Oficio de Lectura, XXI
Domingo del Tiempo Ordinario
La esperanza de la tierra nueva
De la Constitución pastoral
Gaudium et spes, #39,
sobre la Iglesia en el mundo actual, del Concilio
Vaticano II
No conocemos ni el tiempo de la nueva tierra y
de la nueva humanidad, ni el modo en que el universo se
transformará. Se termina ciertamente la representación de este
mundo, deformado por el pecado, pero sabemos que Dios prepara
una nueva morada y una nueva tierra, en la que habita la
justicia y cuya bienaventuranza llenará y sobrepasará todos los
deseos de paz que brotan en el corazón del hombre. Entonces,
vencida la muerte, los hijos de Dios resucitarán en Cristo, y lo
que se había sembrado débil y corruptible se vestirá de
incorrupción y, permaneciendo la caridad y sus frutos, toda la
creación, que Dios creó por el hombre, se verá libre de la
esclavitud de la vanidad.
Aunque se nos advierta que de nada le vale al
hombre ganar todo el mundo si se pierde a sí mismo, sin embargo,
la esperanza de la tierra nueva no debe debilitar, al contrario,
debe excitar la solicitud de perfeccionar esta tierra, en la que
crece el cuerpo de la nueva humanidad, que ya presenta las
esbozadas líneas de lo que será el siglo futuro. Por eso, aunque
hay que distinguir cuidadosamente progreso temporal y
crecimiento del reino de Dios, con todo, el primero, por lo que
puede contribuir a una mejor ordenación de la humana sociedad,
interesa mucho al bien del reino de Dios.
Los bienes que proceden de la dignidad humana,
de la comunión fraterna y de la libertad, bienes que son un
producto de nuestra naturaleza y de nuestro trabajo, una vez
que, en el Espíritu del Señor y según su mandato, los hayamos
propagado en la tierra, los volveremos a encontrar limpios de
toda mancha, iluminados y transfigurados, cuando Cristo devuelva
a su Padre «un reino eterno y universal: el reino de la verdad y
la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la
justicia, el amor y la paz». En la tierra este reino está ya
presente de una manera misteriosa, pero se completará con la
llegada del Señor.