros
continúan firmes en esa plenitud de la verdad revelada:
Los Católicos.
La
verdad: recepción directa de Dios; que muchos
no la aceptan o sus intereses y precedentes no se lo
permiten. Siendo esto lo que ha conllevado a la ramificación
errada de las sectas protestantes; todos sabemos que la
mayor herida del cristianismo empezó con Lutero, pero no
todos, conocemos sus palabras finales, su apoyo al hilo que
tejió.
Los caminos por los cuales hoy caminamos; la Iglesia que es Una, Santa, Católica y
Apostólica.
Siendo estas las señales que debe tener
el cuerpo místico de Cristo, la esposa del cordero.
Hoy en día, las sectas protestantes se asemejan a la
humanidad, evolucionan y se multiplican; arrojando
confusiones, dudas e interpretaciones personales que niegan
el verdadero mensaje del creador o afirman solamente parte
del mismo.
Ya que S. Pedro en una de sus cartas católicas nos exhorta
a dar razón de nuestra fe siempre y en todo momento,
caminemos junto a la historia y veamos este triste y
lamentable episodio de la humanidad, donde por el pecado y
el deseo de endiosarse de unos cuantos, han querido engañar
a los elegidos separándolos del cuerpo místico de Cristo...
Pero debemos recordar y gozarnos en la promesa que el mismo
Jesús le hizo a su Iglesia:
“YO ESTARÉ CON USTEDES HASTA EL FIN DEL MUNDO.”
Los cristianos desde sus mismos inicios y apoyados en esta
promesa, tuvieron siempre presente la responsabilidad que
tenían de proteger a la Iglesia del error, y al surgir las
herejías que trataban de apartarles de la plenitud de la
verdad, debieron dejar bien en claro y establecer las
señales o notas que deben prevalecer en la Iglesia fundada
por Jesús.
Tal regla de fe los Padres la identifican con la
Tradición Apostólica,
ya fuese esta escrita como oral; ya que es con dicha
Tradición, la cual abarca la Biblia, el Magisterio de la
Iglesia, y lo enseñado en consenso por los Padres de la
Iglesia, con la que se declara y fundamenta el sentir de la
Iglesia en cada uno de los diferentes puntos en la fe.
Esto así, ya que la verdadera doctrina está conforme con la
profesada por la Iglesia Apostólica, madre y fuente de la fe
primitiva ya que enseña lo que recibió de los apóstoles y
estos del mismo Cristo.
Pero antes de
iniciar este caminar a través de la historia del
cristianismo, me gustaría ya que creo ser válido y justo, el
aclarar el significado de los términos herejía y cisma; así
como esas señales y notas que deben caracterizar a la
verdadera Iglesia…
Primeramente aclaramos que
herejía
(del griego, háiresis), se entiende a “la acción
de todo aquel que habiendo recibido el bautismo cristiano,
tercamente pone en duda o expone doctrinas contradictorias a
la Verdad revelada”, es decir, un verdadero acto de
deliberada infidelidad (ver 2Pe 2,1). En otras palabras,
todo lo que se opone a la
“unitas fidei”, es decir, a todo aquello que va en contra
del ministerio docente instituido por Cristo.
Cisma
(del griego, sjisma) involucra un hecho de separación ó
insubordinación que despedaza la unidad del rebaño de Cristo
(ver 1 Cor. 1,10; 11,18; 12,25). De allí que se le dé nombre
de cismático, a quien ocasiona el cisma, como al que se
adhiere libremente por convicción o de hecho. Así, un cisma
puede no estar motivado por una herejía, pero en cambio, el
nacimiento de una herejía, al cuestionar la ortodoxia
dogmática, inevitablemente conlleva un acto cismático.
Sobre las notas
distintivas de la Iglesia comienzo explicando que lo que se
opone a la “uniteas regiminis”, es lo que va en contra del
oficio pastoral encargado por Jesús a su Iglesia. Esto
partiendo de la premisa de que también en el cuerpo místico
debe existir una unidad en el régimen eclesiástico, “unitas
hierchica”, reconociéndose por esta unidad a la verdadera
Iglesia de Cristo. Por lo que
UNA debe ser una de las señales ó notas de la
Iglesia.
Es SANTA apoyada
en su fundador que es Santo, por lo que desde su esencia más
íntima, ya que en cuanto Cuerpo de Cristo, tiene la más
intima unión con él. Por lo que esa santidad no puede sufrir
detrimento ni perderse. Aún en los períodos de “decadencia”
de la vida eclesiástica permanece sin debilitarse la acción
iluminadora y santificadora del Espíritu Santo; ya que ella
sigue con los sacramentos y la gracia incorruptible que
producen en virtud del Espíritu Santo la santificación a las
almas que se abran a la misma.
La nota de la CATOLICIDAD
afirma que la verdadera Iglesia es por esencia una
Iglesia universal, que desde sus inicios tuvo el impulso de
extenderse por todos los pueblos. La obra y misión de la
Iglesia es tan general como la de Cristo. Es la respuesta al
mandato de Jesús de que hagan discípulos a todas las
naciones.
