DOMINGO DE RAMOS EN LA PASION DEL SEÑOR
Comentario
PROCESION DE LAS PALMAS
EVANGELIO
Bendito el
que viene en nombre de] Señor
Lectura del santo evangelio según san Mateo 21,
1-11
Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé,
junto al monte de los Olivos, Jesús mandó dos discípulos, diciéndoles:
-«Id a la aldea de enfrente, encontraréis en seguida una borrica atada con su pollino,
desatadlos y traédrnelos. Si alguien os dice algo, contestadle que el Señor los necesita
y los devolverá pronto.»
Esto ocurrió para que se cumpliese lo que dijo el profeta:
«Decid a la hija de Sión: "Mira a tu rey, que viene a ti, humilde, montado en un
asno, en un pollino, hijo de acémila".»
Fueron los discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús: trajeron la borrica y
el pollino, echaron encima sus mantos, y Jesús se montó. La multitud extendió sus
mantos por el camino; algunos cortaban ramas de árboles y alfombraban la calzada. Y la
gente que iba delante y detrás gritaba:
-«¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en
el cielo!»
Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad preguntaba alborotada:
-«¿Quién es éste?»
La gente que venía con él decía:
-«Es Jesús, el Profeta de Nazaret de Galilea.»
Palabra de Dios.
MISA
La misa de este domingo tiene tres
lecturas, y es muy recomendable que se lean las tres, a no ser que algún motivo pastoral
aconseje lo contrario.
Dada la importancia de la lectura de la
historia de la pasión del Señor, el sacerdote, teniendo en cuenta la índole peculiar de
cada asamblea en concreto, podrá leer, si es necesario, una sola de las dos lecturas que
preceden al evangelio, o bien leer únicamente la historia de la pasión, incluso en su
forma más breve.
Estas normas sólo tienen aplicación en
las misas celebradas con la participación del pueblo.
PRIMERA LECTURA
No me tapé el rostro ante los ultrajes,
sabiendo que no quedaría defraudado
Lectura del libro de Isaías 50, 4-7
Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido
una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los
iniciados.
El Señor me abrió el oído. Y yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a
los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante
ultrajes ni salivazos.
El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como
pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial
Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24(R.:2a)
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Al verme, se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza: «Acudió al Señor, que
lo ponga a salvo; que lo libre, si tanto lo quiere.» R.
Me acorrala una jauría de mastines, me cerca una banda de malhechores; me
taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos. R.
Se reparten mi ropa, echan a suertes mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R.
Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Fieles del
Señor, alabadlo; linaje de Jacob, glorificadlo; tenedlo, linaje de Israel. R.
SEGUNDA LECTURA
Se rebajó, por eso Dios
lo levantó sobre todo
Lectura de la carta del apóstol san
Pablo a los Filipenses 2, 6-11
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al
contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de
tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la
muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de
modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el
abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios.
Aleluya Flp 2, 8-9
Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso
Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre».
EVANGELIO
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 26, 14-27,
66
¿Qué estáis dispuestos a darme, si
os lo entrego?
C. En aquel tiempo, uno de
los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:
S. -«¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»
C. Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando
ocasión propicia para entregarlo.
¿Dónde quieres que
te preparemos la Pascua?
C. El primer día de los Ázimos se acercaron los
discípulos a Jesús y le preguntaron:
S. -«¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»
C. Él contestó
+ -«Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi momento está
cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos."»
C. Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.
Uno de vosotros me
va a entregar
C. Al atardecer se puso a la mesa con los
Doce. Mientras comían dijo:
+ -«Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»
C. Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
S. -«¿Soy yo acaso, Señor?»
C. Él respondió:
+ -«El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre
se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!;
más le valdría no haber nacido. »
C. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
S. -«¿Soy yo acaso, Maestro?»
C. Él respondió:
+ -«Tú lo has dicho.»
