La cruz
es la gloria y exaltación de Cristo
Oficio de Lectura,
14 de Septiembre, La exaltación de la Cruz
De los sermones de
san Andrés de
Creta, obispo
Por la cruz, cuya fiesta celebramos,
fueron expulsadas las tinieblas y devuelta la luz.
Celebramos hoy la fiesta de la cruz y, junto con el
Crucificado, nos elevamos hacia lo alto, para, dejando abajo
la tierra y el pecado, gozar de los bienes celestiales; tal
y tan grande es la posesión de la cruz. Quien posee la cruz
posee un tesoro. Y, al decir un tesoro, quiero significar
con esta expresión a aquel que es, de nombre y de hecho, el
más excelente de todos los bienes, en el cual, por el cual y
para el cual culmina nuestra salvación y se nos restituye a
nuestro estado de justicia original.
Porque, sin la cruz, Cristo no hubiera
sido crucificado. Sin la cruz, aquel que es la vida no
hubiera sido clavado en el leño. Si no hubiese sido clavado,
las fuentes de la inmortalidad no hubiesen manado de su
costado la sangre y el agua que purifican el mundo, no
hubiese sido rasgado el documento en que constaba la deuda
contraída por nuestros pecados, no hubiéramos sido
declarados libres, no disfrutaríamos del árbol de la vida,
el paraíso continuaría cerrado. Sin la cruz, no hubiera sido
derrotada la muerte, ni despojado el lugar de los muertos.
Por esto, la cruz es cosa grande y
preciosa. Grande, porque ella es el origen de innumerables
bienes, tanto más numerosos, cuanto que los milagros y
sufrimientos de Cristo juegan un papel decisivo en su obra
de salvación. Preciosa, porque la cruz significa a la vez el
sufrimiento y el trofeo del mismo Dios: el sufrimiento,
porque en ella sufrió una muerte voluntaria; el trofeo,
porque en ella quedó herido de muerte el demonio y, con él,
fue vencida la muerte. En la cruz fueron demolidas las
puertas de la región de los muertos, y la cruz se convirtió
en salvación universal para todo el mundo.
La cruz es llamada también gloria y
exaltación de Cristo. Ella es el cáliz rebosante, de que nos
habla el salmo, y la culminación de todos los tormentos que
padeció Cristo por nosotros. El mismo Cristo nos enseña que
la cruz es su gloria, cuando dice: Ahora es glorificado
el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él, y pronto lo
glorificará. Y también: Padre, glorifícame con la
gloria que yo tenía cerca de ti, antes que el mundo
existiese. Y asimismo dice: «Padre, glorifica tu
nombre». Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado
y volveré a glorificarlo», palabras que se referían a
la gloria que había de conseguir en la cruz.
También nos enseña Cristo que la cruz es
su exaltación, cuando dice: Cuando yo sea elevado sobre
la tierra, atraeré a todos hacia mí. Está claro, pues,
que la cruz es la gloria y exaltación de Cristo.
Oración
Señor, Dios nuestro, que has querido
realizar la salvación de todos los hombres por medio de tu
Hijo, muerto en la cruz, concédenos, te rogamos, a quienes
hemos conocido en la tierra este misterio, alcanzar en el
cielo los premios de la redención. Por nuestro Señor
Jesucristo.