Del oficio de lectura,
XVIII miércoles ordinario
El camino de la luz
(sobre la humildad
y la generosidad)
Carta de Bernabé 19, 1-3. 5-7. 8-12
Cap. 19, 1-3. 8-12
He aquí el camino de la luz: el que quiera
llegar al lugar designado, que se esfuerce en conseguirlo con
sus obras. Éste es el conocimiento que se nos ha dado sobre la
forma de caminar por el camino de la luz. Ama a quien te ha
creado, teme a quien te formó, glorifica a quien te redimió de
la muerte; sé sencillo de corazón y rico de espíritu; no sigas a
los que caminan por el camino de la muerte; odia todo lo que
desagrada a Dios y toda hipocresía; no abandones los preceptos
del Señor. No te enorgullezcas; sé, por el contrario, humilde en
todas las cosas; no te glorifiques a ti mismo. No concibas malos
propósitos contra tu prójimo y no permitas que la insolencia
domine tu alma.
Ama a tu prójimo más que a tu vida. No mates
al hijo en el seno de la madre y tampoco lo mates una vez que ha
nacido. No abandones el cuidado de tu hijo o de tu hija, sino
que desde su infancia les enseñarás el temor de Dios. No
envidies los bienes de tu prójimo; no seas avaricioso; no
frecuentes a los orgullosos, sino a los humildes y a los justos
.
Todo lo que te suceda, lo aceptarás como un
bien, sabiendo que nada sucede sin el permiso de Dios. Ni en tus
palabras ni en tus intenciones ha de haber doblez, pues la
doblez de palabra es un lazo de muerte.
Comunica todos tus bienes con tu prójimo y no
digas que algo te es propio: pues, si sois partícipes en los
bienes incorruptibles, ¿cuánto más lo debéis ser en los
corruptibles? No seas precipitado en el hablar, pues la lengua
es una trampa mortal. Por el bien de tu alma, sé casto en el
grado que te sea posible. No tengas las manos abiertas para
recibir y cerradas para dar. Ama como a la niña de tus ojos a
todo el que te comunica la palabra del Señor.
Piensa, día y noche, en el día del juicio y
busca siempre la compañía de los santos, tanto si ejerces el
ministerio de la palabra, portando la exhortación o meditando de
qué manera puedes salvar un alma con tu palabra, como si
trabajas con tus manos para redimir tus pecados.
No seas remiso en dar ni murmures cuando das,
y un día sabrás quién sabe recompensar dignamente. Guarda lo que
recibiste, sin quitar ni añadir nada. El malo ha de serte
siempre odioso. Juzga con justicia. No seas causa de división,
sino procura la paz, reconciliando a los adversarios. Confiesa
tus pecados. No te acerques a la oración con una mala
conciencia. Este es el camino de la luz.