Oficio de Lectura,
XVII Domingo del tiempo ordinario
El pastor debe saber guardar silencio
con discreción y hablar cuando es útil
De la Regla pastoral de san
Gregorio Magno,
papa
Libro 2,4
El pastor debe saber guardar silencio con
discreción y hablar cuando es útil, de tal modo que nunca diga lo
que se debe callar ni deje de decir aquello que hay que
manifestar. Porque, así como el hablar indiscreto lleva al error,
así el silencio imprudente deja en su error a quienes pudieran haber
sido adoctrinados. Porque, con frecuencia, acontece que hay algunos
prelados poco prudentes, que no se atreven a hablar con libertad por
miedo de perder la estima de sus súbditos; con ello, como
lo dice la Verdad, no cuidan a su grey con el interés de un
verdadero pastor, sino a la manera de un mercenario, pues callar y
disimular los defectos es lo mismo que huir cuando se acerca el
lobo.
Por eso, el Señor reprende a estos prelados,
llamándoles, por boca del profeta: Perros mudos, incapaces de
ladrar. Y también dice de ellos en otro lugar: No acudieron
a la brecha ni levantaron cerco en torno a la casa de Israel,
para que resistiera en la batalla, el día del Señor. Acudir
a la brecha significa aquí oponerse a los grandes de este mundo,
hablando con entera libertad para defender a la grey; y resistir en
la batalla el día del Señor es lo mismo que luchar por amor a la
justicia contra los malos que acechan.
¿Y qué otra cosa significa no atreverse el pastor
a predicar la verdad, sino huir, volviendo la espalda, cuando se
presenta el enemigo? Porque si el pastor sale en defensa de la grey
es como si en realidad levantara cerco en torno a la casa de Israel.
Por eso, en otro lugar, se dice al pueblo delincuente: Tus
profetas te ofrecían visiones falsas y engañosas, y no te
denunciaban tus culpas para cambiar tu suerte. Pues hay que
tener presente que en la Escritura se da algunas veces el nombre de
profeta a aquellos que, al recordar al pueblo cuán caducas son las
cosas presentes, le anuncian ya las realidades futuras. Aquellos, en
cambio, a quienes la palabra de Dios acusa de predicar cosas falsas
y engañosas son los que, temiendo denunciar los pecados, halagan a
los culpables con falsas seguridades y, en lugar de manifestarles
sus culpas, enmudecen ante ellos.
Porque la reprensión es la llave con que se abren
semejantes postemas: ella hace que se descubran muchas culpas que
desconocen a veces incluso los mismos que las cometieron. Por eso,
san Pablo dice que el obispo debe ser capaz de predicar una
enseñanza sana y de rebatir a los adversarios. Y, de manera
semejante, afirma Malaquías: Labios sacerdotales han de guardar
el saber, y en su boca se busca la doctrina, porque es mensajero del
Señor de los ejércitos. Y también dice el Señor por boca de
Isaías: Grita a plena voz, sin cesar, alza
la voz como una trompeta.
Quien quiera, pues, que se llega al sacerdocio
recibe el oficio de pregonero, para ir dando voces antes de la
venida del riguroso juez que ya se acerca. Pero, si el sacerdote no
predica, ¿por ventura no será semejante a un pregonero mudo? Por
esta razón, el Espíritu Santo quiso asentarse, ya desde el
principio, en forma de lenguas sobre los pastores; así daba a
entender que de inmediato hacía predicadores de sí mismo a aquellos
sobre los cuales había descendido.