Esto
es mi cuerpo. Ésta es mi sangre
C. Durante la cena, Jesús
cogió pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
+ -«Tornad, comed: esto es mi cuerpo.»
C.. Y, cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias y se la dio diciendo:
+ -«Bebed todos; porque ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos
para el perdón de los pecados. Y os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta
el día que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de mi Padre. »
C. Cantaron el salmo y salieron para el monte de los Olivos.
Heriré al pastor, y se
dispersarán las ovejas del rebaño
C. Entonces Jesús les dijo:
+ -«Esta noche vais a caer todos por mi causa, porque está escrito: "Heriré al
pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño." Pero cuando resucite, iré antes
que vosotros a Galilea.»
C. Pedro replicó:
S. -«Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré.»
C. Jesús le dijo:
+ -«Te aseguro que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces. »
C . Pedro le replicó:
S. -«Aunque tenga que morir contigo, no te negaré. »
C . Y lo mismo decían los demás discípulos.
Empezó a entristecerse y a
angustiarse
C. Entonces Jesús fue con ellos a un huerto,
llamado Getsemaní, y les dijo:
+ -«Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.»
C. Y, llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse y a
angustiarse.
Entonces dijo:
+ -«Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo.»
C. Y, adelantándose un poco, cayó rostro en tierra y oraba diciendo:
+ -«Padre mío, si es posible, que pase y se aleje de mí ese cáliz. Pero no se haga lo
que yo quiero, sino lo que tú quieres.»
C. Y se acercó a los discípulos y los encontró dormidos.
Dijo a Pedro:
+ -«¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la
tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es débil. »
C. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:
+ -«Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.»
C. Y, viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque tenían los ojos cargados.
Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba, repitiendo las mismas palabras.
Luego se acercó a sus discípulos y les dijo:
+ -«Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora, y el Hijo del hombre va a
ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me
entrega.»
Echaron mano a Jesús para
detenerlo
C. Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas,
uno de los Doce, acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, mandado por los
sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta contraseña:
S. -«Al que yo bese, ése es; detenedlo.»
C. Después se acercó a Jesús y le dijo:
S. -«¡Salve, Maestro!»
C. Y lo besó. Pero Jesús le contestó:
+ -«Amigo, ¿a qué vienes?»
C. Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano para detenerlo. Uno de los que estaban
con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del
sumo sacerdote.
Jesús le dijo:
+ -«Envaina la espada; quien usa espada, a espada morirá. ¿Piensas tú que no puedo
acudir a mi Padre? Él me mandaría en seguida más de doce legiones de ángeles. Pero
entonces no se cumpliría la Escritura, que dice que esto tiene que pasar.»
C. Entonces dijo Jesús a la gente:
+ -«¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a un bandido? A diario me
sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me detuvisteis.»
C. Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. En aquel
momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.
Veréis que el Hijo del hombre
está sentado a la derecha del Todopoderoso
C. Los que detuvieron a Jesús lo llevaron a casa de
Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro lo
seguía de lejos, hasta el palacio del sumo sacerdote, y, entrando dentro, se sentó con
los criados para ver en qué paraba aquello.
Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús
para condenarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que
comparecían. Finalmente, comparecieron dos, que dijeron:
S. -«Éste ha dicho: "Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres
días."»
C. El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:
S. -«¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?»
C. Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:
S. -«Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.»
C. Jesús le respondió:
+ -«Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: Desde ahora veréis que el Hijo del hombre
está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene sobre las nubes del cielo.»
C. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:
S. -«Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la
blasfemia. ¿Qué decidís?»
