Oficio de Lectura,
7 de
Octubre,
Nuestra Señora del Rosario
Conviene meditar los
misterios de salvación
De los sermones de
san Bernardo,
abad
Sermón sobre el acueducto:
Opera Omnia
El Santo que va a nacer se llamará
Hijo de Dios. ¡La fuente de la
sabiduría, la Palabra del Padre en las alturas! Esta
Palabra, por tu mediación, Virgen santa, se hará carne, de
manera que el mismo que afirma: Yo estoy en el Padre y
el Padre está en mí podrá afirmar igualmente:
Yo salí de Dios, y aquí estoy.
En el principio –dice el Evangelio– ya
existía la Palabra. Manaba ya la fuente, pero hasta entonces
sólo dentro de sí misma. Y continúa el texto sagrado: Y la
Palabra estaba junto a Dios, es decir, morando en la luz
inaccesible; y el Señor decía desde el principio: Mis
designios son de paz y no de aflicción. Pero tus designios
están escondidos en ti, y nosotros no los conocemos; porque
¿quién había penetrado la mente del Señor?, o ¿quién había
sido su consejero?
Pero llegó el momento en que estos
designios de paz se convirtieron en obra de paz: La Palabra
se hizo carne y ha acampado ya entre nosotros; ha acampado,
ciertamente, por la fe en nuestros corazones, ha acampado
nuestra memoria, ha acampado en nuestro pensamiento y
desciende hasta la misma imaginación. En efecto, ¿qué idea
de Dios hubiera podido antes formarse el hombre que no fuese
un ídolo fabricado por su corazón? Era incomprensible e
inaccesible, invisible y superior a todo pensamiento humano;
pero ahora ha querido ser comprendido, visto, accesible a
nuestra inteligencia.
¿De qué modo?, te preguntarás. Pues
yaciendo en un pesebre, reposando en el regazo virginal,
predicando en la montaña, pasando la noche en oración; o
bien pendiente de la cruz, en la lividez de la muerte, libre
entre los muertos y dominando sobre el poder de la muerte,
como también resucitando al tercer día y mostrando a los
apóstoles la marca de los clavos, como signo de victoria, y
subiendo finalmente, ante la mirada de ellos, hasta lo más
íntimo de los cielos.
¿Hay algo de esto que no sea objeto de una
verdadera, piadosa y santa meditación? Cuando medito en
cualquiera de estas cosas, mi pensamiento va hasta Dios y, a
través de todas ellas, llego hasta mi Dios. A esta
meditación la llamo sabiduría, y para mí la prudencia
consiste en ir saboreando en la memoria la dulzura que la
vara sacerdotal infundió tan abundantemente en estos frutos,
dulzura de la que María disfruta con toda plenitud en el
cielo y la derrama abundantemente sobre nosotros.
Oración
Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros,
que, por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación
de tu Hijo, para que lleguemos, por su pasión y su cruz, y
con la intercesión de la Virgen María, a la gloria de la
resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo.