XIX Edición        Mayo, 2003


 

DE CORAZÓN A CORAZÓN 
"La Consagración Mariana"
EDITORIAL Madre Adela Galindo, Fundadora, SCTJM

Queridos hermanos y hermanas:
 
Estamos en el mes de Mayo, mes de María Santísima y en el Año del Santo Rosario, año de gracia particular durante el cual podremos experimentar la poderosa intercesión y mediación materna de María. Este Año es como una coronación mariana del Año Jubilar. Es común en la Iglesia, preparar los Años Jubilares con un año mariano y a la vez, coronarlo con otro. (RVM, 3) Este coronar es una forma de llevar a plenitud y de sellar, con fuerza y ardor, las gracias recibidas poniéndolas bajo la custodia materna del Inmaculado Corazón.
 
¿Quién mejor que la Santísima Virgen, la tesorera y mediadora de todas las gracias, para dispensarlas y protegerlas? En la conclusión del Año Jubilar, en la Carta Apostólica “Novo Millennio Ineunte”, el Santo Padre nos exhortó a contemplar el Rostro de Cristo; y en este Año, a través de la Carta Apostólica “Rosarium Virginis Mariae”, nos invita a hacerlo desde el Corazón de María, desde la perspectiva de Aquella cuyo corazón estuvo plenamente unido a la vida y misión salvífica de Cristo. El Papa nos envía, a entrar en la “escuela” del Corazón de María, para que allí crezcamos y nos formemos en los dos grandes remos de la Barca de la Iglesia en este tercer milenio: la santidad y la misión.
 
Entrar en la Escuela del Corazón de María, es precisamente hacer el acto de consagración total a la Virgen Santísima que nos han propuesto dos grandes santos marianos: San Luis María Grignion de Montfort y San Maximiliano María Kolbe. Por lo tanto, estoy convencida que para vivir plenamente la gracia de este Año Mariano es necesario que hagamos y renovemos regularmente nuestra consagración a María.
 
Contemplar a Cristo, requiere necesariamente una mayor identificación con El. Esta obra la realiza el Espíritu Santo con la cooperación fecunda de la Virgen María. Leamos las palabras de S. Luis de Montfort: “El Espíritu Santo, por la mediación de la Santísima Virgen, de la que tiene a bien valerse, aunque no la necesite absolutamente, pone por obra su fecundidad, produciendo en Ella y por Ella a Jesucristo y sus miembros. Misterio de gracia desconocido por muchos, hasta los más sabios”.
 
San Luis, en su “Tratado de la Verdadera Devoción”, nos explica cómo el Espíritu Santo obra grandes maravillas en las almas que abren su corazón plenamente a la presencia materna de María. Nos dice así: “Cuando el Espíritu Santo la ha encontrado (a María) en un alma, vuela allí, entra en ella de lleno, se comunica abundantemente con esa alma, y una de las grandes razones por las cuales el Espíritu Santo no hace ahora maravillas asombrosas en las almas, es porque no encuentra en ellas una unión bastante grande con su fiel e indisoluble Esposa María”.
 
Abramos el corazón a esta obra poderosa del Espíritu Santo que de manera especial la Santísima Virgen quiere, con su poderosa intercesión y mediación materna, atraer sobre las almas y sobre el mundo entero en este Año del Santo Rosario. Como nos dice San Luis: “Ella producirá las mayores cosas que haya en los últimos tiempos. La formación y educación de los grandes Santos que habrá hacia el fin del mundo, le está reservada; porque sólo esta excelente y milagrosa Virgen puede producir, en unión con el Espíritu Santo, cosas grandes, extraordinarias, en la Iglesia de Jesucristo.”
 
Pero, la consagración mariana, no sólo promueve o facilita esta obra de santificación interior, sino que comunica una gracia especial de ardor misionero, ardor evangelizador, para extender, a través de María, el reinado del Sagrado Corazón en el mundo entero. Estos hombres y mujeres, nos dice San Luis, incendiarán el mundo con el fuego del Espíritu Santo. Combatirán con una mano y con el poder de la caridad divina, a todo mal, oscuridad y error, y construirán con la otra mano y con gran ardor, la Iglesia de Jesús. Conducirán a todos al verdadero conocimiento y amor de Jesús y de María. Acogerán amorosamente a los pecadores para llevarlos por el camino seguro de la conversión y retorno a la Iglesia. Animarán y sostendrán a los que se mantienen fieles e inconmovibles en la fe. Tendrán una luz interior muy grande que les ayudará a descubrir las obras del padre de la oscuridad. “Tendrán en sus labios la espada de doble filo de la Palabra de Dios; llevarán sobre sus espaldas el estandarte de la Cruz, el Crucifijo en la mano derecha, el rosario en la izquierda, los nombres Sagrados de Jesús y de María en el corazón y la modestia y el sacrificio en toda su conducta”.
 
Les exhorto, queridos hermanos, a que aprovechemos esta gracia inmerecida de un Año Mariano, dedicado al Santo Rosario, que es una coronación del Año Jubilar. Creo que es muy significativo que se defina como “corona”, objeto que siempre simboliza un reinado. Que por medio de la Consagración Mariana, vivida en plenitud “nos convirtamos en las manos purísimas y misericordiosas de María Santísima, en instrumentos útiles para aumentar en todas las almas frías e indiferentes, en cuanto nos sea posible, el reinado del Sagrado Corazón”.   (San Maximiliano M. Kolbe)
 
¡Que reinen los Dos Corazones!
 

 

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