En otras palabras, la catolicidad consiste en la presencia
visible de la Iglesia entre los hombres que abarquen los de
todos los tiempos, épocas y lugares. Esto desde el mismo
envío de Cristo hasta la consumación de sus tiempos.
La APOSTOLICIDAD
de la Iglesia como última nota, es sin lugar a dudas la
más interesante ya que para los enemigos de la Iglesia es la
única que no han podido ni podrán usurpar; ya que tenemos
una secuencia ininterrumpida, por lo que estamos unidos en
nuestro peregrinar desde los apóstoles hasta este momento,
sin “hueco negro” a través de la historia, dándole así
continuidad a la misión de Cristo.
Movidos ante esta verdad tan contundente es que hemos
querido hacer dentro de esta página, la sección de
apologética, que no es más q defender nuestra fe, nuestras
creencias.
De ahí que la apologética es la que dentro de la teología,
se encarga de defender la Religión Católica demostrando sus
fundamentos científicos, la verdad de sus doctrinas y la
falsedad de los ataques de sus enemigos.
Entre los primeros y principales apologetas que defendieron
a la Iglesia de los errores que la acechaban, mencionaremos
tres por su importancia. El primero es Cuadrato,
quien es mencionado como el primer gran apologeta, al
presentar para el año 124 una apología ante el emperador, y
la cual se conserva escrita en griego. En el mismo orden
tenemos a Arístides, quien redactó una apología
dirigida a Antonino Pío y donde expone la belleza de la vida
cristiana defendiéndola así, de las difamaciones que desde
ya le hacían los enemigos de la Iglesia.
San Justino, llamado el filósofo por sus estudios de
filosofía a la que se dedicó antes de su conversión, su gran
triunfo en su lucha literaria se debió a su forma
conciliadora y pacífica de hacer ver la verdad de sus
argumentos, los cuales enfocó tanto a los judíos como a los
paganos.
Y haciéndonos eco de lo que nos invita el mismo Papa Juan
Pablo II en el epígrafe inicial, en este libro trataremos de
aportar nuestro granito de arena en pos de eso, de la misma
forma en las escrituras vemos como el mismo apóstol Pedro
nos exhorta y nos invita a que defendamos o lo que es lo
mismo, que hagamos una apología de la verdad transmitida y
enseñada, cuando
escribe:
"Y
estad
siempre preparados
para
presentar defensa con mansedumbre
y
reverencia
ante todo el
que os demande razón
de la esperanza que hay en vosotros". (1 Pedro 3:15).
Esto asi, ya que algunos de estos grupos llegaron hasta
“perturbar” los cimientos mismos de la Iglesia de
Cristo.
Siempre resonando en nuestros corazones la promesa que nos
dejó el mismo Jesús…
NO TEMAN, YO HE VENCIDO AL MUNDO!!!
Es bueno señalar el hecho de que la Iglesia, firme y clara
en su misión de llevar la Buena Nueva a los confines de la
tierra, no se vio en la necesidad de definir de manera
oficial ninguno de los puntos claves de la fe, sino sólo en
el momento que surgían las diferencias. Y ante estos
movimientos de insurrección es que se vieron ante la
necesidad de proteger a la catolicidad de estos errores e
iban declarando y definiendo nuestras verdades de fe.
Es decir, la Iglesia todo lo creído desde el principio por
la cristiandad primitiva, lo declaraba como verdad de fe de
manera oficial al surgir brotes de rebelión contra sus
enseñanzas. Aclaro esto para que no se siga divulgando la
mentira de que la Iglesia en un tiempo determinado se
“inventaba” doctrinas nuevas y las imponía a los demás.
Estas verdades de fe son los Dogmas de nuestra Santa Iglesia
Católica, y estos son como dije anteriormente, las verdades
de fe siempre profesada y un día oficialmente declaradas
para ser creídas por los hijos de la Iglesia.
Verdades que fueron creídas y enseñadas por medio del
consenso unánime de los Padres de la Iglesia. Esto es, lo
enseñado y creído desde el principio por los baluartes y
paladines de la ortodoxia, que el mismo Espíritu los iba
guiando ante cada necesidad que se presentaba en la Iglesia
y así protegía a la misma del error, como lo sigue haciendo
hoy día. Hay que aclarar a esto, que los Padres de la
Iglesia podían equivocarse en materia de fe en sus criterios
personales pero ahí estaba el consenso de los mismos y era
donde se guardaba íntegro el depósito de la verdad revelada.
Para concluir sobre esto del consenso de los Padres, señalo
que lo que otorga autoridad al testimonio de ellos no es su
valor personal, sino su carácter católico, en consenso. Y
cabe reseñar las palabras que nos dijo el gran converso del
anglicanismo, el Cardenal Newman:
“Nosotros
aceptamos las doctrinas que ellos (los Padres) enseñan de
esta manera, no sólo porque ellos las enseñan, sino porque
dan testimonio de que en su tiempo las profesaban todos los
cristianos y en todas partes. Se trata, pues, de una
cuestión de testimonio”.
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