©Siervas de los
Corazones Traspasados de Jesús y María |
XXIII Edición | octubre
2005 |
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del Boletín |
ITALIANO
EN
ESTA EDICIÓN:
Editorial
"De Corazón a Corazón" (esta página)
DE
CORAZÓN A CORAZÓN
"El Padre busca adoradores"
Editorial- Madre Adela Galindo, Fundadora, SCTJM
“Ha llegado la hora (ya estamos en ella), en que los verdaderos
adoradores, adorarán en espíritu y en verdad. Así quiere el Padre que
sean los que adoren.” (Jn 4, 23).
Ha llegado la hora.....Jesús dice a la mujer samaritana, y con el
término «hora», quiere indicar un momento fijado por el Padre para el
cumplimiento de su plan de salvación. “Hora” un tiempo particularmente
importante, de gracia singular; un momento oportuno en el que Dios
manifiesta su designio sobre la humanidad.
A cada generación le corresponde identificar “su hora”, entenderla,
acoger las gracias que le acompañan y responder responsablemente a la
voluntad de Dios; o sea, a cada generación le corresponde identificar
los signos que se manifiestan en su tiempo, como nos enseña el Concilio
Vaticano II, en la Constitución GS, 4: “corresponde a la Iglesia el
deber permanente de escrutar a fondo los signos de los tiempos e
interpretarlos a la luz del evangelio de forma que cada generación pueda
responder adecuadamente”.
La Palabra de Dios es eterna, es la misma para cada generación, sin
embargo, en cada una acentúa una dimensión particular, según las
circunstancias históricas. Nuestra generación, tan seculariza,
paganizada, llena de ídolos, amenazada por tantas sombras, escucha hoy
las mismas palabras que Cristo dijera a la Samaritana: ¡Ha llegado la
hora de ser verdaderos adoradores!... de reconocer a Jesús como Señor,
“centro de la historia de la Iglesia y de la historia de la humanidad” (MND,6),
y de tu historia personal. Hora de tener corazones abiertos para
contemplar el rostro de Cristo, adorar su presencia real, profundizar en
sus misterios y ser, en el mundo, testigos luminosos y auténticos de su
amor y su vida.
Por lo tanto, nuestra hora, es una hora particularmente Eucarística,
para la cual debemos formarnos en la escuela del Corazón de María, y
vivirla en el poder del ES. Es una hora: eucarística, mariana y
carismática, que se experimentará en plenitud, si estamos dentro del
cenáculo del corazón de la Iglesia.
El Espíritu Santo nos ha llevado a esta "hora eucarística" a través de
una trayectoria espiritual dirigida por el Siervo de Dios, Juan Pablo II,
y que el Santo Padre Benedicto XVI, con aguda intuición ha tomado en sus
manos para realizarla. A través de esta trayectoria, SS. Juan Pablo II,
dirigió la mirada de toda la Iglesia, a través de María Santísima, a la
contemplación y a la adoración de Cristo Eucarístico. En el Año Jubilar,
el 2000, año de gracia y misericordia, nos llamó a contemplar el rostro
de Cristo, a encontrarnos con El y desde El, emprender el camino de la
historia del Tercer Milenio.
En el 2002, proclamó el Año del Santo Rosario exhortándonos a contemplar
el rostro de Cristo en unión con la Santísima Virgen. Incorporó los
misterios luminosos que revelan la luminosa presencia salvífica de la
Palabra hecha carne entre nosotros. ¿Como no culminarían estos misterios
con la institución de la Eucaristía?
Dentro del año del Rosario, JPII, promulgó la Encíclica: “Ecclesia de
Eucharistia, "La Iglesia vive de la Eucaristía", con la intención de
iluminar el misterio de la Eucaristía y su inseparable y vital relación
con la vida de la Iglesia. Sobre todo, el Santo Padre, sugirió la
necesidad de que todos en la Iglesia tengamos una “Espiritualidad
Eucarística”, y señaló a la Virgen María, “mujer eucarística” (EE.
n.53), como su incomparable modelo.