C. Y ellos contestaron:
S. -«Es reo de muerte.»
C. Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon, diciendo:
S. -«Haz de profeta, Mesías; ¿quién te ha pegado?»
Antes de que cante
el gallo, me negarás tres veces
C. Pedro estaba sentado fuera en el patio, y se
le acercó una criada y le dijo:
S. -«También tú andabas con Jesús el Galileo.»
C. Él lo negó delante de todos, diciendo:
S. -«No sé qué quieres decir.»
C. Y, al salir al portal, lo vio otra y dijo a los que estaban allí:
S. -«Éste andaba con Jesús el Nazareno.»
C. Otra vez negó él con juramento:
S. -«No conozco a ese hombre.»
C. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro:
S. -«Seguro; tú también eres de ellos, te delata tu acento.»
C. Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar, diciendo:
S. -«No conozco a ese hombre.»
C. Y en seguida cantó un gallo. Pedro se acordó de aquellas palabras de Jesús: «Antes
de que cante el gallo, me negarás tres veces.» Y, saliendo afuera, lloró amargamente.
Entregaron a Jesús a
Pilato, el gobernador
C. Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y
los ancianos del pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y,
atándolo, lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador.
No es lícito echarlas en
el arca de las ofrendas, porque son precio de sangre
C. Entonces Judas, el
traidor, al ver que habían condenado a Jesús, sintió remordimiento y devolvió las
treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y ancianos, diciendo:
S. -«He pecado, he entregado a la
muerte a un inocente.»
C. Pero ellos dijeron:
S. -«¿A nosotros qué? ¡Allá tú!»
C. Él, arrojando las monedas en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó. Los sumos
sacerdotes, recogiendo las monedas, dijeron:
S. -«No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas, porque son precio de sangre.»
C. Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para cementerio de
forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía «Campo de Sangre». Así se cumplió lo
escrito por Jeremías, el profeta:
«Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado, según la tasa
de
los hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había
ordenado el Señor.»
¿Eres tú el rey de los
judíos?
C. Jesús fue llevado ante el gobernador, y el
gobernador le preguntó:
S. -«¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús respondió:
+ -«Tú lo dices.»
C. Y, mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos, no contestaba nada.
Entonces Pilato le preguntó:
S. -«¿No oyes cuántos cargos presentan contra fi?»
C. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la
fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la gente quisiera. Había entonces un
preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, les dijo Pilato:
S. -«¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el
Mesías? »
C. Pues sabía que se lo habían entregado por
envidia. Y, mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
S. -«No te metas con ese justo, porque esta noche he
sufrido mucho soñando con él.»
C. Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente que pidieran el
indulto de Barrabás y la muerte de Jesús.
El gobernador preguntó:
S. -«¿A cuál de los dos queréis que os suelte?»
C. Ellos dijeron:
S. -«A Barrabás. »
C . Pilato les preguntó:
S. -«¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?»
C. Contestaron todos:
S. -«Que lo crucifiquen.»
C. Pilato insistió:
S. -«Pues, ¿qué mal ha hecho?»
C. Pero ellos gritaban más fuerte:
S. -«¡Que lo crucifiquen!»
C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto,
tomó agua y se lavó las manos en presencia de la multitud, diciendo:
S. -«Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!»
C. Y el pueblo entero contestó:
S. -«¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»
C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que
lo crucificaran.
¡Salve, rey de los
judíos!
C. Los soldados del
gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la
compañía: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona
de espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y,
doblando ante él la rodilla, se burlaban de él, diciendo:
S. -«¡Salve, rey de los judíos!»
C. Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y,
terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar.
Crucificaron con él a dos
bandidos
C. Al salir, encontraron a un
hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz. Cuando llegaron al
lugar llamado Gólgota (que quiere decir: «La Calavera»), le dieron a beber vino
mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se
repartieron su ropa, echándola a suertes, y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de su
cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Éste es Jesús, el rey de los judíos».
Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Si eres Hijo de Dios, baja
de la cruz
C. Los que pasaban lo injuriaban y decían,
meneando la cabeza:
S. -«Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo;
si eres Hijo de Dios, baja de la cruz.»
C. Los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también, diciendo:
S. -«A otros ha salvado, y él no se puede salvar. ¿No es el rey de Israel? Que baje
ahora de la cruz, y le creeremos. ¿No ha confiado en Dios? Si tanto lo quiere Dios, que
lo libre ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios?»
C. Hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban.
Elí, Elí, lamá
sabaktaní
C. Desde el mediodía hasta la media tarde, vinieron
tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde, Jesús gritó:
+ -«Elí, Elí, lamá sabaktaní.»
C. (Es decir:
+ -«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)
C. Al oírlo, algunos de los que estaban por allí dijeron:
S. -«A Elías llama éste.»
C. Uno de ellos fue corriendo; en seguida, cogió una esponja empapada en vinagre y,
sujetándola en una caña, le dio a beber.
Los demás decían:
S. -«Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.»
C. Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa.
C. Entonces, el velo del templo se rasgó en dos, de
arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se rajaron. Las tumbas se abrieron, y muchos
cuerpos de santos que habían muerto resucitaron. Después que él resucitó, salieron de
las tumbas, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a muchos.
El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, el ver el terremoto y lo que
pasaba, dijeron aterrorizados:
S. -«Realmente éste era Hijo de Dios.»
C. Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a
Jesús desde Galilea para atenderlo; entre ellas, María Magdalena y María, la madre de
Santiago y José, y la madre de los Zebedeos.
C. Entonces, el velo del templo se rasgó en dos, de
arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se rajaron. Las tumbas se abrieron, y muchos
cuerpos de santos que habían muerto resucitaron. Después que él resucitó, salieron de
las tumbas, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a muchos.
El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, el ver el terremoto y lo que
pasaba, dijeron aterrorizados:
S. -«Realmente éste era Hijo de Dios.»
C. Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a
Jesús desde Galilea para atenderlo; entre ellas, María Magdalena y María, la madre de
Santiago y José, y la madre de los Zebedeos.
José puso el
cuerpo de Jesús en el sepulcro nuevo
C. Al anochecer, llegó un
hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Éste
acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran.
José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en el
sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada
del sepulcro y se marchó.
María Magdalena y la otra María se quedaron allí, sentadas enfrente del sepulcro.
Ahí tenéis la
guardia: id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis
C. A la mañana siguiente, pasado el día de la
Preparación, acudieron en grupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato y le
dijeron:
S. -«Señor, nos hemos acordado que aquel impostor, estando en vida, anunció: "A
los tres días resucitaré." Por eso, da orden de que vigilen el sepulcro hasta el
tercer día, no sea que vayan sus discípulos, roben el cuerpo y digan al pueblo: "Ha
resucitado de entre los muertos." La última impostura sería peor que la primera.»
C. Pilato contestó:
S. -«Ahí tenéis la guardia: id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis. »
C. Ellos fueron, sellaron la piedra y con la guardia aseguraron la vigilancia del
sepulcro.
Palabra de Dios
Comentario
Con el domingo de Ramos la liturgia de la Iglesia abre
la Semana Santa
Comentario del Padre Raniero Cantalamessa:
Podemos hacer algo
por el Jesús que agoniza hoy»
Comentario del Padre Antonio Diufaín Mora
Hemos de evitar el peligro de
asistir a ella como “espectadores” que contemplan unos hechos desde fuera.
El Espíritu Santo desea que conozcamos lo que Jesús vivió desde su corazón
para que también nosotros abramos nuestro corazón y nos unamos a El. Que nos
dejemos iluminar por la interioridad de Cristo. Los sufrimientos de Cristo
nos salvan por el amor con que los ha vivido, un amor que le ha llevado a
dar la vida libremente por nosotros.
La liturgia no es una representación teatral. Nos introduce
en el misterio de Cristo para transformarnos. Cristo mismo nos comunica su
vida, sus actitudes y sentimientos. No podemos entrar en la Semana Santa ni
vivirla con provecho si no estamos dispuestos a subir con Cristo a la cruz.
