Oficio de Lectura, 28 de
Septiembre,
San Wenceslao,
Mártir
Cuando un
rey juzga lealmente a los desvalidos, su trono está siempre
firme.
De la Leyenda primera
paleoslava, Edición M.
Weingart, Praga 1934
Al morir su padre Bratislao, los
habitantes de Bohemia eligieron por duque a Wenceslao. Por
la gracia de Dios, era hombre de una fe íntegra. Auxiliaba a
todos los pobres, vestía a los desnudos, alimentaba a los
hambrientos, acogía a los peregrinos, conforme a las
enseñanzas evangélicas. No toleraba que se cometiera
injusticia alguna contra las viudas, amaba a todos los
hombres, pobres y ricos, servía a los ministros de Dios,
embellecía muchas iglesias.
Pero los hombres de Bohemia se
ensoberbecieron y persuadieron a su hermano menor, Boleslao,
diciéndole: «Wenceslao conspira con su madre y con sus
hombres para matarte».
Wenceslao acostumbraba ir a todas las
ciudades para visitar sus iglesias en el día de la
dedicación de cada una de ellas. Entró, pues, en la ciudad
de Boleslavia, un domingo, coincidiendo con la fiesta de los
santos Cosme y Damián. Después de oír misa, quería regresar
a Praga, pero Boleslao lo retuvo pérfidamente, diciéndole:
«¿Por qué has de marcharte, hermano?»
A la mañana siguiente, las campanas
tocaron para el oficio matutino. Wenceslao, al oír las
campanas, dijo: «Loado seas, Señor, que me has concedido
vivir hasta la mañana de hoy».
Se levantó y se dirigió al oficio
matutino. Al momento, Boleslao lo alcanzó en la puerta.
Wenceslao lo miró y le dijo: «Hermano, ayer nos trataste muy
bien».
Pero el diablo, susurrando al oído de
Boleslao, pervirtió su corazón; y, sacando la espada,
Boleslao contestó a su hermano: «Pues ahora quiero hacerlo
aún mejor».
Dicho esto, lo hirió con la espada en la
cabeza. Wenceslao, volviéndose a él, le dijo:
«¿Qué es lo que intentas hacer, hermano?» Y, agarrándolo, lo
hizo caer en tierra. Vino corriendo uno de los consejeros de
Boleslao e hirió a Wenceslao en la mano. Éste, al recibir la
herida, soltó a su hermano e intentó refugiarse en la
iglesia, pero dos malvados lo mataron en la puerta. Otro,
que vino corriendo, atravesó su costado con la espada.
Wenceslao expiró al momento, pronunciando
aquellas palabras: «A tus manos, Señor, encomiendo mi
espíritu».
Oración
Señor, Dios nuestro, que inspiraste a tu
mártir san Wenceslao preferir el reino de los cielos al
reino de este mundo, concédenos, por sus ruegos,
llegar a negarnos a nosotros mismos para seguirte a ti de
todo corazón. Por nuestro Señor Jesucristo.