DE
CORAZÓN A CORAZÓN
"La Consagración Mariana"
EDITORIAL
Madre Adela Galindo, Fundadora, SCTJM
Queridos hermanos y
hermanas:
Estamos en el mes de Mayo, mes de María Santísima y en el Año
del Santo Rosario, año de gracia particular durante el cual
podremos experimentar la poderosa intercesión y mediación
materna de María. Este Año es como una coronación mariana del
Año Jubilar. Es común en la Iglesia, preparar los Años Jubilares
con un año mariano y a la vez, coronarlo con otro. (RVM, 3) Este
coronar es una forma de llevar a plenitud y de sellar, con
fuerza y ardor, las gracias recibidas poniéndolas bajo la
custodia materna del Inmaculado Corazón.
¿Quién mejor que la Santísima Virgen, la tesorera y mediadora de
todas las gracias, para dispensarlas y protegerlas? En la
conclusión del Año Jubilar, en la Carta Apostólica “Novo
Millennio Ineunte”, el Santo Padre nos exhortó a contemplar el
Rostro de Cristo; y en este Año, a través de la Carta Apostólica
“Rosarium Virginis Mariae”, nos invita a hacerlo desde el
Corazón de María, desde la perspectiva de Aquella cuyo corazón
estuvo plenamente unido a la vida y misión salvífica de Cristo.
El Papa nos envía, a entrar en la “escuela” del Corazón de María,
para que allí crezcamos y nos formemos en los dos grandes remos
de la Barca de la Iglesia en este tercer milenio: la santidad y
la misión.
Entrar en la Escuela del Corazón de María, es precisamente hacer
el acto de consagración total a la Virgen Santísima que nos han
propuesto dos grandes santos marianos: San Luis María Grignion
de Montfort y San Maximiliano María Kolbe. Por lo tanto, estoy
convencida que para vivir plenamente la gracia de este Año
Mariano es necesario que hagamos y renovemos regularmente
nuestra consagración a María.
Contemplar a Cristo, requiere necesariamente una mayor
identificación con El. Esta obra la realiza el Espíritu Santo
con la cooperación fecunda de la Virgen María. Leamos las
palabras de S. Luis de Montfort: “El Espíritu Santo, por la
mediación de la Santísima Virgen, de la que tiene a bien valerse,
aunque no la necesite absolutamente, pone por obra su fecundidad,
produciendo en Ella y por Ella a Jesucristo y sus miembros.
Misterio de gracia desconocido por muchos, hasta los más sabios”.
San Luis, en su “Tratado de la Verdadera Devoción”, nos explica
cómo el Espíritu Santo obra grandes maravillas en las almas que
abren su corazón plenamente a la presencia materna de María. Nos
dice así: “Cuando el Espíritu Santo la ha encontrado (a María)
en un alma, vuela allí, entra en ella de lleno, se comunica
abundantemente con esa alma, y una de las grandes razones por
las cuales el Espíritu Santo no hace ahora maravillas asombrosas
en las almas, es porque no encuentra en ellas una unión bastante
grande con su fiel e indisoluble Esposa María”.
Abramos el corazón a esta obra poderosa del Espíritu Santo que
de manera especial la Santísima Virgen quiere, con su poderosa
intercesión y mediación materna, atraer sobre las almas y sobre
el mundo entero en este Año del Santo Rosario. Como nos dice San
Luis: “Ella producirá las mayores cosas que haya en los últimos
tiempos. La formación y educación de los grandes Santos que
habrá hacia el fin del mundo, le está reservada; porque sólo
esta excelente y milagrosa Virgen puede producir, en unión con
el Espíritu Santo, cosas grandes, extraordinarias, en la Iglesia
de Jesucristo.”
Pero, la consagración mariana, no sólo promueve o facilita esta
obra de santificación interior, sino que comunica una gracia
especial de ardor misionero, ardor evangelizador, para extender,
a través de María, el reinado del Sagrado Corazón en el mundo
entero. Estos hombres y mujeres, nos dice San Luis, incendiarán
el mundo con el fuego del Espíritu Santo. Combatirán con una
mano y con el poder de la caridad divina, a todo mal, oscuridad
y error, y construirán con la otra mano y con gran ardor, la
Iglesia de Jesús. Conducirán a todos al verdadero conocimiento y
amor de Jesús y de María. Acogerán amorosamente a los pecadores
para llevarlos por el camino seguro de la conversión y retorno a
la Iglesia. Animarán y sostendrán a los que se mantienen fieles
e inconmovibles en la fe. Tendrán una luz interior muy grande
que les ayudará a descubrir las obras del padre de la oscuridad.
“Tendrán en sus labios la espada de doble filo de la Palabra de
Dios; llevarán sobre sus espaldas el estandarte de la Cruz, el
Crucifijo en la mano derecha, el rosario en la izquierda, los
nombres Sagrados de Jesús y de María en el corazón y la modestia
y el sacrificio en toda su conducta”.
Les exhorto, queridos hermanos, a que aprovechemos esta gracia
inmerecida de un Año Mariano, dedicado al Santo Rosario, que es
una coronación del Año Jubilar. Creo que es muy significativo
que se defina como “corona”, objeto que siempre simboliza un
reinado. Que por medio de la Consagración Mariana, vivida en
plenitud “nos convirtamos en las manos purísimas y
misericordiosas de María Santísima, en instrumentos útiles para
aumentar en todas las almas frías e indiferentes, en cuanto nos
sea posible, el reinado del Sagrado Corazón”. (San Maximiliano
M. Kolbe)
¡Que reinen los Dos Corazones!