Oficio de lectura, miércoles III
semana
de pascua
El Bautismo del nuevo nacimiento
De la primera Apología de
san Justino, mártir, en
defensa de los cristianos
Cap. 61
Vamos a exponer de qué manera, renovados por
Cristo, nos hemos consagrado a Dios.
A quienes aceptan y creen que son verdad las cosas
que enseñamos y exponemos, y prometen vivir de acuerdo con estas
enseñanzas, les instruimos para que oren a Dios, con ayunos, y pidan
perdón de sus pecados pasados, mientras nosotros, por nuestra parte,
oramos y ayunamos también juntamente con ellos.
Luego los conducimos a un lugar donde hay agua,
para que sean regenerados del mismo modo que fuimos regenerados
nosotros. Entonces reciben el baño del bautismo en el nombre de
Dios, Padre y Soberano del universo, y de nuestro Salvador
Jesucristo, y del Espíritu Santo.
Pues Cristo dijo:
El que no nazca de nuevo, no podrá entrar en el Reino de los cielos.
Ahora bien, es evidente para todos que no es posible, una vez
nacidos, volver a entrar en el seno de nuestras madres.
También el profeta Isaías nos dice de qué modo
pueden librarse de sus pecados quienes pecaron y quieren
convertirse: Lavaos,
purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Cesad de
obrar mal, aprended a obrar bien, buscad la justicia, enderezad al
oprimido, defended al huérfano, proteged a la viuda. Entonces venid
y discutamos, dice el Señor. Aunque vuestros pecados sean como
púrpura, blanquearán como nieve; aunque sean rojos como escarlata,
quedarán como lana. Si sabéis obedecer, comeréis lo sabroso de la
tierra; si rehusáis y os rebeláis, la espada os comerá. Lo ha dicho
el Señor.
Los apóstoles nos explican la razón de todo esto.
En nuestro primer nacimiento fuimos engendrados de un modo
inconsciente por nuestra parte, y por una ley natural y necesaria,
por la acción del germen paterno en la unión de nuestros padres, y
sufrimos la influencia de costumbres malas y de una instrucción
desviada. Mas, para que tengamos también un nacimiento, no ya fruto
de la necesidad natural e inconsciente, sino de nuestra libre y
consciente elección, y lleguemos a obtener el perdón de nuestros
pecados pasados, se pronuncia, sobre quienes desean ser regenerados
y se convierten de sus pecados, mientras están en el agua, el nombre
de Dios, Padre y Soberano del universo, único nombre que invoca el
ministro cuando introduce en el agua al que va a ser bautizado.
Nadie, en efecto, es capaz de poner nombre al Dios
inefable, y si alguien se atreve a decir que hay un nombre que
expresa lo que es Dios es que está rematadamente loco.
A este baño lo llamamos
iluminación
para dar a entender que los que son iniciados en esta doctrina
quedan iluminados.
También se invoca sobre el que ha de ser iluminado
el nombre de Jesucristo, que fue crucificado bajo Poncio Pilato, y
el nombre del Espíritu Santo que, por medio de los profetas, anunció
de antemano todo lo que se refiere a Jesús.
Oración
Ven, Señor, en ayuda de tu familia, y
a cuantos hemos recibido el don de la fe concédenos tener parte en
la herencia eterna de tu Hijo resucitado. Que vive y reina contigo.