Oficio de Lectura,
13 de
septiembre,
San Juan
Crisóstomo,
Obispo y doctor de la Iglesia
Para mi
la vida es Cristo, y una ganancia el morir
De las homilías de san Juan
Crisóstomo, obispo
Homilías antes de partir en exilio, 1-3
Muchas son las olas que nos ponen en
peligro, y una gran tempestad nos amenaza: sin embargo, no
tememos ser sumergidos porque permanecemos de pie sobre la
roca. Aun cuando el mar se desate, no romperá esta roca;
aunque se levanten las olas, nada podrán contra la barca de
Jesús. Decidme, ¿qué podemos temer? ¿La muerte? Para mí
la vida es Cristo, y una ganancia el morir. ¿El
destierro? Del Señor es la tierra y cuanto la llena.
¿La confiscación de los bienes? Sin nada
vinimos al mundo, y sin nada nos iremos de él. Yo me
río de todo lo que es temible en este mundo y de sus bienes.
No temo la muerte ni envidio las riquezas. No tengo deseos
de vivir, si no es para vuestro bien espiritual. Por eso, os
hablo de lo que sucede ahora exhortando vuestra caridad a la
confianza.
¿No has oído aquella palabra del Señor:
Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy
yo en medio ellos? Y, allí donde un pueblo numeroso
esté reunido por los lazos de la caridad, ¿no estará
presente el Señor? me ha garantizado su protección, no es en
mis fuerzas que me apoyo. Tengo en mis manos su palabra
escrita. Éste es mi báculo, ésta es mi seguridad, éste es mi
puerto tranquilo. Aunque se turbe el mundo entero, yo leo
esta palabra escrita que llevo conmigo, porque ella es mi
muro y mi defensa. ¿Qué es lo que ella me dice?
Yo estoy con otros todos los días, hasta el fin del mundo.
Cristo está
conmigo, ¿qué puedo temer? Que vengan a asaltarme las olas
del mar y la ira de los poderosos; todo eso no pesa más que
una tela de araña. Si no me hubiese retenido el amor que os
tengo, no hubiese esperado a mañana para marcharme. En toda
ocasión yo digo: «Señor, hágase tu voluntad: no lo
que quiere éste o aquél, o lo que tú quieres que haga». Éste
es mi alcázar, ésta es mi roca inamovible, éste es mi báculo
seguro. Si esto es lo que quiere Dios, que así se haga. Si
quiere que me quede aquí, le doy gracias. En cualquier lugar
donde me mande, le doy gracias también.
Además, donde yo esté estaréis también
vosotros, donde estéis vosotros estaré también yo: formamos
todos un solo cuerpo, y el cuerpo no puede separarse de la
cabeza, ni la cabeza del cuerpo. Aunque estemos separados en
cuanto al lugar, permanecemos unidos por la caridad, y ni la
misma muerte será capaz de desunirnos. Porque, aunque muera
mi cuerpo, mi espíritu vivirá y no echará en olvido a su
pueblo.
Vosotros sois mis conciudadanos, mis
padres, mis hermanos, mis hijos, mis miembros, mi cuerpo y
mi luz, una luz más agradable que esta luz material. Porque,
para mí, ninguna luz es mejor que la de vuestra caridad. La
luz material me es útil en la vida presente, pero vuestra
caridad es la que va preparando mi corona para el futuro.
Oración
Oh Dios, fortaleza de los que esperan en
ti, que has hecho brillar en la Iglesia a san Juan
Crisóstomo por su admirable elocuencia y su capacidad de
sacrificio, te pedimos que, instruidos por sus enseñanzas,
nos llene de fuerza el ejemplo de su valerosa paciencia. Por
nuestro Señor Jesucristo.