Oficio de lectura,
sábado III
semana
de pascua
Cristo entregó su cuerpo para la
vida de todos
Del comentario de san
Cirilo de
Alejandría, obispo, sobre el evangelio de san Juan.
Libro 4, cap
«Por todos muero, dice el Señor, para vivificarlos
a todos y redimir con mi carne la carne de todos. En mi muerte
morirá la muerte y conmigo resucitará la naturaleza humana de la
postración en que había caído.
«Con esta finalidad me he hecho semejante a
vosotros y he querido nacer de la descendencia de Abrahán para
asemejarme en todo a mis hermanos».
San Pablo, al comprender esto, dijo: Los hijos de
una misma familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra
carne y sangre participó también él; así, muriendo, aniquiló al
tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo.
Si Cristo no se hubiera entregado por nosotros a
la muerte, él solo por la redención de todos, nunca hubiera podido
ser destituido el que tenía el dominio de la muerte, ni hubiera sido
posible destruir la muerte, pues él es el único que está por encima
de todos.
Por ello se aplica a Cristo aquello que se dice en
un lugar del libro de los salmos, donde Cristo aparece ofreciéndose
por nosotros a Dios Padre:
Tú no quieres
sacrificios ni ofrendas, y en cambio me abriste el oído; no pides
sacrificio expiatorio, entonces yo dije: «Aquí estoy».
Cristo fue, pues, crucificado por todos nosotros,
para que habiendo muerto uno por todos, todos tengamos vida en él.
Era, en efecto, imposible que la vida muriera o fuera sometida a la
corrupción natural. Que Cristo ofreciese su carne por la vida del
mundo es algo que deducimos de sus mismas palabras:
Padre santo,
dijo, guárdalos.
Y luego añade: Por
ellos me consagro yo.
Cuando dice
consagro
debe entenderse en el sentido de «me dedico a Dios» y «me ofrezco
como hostia inmaculada en olor de suavidad». Pues según la ley se
consagraba o llamaba sagrado lo que se ofrecía sobre el altar. Así
Cristo entregó su cuerpo por la vida de todos, y a todos nos
devolvió la vida. De qué modo lo realizó, intentaré explicarlo, si
puedo.
Una vez que la Palabra vivificante hubo tomado
carne, restituyó a la carne su propio bien, es decir, le devolvió la
vida y, uniéndose a la carne con una unión inefable, la vivificó,
dándole parte en su propia vida divina.
Por ello podemos decir que el cuerpo de Cristo da
vida a los que participan de él: si los encuentra sujetos a la
muerte, aparta la muerte y aleja toda corrupción, pues posee en sí
mismo el germen que aniquila toda podredumbre.
Oración
Oh Dios, que has renovado por las aguas del
bautismo a los que creen en ti, concede tu ayuda a los que han
renacido en Cristo, para que venzan las insidias del mal y
permanezcan siempre fieles a los dones que de ti han recibido. Por
nuestro Señor Jesucristo.