Oficio de Lectura, XXI
miércoles del Tiempo Ordinario
El que tenga sed que
venga a mí y que beba
De las instrucciones
de
San Columbano,
abad
Instrucción 13, Sobre Cristo,
fuente de vida 1-2
Amadísimos hermanos, escuchad nuestras
palabras, pues vais a oír algo realmente necesario; y
mitigad la sed de vuestra alma con el caudal de la fuente
divina, de la que ahora pretendemos hablaros. Pero no la
apaguéis del todo: bebed, pero no intentéis saciaros
completamente. La fuente viva, la fuente de la vida nos
invita ya a ir a él, diciéndonos:
El que tenga sed que venga a mí y que beba.
Tratad de entender qué es lo que vais a
beber. Que os lo diga Jeremías. Mejor dicho, que os lo diga
el que es la misma fuente: Me abandonaron a mí, fuente
de agua viva –oráculo del Señor–. Así, pues, nuestro
Señor Jesucristo en persona es la fuente de la vida. Por
eso, nos invita a ir a él, que es la fuente, para beberlo.
Lo bebe quien lo ama, lo bebe quien trata de saciarse de la
palabra de Dios. El que tiene suficiente amor también tiene
suficiente deseo. Lo bebe quien se inflama en el amor de la
sabiduría.
Observad de donde brota esa fuente.
Precisamente de donde nos viene el pan. Porque uno mismo es
el pan y la fuente: el Hijo único, nuestro Dios y Señor
Jesucristo, de quien siempre hemos de tener hambre. Aunque
lo comamos por el amor, aunque lo vayamos devorando por el
deseo, tenemos que seguir con ganas de él, como hambrientos.
Vayamos a él, como a fuente, y bebamos, tratando de
excedernos siempre en el amor; bebamos llenos de deseo y
gocemos de la suavidad de su dulzura.
Porque el Señor es bueno y suave; y, por
más que lo bebamos y lo comamos, siempre seguiremos teniendo
hambre y sed de él, porque esta nuestra comida y bebida no
puede acabar nunca de comerse y beberse; aunque se coma, no
se termina, aunque se beba, no se agota, porque este nuestro
pan es eterno y esta nuestra fuente es perenne y esta
nuestra fuente es dulce. Por eso, dice el profeta:
Sedientos todos, acudid por agua. Porque esta fuente es
para los que tienen sed, no para los que ya la han apagado.
Y, por eso, llama a los que tienen sed, aquellos mismos que
en otro lugar proclama dichosos, aquellos que nunca se
sacian de beber, sino que, cuanto más beben, más sed tienen.
Con razón, pues, hermanos, hemos de
anhelar, buscar y amar a aquel que es la Palabra de Dios
en el cielo, la fuente de la sabiduría, en quien, como
dice el Apóstol, están encerrados todos los tesoros del
saber y el conocer, tesoros que Dios brinda a los que
tienen sed.
Si tienes sed, bebe de la fuente de la
vida, si tienes hambre, come el pan de la vida. Dichosos los
que tienen hambre de este pan y sed de esta fuente; nunca
dejan de comer y beber y siempre siguen deseando comer y
beber. Tiene que ser muy apetecible lo que nunca se deja de
comer y beber, siempre se apetece y se anhela, siempre gusta
y siempre se desea; por eso, dice el rey profeta: Gustad
y ved qué dulce, qué bueno es
el Señor.
continúa
Oración
Oh Dios,
que unes los corazones de tus fieles en un mismo deseo,
inspira a tu pueblo el amor a tus preceptos y la esperanza
en tus promesas, para que, en medio de las vicisitudes del
mundo, nuestros corazones estén firmes en la verdadera
alegría. Por nuestro Señor Jesucristo.