El adviento del gran
jubileo
Editorial de diciembre, 1999
Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM
Solo para uso privado
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Queridos hermanos y hermanas:
Este Adviento no es igual a todos los que
hemos vivido anteriormente: nos estamos preparando para la Navidad de este año
y, a la vez, para entrar en
el gran Jubileo del
año 2000.
Siento una profunda alegría en mi
corazón, creo que es la misma que experimentaron los pastores cuando oyeron el
anuncio del Ángel del Señor (Luc 2, 10-11): "No temáis, pues os
anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy,
un salvador, que es el Cristo Señor". Cuando leo este pasaje de
las Escrituras se me conmueve el corazón. Nuestra alegría está en que se nos
ha dado gratuitamente la gracia de la salvación. Es precisamente esta gracia la
que el Señor quiere actualizar en toda la humanidad durante este Jubileo.
En este año santo, hemos de dirigir la
mirada hacia la Encarnación. Hace 2000 años, en el vientre de la Santísima
Virgen, por el poder del Espíritu Santo, Dios se hizo hombre y habitó entre
nosotros. El misterio de la Encarnación es el motivo del Jubileo. Nos alegramos
por el hecho que Dios ha venido en búsqueda del hombre para atraernos de nuevo
hacia sí, para darnos la redención, para abrirnos las puertas del cielo, para
darnos la capacidad de vivir como hijos e hijas de Dios. ¡Qué gran alegría!
¿Qué Dios es como el nuestro? ¿Qué
Dios se rebaja hasta hacerse igual que una de sus criaturas? ¿Qué Dios nace en
un pesebre y muere en una cruz? Solo el nuestro, hermanos, solo nuestro Dios, es
amor. ¡¿Cómo no vamos a estar alegres en este Jubileo?! Ahora bien,
hay que estar claros y conscientes de cual es la alegría que causa la
experiencia de la salvación, que no es mas que la experiencia profunda de la
conversión del corazón.
Este año Jubilar es una gran oportunidad
para la humanidad. Es año de gracia, año de muchas conversiones, año de
misericordia y perdón. En este año tenemos la oportunidad, que nos concede la
Santa Madre Iglesia, de recibir la indulgencia jubilar. ¡Cuánto desea el Santo
Padre que la humanidad reciba perdón, gracia y misericordia! Es tanto su deseo
que ha hecho grandes concesiones para que no haya un solo hombre que quede sin
la oportunidad de recibir esta indulgencia. Pareciera que el Santo Padre, con su
visión tan profética, estuviera invitandonos a alcanzar con nuestra oración,
penitencia, generosidad y reconciliación, un perdón universal.
El Cardenal Etchegaray, presidente del
Comité para el Jubileo del 2000, nos ha dicho: "La verdadera puerta
santa por la que bulle el amor de Dios hacia nosotros es la del corazón del
Hijo, traspasado en la cruz". En "la hora" de la salvación
se rasgó el velo del Santuario en Jerusalén e inmediatamente después el
Corazón de Cristo fue traspasado abriéndose la llaga por donde se derraman las
gracias redentoras. En este Jubileo, el Corazón de Cristo se abrirá para
derramar grandes gracias en la humanidad, al mismo tiempo que el Santo Padre
abra la Puerta Santa la noche del 24 de diciembre.
Hermanos, estamos viviendo tiempos
históricos, muy pocos han tenido la gracia que nuestra era ha tenido: somos el
pueblo del Tercer Milenio, somos los protagonistas de este Gran Jubileo de
Gracia, Perdón, Misericordia y Esperanza...
El Corazón de Jesús estará abierto para
derramar abundantes gracias de conversión, solo falta que los nuestros lo
estén para recibir todas esas gracias. Hay que preparar el corazón
adentrándonos en el gran misterio de la Encarnación: Dios se hizo hombre,
habitó entre nosotros y nos ha dado Su vida, Su gracia, Su Sangre y Su
Cuerpo.... nos ha dado Su Corazón.
Quisiera pedirles que este Adviento lo
vivamos conscientes de que nos estamos preparando para el Gran Jubileo, para ese
tiempo donde debemos dirigir la mirada a Cristo... el único Salvador del mundo,
el único Camino, la única Verdad y la única Vida.
Les invito a adentrarse en el misterio de
la Encarnación y a meditar diariamente las Escrituras tomando uno de los
Evangelios y recorriendo en el la vida de Cristo, su amor, sus palabras, sus
obras y sus sentimientos. También, les exhorto a diariamente contemplar al
Niño Jesús. Si les fuese posible, coloquen en un lugar central en sus hogares
una imagen, donde puedan, en oración, contemplar el misterio de amor de la
Encarnación. Sería muy hermoso, mantener durante todo el año Jubilar, esta
imagen del Niño Jesús en sus hogares.
Qué en este Jubileo del año 2000, todos
abramos de par en par las puertas de nuestros corazones al Redentor. Qué María
Santísima, que por su Fíat nos trajo, en un momento específico, al Salvador
del mundo, transformando así la historia y el corazón humano, nos guíe y nos
enseñe, en este momento histórico, a abrir el corazón a toda la obra
salvífica de Cristo, para que así, también nosotros cooperemos en la
transformación y conversión de la humanidad de hoy.
¡Qué este nuevo milenio sea de los Dos
Corazones!
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