Oficio de Lectura,
6 de
Octubre,
San Bruno,
Presbítero
Se alegra mi espíritu en el
Señor
De una carta de san Bruno, presbítero, a sus hijos
cartujos
Habiéndome enterado, por la detallada y agradable
relación de nuestro venerable hermano Landovino, del inflexible
rigor con que observáis, de un modo tan sabio y digno de alabanza,
vuestra Regla, y habiendo sabido de vuestro santo amor y vuestro
constante interés por todo lo que se refiere a la integridad y la
honestidad, se alegra mi espíritu en el Señor. En verdad, me alegro
y prorrumpo en alabanzas y acciones de gracias al Señor y, sin
embargo, suspiro amargamente. Me alegro, ciertamente, como es de
justicia, por el incremento de los frutos de estas virtudes, pero me
duelo y me avergüenzo de verme yo postrado, por mi indolencia y
apatía, en la sordidez mis pecados.
Alegraos, pues, hermanos míos muy amados, por
vuestro feliz destino y por la liberalidad de la gracia divina para
con vosotros. Alegraos, porque habéis escapado de los múltiples
peligros y naufragios de este mundo tan agitado. Alegraos, porque
habéis llegado a este puerto escondido, lugar de seguridad y de
calma, al cual son muchos los que desean venir, muchos los que
incluso llegan a intentarlo, pero sin llegar a él. Muchos también,
después de haberlo conseguido, han sido excluidos de él, porque a
ninguno de ellos le había sido concedida esta gracia desde lo alto.
Por lo tanto, hermanos míos, tened por bien cierto
que todo aquel que ha llegado a disfrutar de este bien deseable, si
llega a perderlo, se arrepentirá hasta el fin, si es que tiene un
mínimo de interés y solicitud por la salvación de su alma.
Con respecto a vosotros, mis amadísimos hermanos
legos, yo os digo: Proclama mi alma la grandeza del Señor,
porque veo la magnificencia de su misericordia sobre vosotros, por
lo que me ha contado vuestro prior y padre amantísimo, el cual está
muy satisfecho y contento de vuestro proceder. Alegrémonos también
nosotros porque, sin haberos dedicado al estudio, el Dios poderoso
graba en vuestros corazones no sólo el amor, sino también el
conocimiento de su santa ley. En efecto, vuestra conducta es una
prueba de vuestro amor, como también de vuestra sabiduría. Porque
vuestro interés y cautela en practicar la verdadera obediencia pone
de manifiesto que sabéis captar el fruto dulcísimo y vital de la
sagrada Escritura.
Oración
Señor, Dios nuestro, tú que llamaste a san Bruno
para que te sirviera en la soledad, concédenos, por su intercesión,
que, en medio de las vicisitudes de este mundo, vivamos entregados
siempre a ti. Por nuestro Señor Jesucristo.