Oficio de lectura, V Martes del Tiempo Ordinario
El sacrificio de Abrahán
De las homilías de Orígenes,
presbítero, sobre el libro del Génesis
(Homilía 8, 6.8.9: PG 12, 206-209)
Abrahán tomó la leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac, y
él llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos. El hecho de
que llevara Isaac la leña de su propio sacrificio era figura de Cristo,
que cargó también con la cruz; además, llevar la leña del sacrificio es
función propia del sacerdote. Así, pues, Cristo es, a la vez, víctima y
sacerdote. Esto mismo significan las palabras que vienen a continuación:
Los dos caminaban juntos. En efecto, Abrahán, que era el que había de
sacrificar, llevaba el fuego y el cuchillo, pero Isaac no iba detrás de
él, sino junto a él, lo que demuestra que él cumplía también una función
sacerdotal.
¿Qué es lo que sigue? Isaac –continúa la Escritura– dijo a Abrahán, su
padre: «Padre». Esta es la voz que el hijo pronuncia en el momento de la
prueba. ¡Cuán fuerte tuvo que ser la conmoción que produjo en el padre
esta voz del hijo, a punto de ser inmolado! Y, aunque su fe lo obligaba
a ser inflexible, Abrahán, con todo, le responde con palabras de igual
afecto: «Aquí estoy, hijo mío». El muchacho dijo: «Tenemos fuego y leña,
pero, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?» Abrahán contestó:
«Dios proveerá el cordero para el sacrificio, hijo mío».
Resulta conmovedora la cuidadosa y cauta respuesta de Abrahán. Algo
debía prever en espíritu, ya que dice, no en presente, sino en futuro:
Dios proveerá el cordero; al hijo que le pregunta acerca del presente le
responde con palabras que miran al futuro. Es que el Señor debía
proveerse de cordero en la persona de Cristo.
Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del
Señor le gritó desde el cielo: •¡Abrahán, Abrahán!» Él contestó: «Aquí
me tienes». El ángel le ordenó: «No alargues la mano contra tu hijo ni
le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios». Comparemos estas palabras con
aquellas otras del Apóstol, cuando dice que Dios no perdonó a su propio
Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros. Ved cómo Dios rivaliza con
los hombres en magnanimidad y generosidad. Abrahán ofreció a Dios un
hijo mortal, sin que de hecho llegara a morir; Dios entregó a la muerte
por todos al Hijo inmortal.
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la
maleza. Creo que ya hemos dicho antes que Isaac era figura de Cristo,
mas también parece serlo este carnero. Vale la pena saber en qué se
parecen a Cristo uno y otro: Isaac, que no fue degollado, y el carnero,
que sí fue degollado. Cristo es la Palabra de Dios, pero la Palabra se
hizo carne.
Cristo padeció, pero en la carne; sufrió la muerte, pero quien la sufrió
fue su carne, de la que era figura este carnero, de acuerdo con lo que
decía Juan: Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
La Palabra permaneció en la incorrupción, por lo que Isaac es figura de
Cristo según el espíritu. Por esto, Cristo es, a la vez, víctima y
pontífice según el espíritu. Pues el que ofrece el sacrificio al Padre
en el altar de la cruz es el mismo que se ofrece en su propio cuerpo
como víctima.
Oración
Vela, Señor, con amor continuo sobre tu
familia; protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto su
esperanza. Por nuestro Señor Jesucristo.