Oficio de lectura, Miércoles III del tiempo Ordinario
Si creció el pecado, más desbordante fue la gracia
San Bernardo,
abad, sobre el
libro del Cantar de los cantares
(Sermón 61, 3-5: Opera omnia, edición cisterciense, 2
| 1958 |, 150-151
¿Dónde podrá hallar nuestra debilidad un descanso seguro y tranquilo,
sino en las llagas del Salvador? En ellas habito con seguridad, sabiendo
que él puede salvarme. Grita el mundo, me oprime el cuerpo, el diablo me
pone asechanzas, pero yo no caigo, porque estoy cimentado sobre piedra
firme. Si cometo un gran pecado, me remorderá mi conciencia, pero no
perderé la paz, porque me acordaré de las llagas del Señor. Él, en
efecto, fue traspasado por nuestras rebeliones. ¿Qué hay tan
mortífero que no haya sido destruido por la muerte de Cristo? Por esto,
si me acuerdo que tengo a mano un remedio tan poderoso y eficaz, ya no
me atemoriza ninguna dolencia, por maligna que sea.
Por esto, no tenía razón aquel que dijo:
Mi culpa es demasiado grande
para soportarla. Es que él no podía atribuirse ni llamar suyos los
méritos de Cristo, porque no era miembro del cuerpo cuya cabeza es el
Señor.
Pero yo tomo de las entrañas del Señor lo que me falta, pues sus
entrañas rebosan misericordia. Agujerearon sus manos y pies y
atravesaron su costado con una lanza; y, a través de estas hendiduras,
puedo libar miel silvestre y aceite de rocas de pedernal, es
decir, puedo gustar y ver qué bueno es el Señor.
Sus designios eran designios de paz, y yo lo ignoraba. Porque,
¿quién
conoció la mente del Señor?, ¿quién fue su consejero? Pero el clavo
penetrante se ha convertido para mí en una llave que me ha abierto el
conocimiento de la voluntad del Señor. ¿Por qué no he de mirar a través
de esta hendidura? Tanto el clavo como la llaga proclaman que en verdad
Dios está en Cristo reconciliando al mundo consigo. Un hierro
atravesó su alma, hasta cerca del corazón, de modo que ya no es
incapaz de compadecerse de mis debilidades.
Las heridas que su cuerpo recibió nos dejan ver los secretos de su
corazón; nos dejan ver el gran misterio de piedad, nos dejan ver la
entrañable misericordia de nuestro Dios, por la que nos ha visitado el
sol que nace de lo alto. ¿Qué dificultad hay en admitir que tus
llagas nos dejan ver tus entrañas? No podría hallarse otro medio más
claro que estas tus llagas para comprender que tú, Señor, eres bueno y
clemente, y rico en misericordia. Nadie tiene una misericordia más
grande que el que da su vida por los sentenciados a muerte y a la
condenación.
Luego mi único mérito es la misericordia del Señor. No seré pobre en
méritos, mientras él no lo sea en misericordia. Y, porque la
misericordia del Señor es mucha, muchos son también mis méritos. Y,
aunque tengo conciencia de mis muchos pecados, si creció el pecado,
más desbordante fue la gracia. Y, si la misericordia del Señor
dura siempre, yo también cantaré eternamente las misericordias del
Señor. ¿Cantaré acaso mi propia justicia? Señor, narraré tu
justicia, tuya entera. Sin embargo, ella es también mía, pues tú has
sido constituido mi justicia de parte de Dios.
Oración
Dios todopoderoso y eterno, ayúdanos a
llevar una vida según tu volunta, para que podamos dar en abundancia
frutos de buenas obras en nombre de tu Hijo predilecto. Que vive y reina
contigo.