Hoy celebramos la entrada de Jesús en Jerusalén,
que manifiesta la venida del Reino en el
Rey Mesías. Pero Jesús no conquista la ciudad
por la violencia sino por la humildad y el amor. Por eso viene montado en
burrito y es recibido por los niños y los humildes de
corazón. Su reino no será impuesto sino
que se inaugura con la Pascua de su Muerte y de su
Resurrección. Quienes lo acepten por amor serán los miembros de su
reino.
Isaías profetizó sobre siervo sufriente.
Mateo interioriza sobre esos sufrimientos: abandono de los apóstoles; el
silencio del Padre, absoluta soledad. La
carga de todos los pecados de la humanidad asumida por Cristo. Sin embargo,
desde la Cruz, reina como Señor de todo. Es claramente un reino no de
este mundo. Es el reino del amor y quienes lo acepten vivirán con El para
siempre.
S. Mateo llama a Cristo repetidas veces “manso y
humilde”, actitud, propia del Siervo. Subraya
además cómo en la pasión se cumplen las Escrituras. Todo estaba predicho.
Nada ocurre por casualidad. El plan del Padre se cumple. Y Cristo vive la
Pasión en perfecta obediencia a la voluntad del Padre, «para mostrar al
género humano el ejemplo de una vida sumisa a su voluntad» (oración
colecta).
Adán desobedeció la voluntad de Dios y nos trajo la
ruina; Cristo obedece «hasta la muerte y muerte de cruz» y nos
salva (segunda lectura). En su obediencia al Padre y en su amor a los
hombres está nuestra salvación. Esta salvación seguirá haciéndose presente
hoy si nosotros abrimos el corazón a Jesús y prolongamos la entrega de
Cristo, su obediencia al Padre y su amor a los hombres.
“La Redención
llevada a cabo por medio de la Cruz, ha vuelto a dar definitivamente al
hombre la dignidad y el sentido de su existencia en el mundo, sentido que
había perdido en gran medida a causa del pecado. Por esta razón la Redención
se ha cumplido en el Misterio Pascual que a través de la Cruz y la Muerte
conduce a la Resurrección” (Juan Pablo II).
S. Pedro «Han sido rescatados de la conducta necia
heredada de sus padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre
preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo, predestinado
antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos a causa
de ustedes». Los pecados de los hombres, consecuencia del pecado
original, están sancionados con la muerte. Al enviar a su propio Hijo en la
condición de esclavo, la de una humanidad caída y destinada a la muerte a
causa del pecado, «a quien no conoció pecado, Dios le hizo pecado por
nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en Él».
Jesús no conoció la reprobación como si Él mismo
hubiese pecado. Pero, en el amor redentor
que le unía siempre al Padre, nos asumió desde el alejamiento con relación a
Dios por nuestro pecado hasta el punto de poder decir en nuestro nombre
en la cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Al
haberle hecho así solidario con nosotros, pecadores, «Dios no perdonó ni
a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros» para que
fuéramos «reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo».
Dios entrega a su Hijo
por nuestros pecados
(604. 605).
Al entregar a su Hijo por nuestros pecados, Dios
manifiesta que su designio sobre nosotros es un designio de amor
benevolente que precede a todo mérito por nuestra parte: «En esto
consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él
nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados».
«La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía
pecadores, murió por nosotros».
Jesús ha recordado al final de la parábola de la oveja
perdida que este amor es sin excepción: «De la misma manera, no es
voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno de estos pequeños».
La Iglesia, siguiendo a los Apóstoles, enseña que Cristo ha muerto por
todos los hombres sin excepción: no hay, ni hubo, ni habrá hombre alguno
por quien no haya padecido Cristo.
El camino cristiano pasa por la Cruz
(2015).
El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay
santidad sin renuncia y sin combate espiritual. El progreso espiritual
implica la ascesis y la mortificación que conducen gradualmente a vivir en
la paz y el gozo de las bienaventuranzas.
Siervas de los Corazones
Traspasados de Jesús y María