Oficio de Lectura, XXXIV
Sábado del Tiempo Ordinario
Cantemos aleluya al Dios bueno
que nos libra del mal
De los sermones
de San Agustín,
obispo,
Sermón
256,1.2.3
Cantemos aquí el Aleluya, aun en medio de
nuestras dificultades, para que podamos luego cantarlo allá,
estando ya seguros. ¿Por qué las dificultades actuales?
¿Vamos a negarlas, cuando el mismo texto sagrado nos dice:
El hombre está en la tierra cumpliendo un servicio?
¿Vamos a negarlas, cuando leemos también: Velad y orad,
para no caer en la tentación? ¿Vamos a negarlas, cuando
es tan frecuente la tentación, que el mismo Señor nos manda
pedir: Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros
perdonamos a nuestros deudores? Cada día hemos de pedir
perdón, porque cada día hemos ofendido. ¿Pretenderás que
estamos seguros, si cada día hemos de pedir perdón por los
pecados, ayuda para los peligros?
Primero decimos, en atención a los pecados
pasados: Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros
perdonamos a nuestros deudores; luego añadimos, en
atención a los peligros futuros: No nos dejes caer en la
tentación. ¿Cómo podemos estar ya seguros en el bien,
si todos juntos pedimos: Líbranos del mal? Mas con
todo, hermanos, aun en medio de este mal, cantemos el
Aleluya al Dios bueno que nos libra del mal.
Aun aquí, rodeados de peligros y de
tentaciones, no dejemos por eso de cantar todos el Aleluya.
Fiel es Dios –dice el Apóstol–, y no permitirá
él que la prueba supere vuestras fuerzas. Por esto,
cantemos también aquí el Aleluya. El hombre es todavía
pecador, pero Dios es fiel. No dice: «Y no permitirá que
seáis probados», sino: No permitirá que la prueba supere
vuestras fuerzas. No, para que sea posible resistir, con la
prueba dará también la salida. Has entrado en la
tentación, pero Dios hará que salgas de ella indemne; así, a
la manera de una vasija de barro, serás modelado con la
predicación y cocido en el fuego de la tribulación. Cuando
entres en la tentación, confía que saldrás de ella, porque
fiel es Dios: El Señor guarda tus entradas y
salidas.
Más adelante, cuando este cuerpo sea hecho
inmortal e incorruptible, cesará toda tentación; porque
el cuerpo está muerto. ¿Por qué está muerto? Por el
pecado. Pero el espíritu vive. ¿Por
qué? Por la justificación. Así pues, ¿quedará el
cuerpo definitivamente muerto? No, ciertamente; escucha cómo
continúa el texto: Si el Espíritu del que resucitó a
Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que
resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará
también vuestros cuerpos mortales. Ahora tenemos un
cuerpo meramente natural, después lo tendremos espiritual.
¡Feliz el Aleluya que allí entonaremos!
Será un Aleluya seguro y sin temor, porque allí no habrá
ningún enemigo, no se perderá ningún amigo. Allí, como ahora
aquí, resonarán las alabanzas divinas; pero las de aquí
proceden de los que están aún en dificultades, las de allá
de los que ya están en seguridad; aquí de los que han de
morir, allá de los que han de vivir para siempre; aquí de
los que esperan, allá de los que ya poseen; aquí de los que
están todavía en camino, allá de los que ya han llegado a la
patria.
Por tanto, hermanos míos, cantemos ahora,
no para deleite de nuestro reposo, sino para alivio de
nuestro trabajo. Tal como suelen cantar los caminantes:
canta, pero camina; consuélate en el trabajo cantando, pero
no te entregues a la pereza; canta y camina a la vez. ¿Qué
significa «camina»»? Adelanta, pero en el bien. Porque hay
algunos, como dice el Apóstol, que adelantan de mal en peor.
Tú, si adelantas, caminas; pero adelanta en el bien, en la
fe verdadera, en las buenas costumbres; canta y camina.
Oración
Mueve, Señor, los corazones de tus hijos,
para que, correspondiendo generosamente a tu gracia, reciban
con mayor abundancia la ayuda de tu bondad. Por Nuestro
Señor Jesucristo.