El 7 de octubre de 2004, en la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, nos
dio la carta apostólica Mame Nobiscum Domine, “Quédate con
nosotros, Señor”, con la que nos exhortaba a “redescubrir el misterio de
amor de la presencia real de Jesús en la Eucaristía” y, proclamó para
toda la Iglesia: El Año de la Eucaristía. Este sería de octubre 2004 al
2005, concluyendo con el Sínodo de obispos en Roma, cuyo tema será: “La
Eucaristía fuente y culmen de la vida y de la misión de la Iglesia”.
Como el mismo JPII lo dijera en su carta apostólica:“El Año de la
Eucaristía tiene, un trasfondo que se ha ido enriqueciendo de año en
año, firmemente centrado en el tema de Cristo y la contemplación de su
rostro. En cierto sentido, se propone como un año de culminación de todo
el camino recorrido”. Si, a través de su pontificado, como la estrella
que iluminó a los reyes magos, el Santo Padre nos hizo recorrer un
camino que culminaría a los pies del Salvador, a los pies de Jesús
Eucarístico, para postrarnos en adoración ante El. Me parece un signo
mas de tantos que envolvieron la vida de este Gran Papa, el hecho que
muriese en este Año de la Eucaristía: cumplió su misión, tomado de la
mano de la Virgen, llevó a toda la Iglesia, ante su Señor, ante Jesús
Eucarístico...por ello su última palabra fue: Amén!
Se le conoce, como el Papa que vivía postrado ante la Eucaristía...
vivió teniéndola en el centro y murió llevando a la Iglesia ante su
Señor. Otro signo, para mi claro, de esta trayectoria por la cual JPII
nos llevó a los pies de Jesús Sacramentado, es el hecho que el lema que
el escogió para la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia, donde
están los restos de los reyes magos fue: “Hemos venido a adorarle”. Este
evento se convertía para el Papa Benedicto XVI, en su primer viaje
apostólico fuera de Italia. El se postra con los jóvenes, y en fin, con
toda la Iglesia, a los pies de su Señor, Jesús Sacramentado.
Esta misión eucarística, la colocó JPII, en manos de su gran sucesor,
quien congregará a la Iglesia a los pies de Cristo Eucarístico y desde
allí, con el poder que fluye de la presencia real del SS, llevará a la
Iglesia por el desierto árido y peligroso por el cual camina la Iglesia
del inicio del tercer milenio. En la homilía al concluir el Congreso
Eucarístico, el Papa Benedicto XVI nos dijo:“el mundo en el que nos
encontramos, caracterizado con frecuencia por el consumismo
desenfrenado, por la indiferencia religiosa, por el secularismo cerrado
a la trascendencia, puede parecer un desierto tan duro como ese desierto
«grande y terrible” del que nos ha hablado la primera lectura, tomada
del Libro del Deuteronomio. Dios salió en ayuda del pueblo judío en
dificultad con el don del maná. Tenemos necesidad de este Pan para
afrontar los esfuerzos y cansancios del viaje. Si la Iglesia vive de la
Eucaristía, como podremos vivir sin ella?
El Espíritu Santo ha querido llevar a la Iglesia de estos tiempos, a una
profunda espiritualidad eucarística, pues aquí reside la "clave" para la
nueva primavera de la Iglesia: ¡Que vivamos de la Eucaristía! Que la
adoración y contemplación de Jesús Eucarístico sea el centro de la vida
de la Iglesia y de nuestras vidas! Para aprender esta espiritualidad,
JPII nos dijo que debemos entrar en la escuela del Corazón de María, en
ese Corazón que unido perfectamente al de Cristo, nos enseña a
contemplar los misterios mas profundos de su Corazón.
En el amor del Corazón Eucarístico,
Madre Adela Galindo, SCTJM