Oficio de Lectura,
24 de
Octubre, San
Antonio María Claret, Obispo
Nos
apremia el amor de Cristo
De las obras de san Antonio María Claret,
obispo
L´Egoismo vinto, Roma1869, 60; Autobiografía, cap, 34
Inflamados por el fuego del Espíritu
Santo, los misioneros apostólicos han llegado, llegan y
llegarán hasta los confines del mundo, desde uno y otro
polo, para anunciar la palabra divina; de modo que pueden
decirse con razón a sí mismos las palabras del apóstol san
Pablo: Nos apremia el amor de
Cristo.
El amor de Cristo nos estimula y apremia a
correr y volar con las alas del santo celo. El verdadero
amante ama a Dios y a su prójimo; el verdadero celador es el
mismo amante, pero en grado superior, según los grados de
amor; de modo que, cuanto más amor tiene, por tanto mayor
celo es compelido. Y, si uno no tiene celo, es señal cierta
que tiene apagado en su corazón el fuego del amor, la
caridad. Aquel que tiene celo desea y procura, por todos los
medios posibles, que Dios sea siempre más conocido, amado y
servido en esta vida y en la otra, puesto que este sagrado
amor no tiene ningún límite.
Lo mismo practica con su prójimo, deseando
y procurando que todos estén contentos en este mundo y sean
felices y bienaventurados en el otro; que todos se salven,
que ninguno se pierda eternamente, que nadie ofenda a Dios y
que ninguno, finalmente, se encuentre un solo momento en
pecado. Así como lo vemos en los santos apóstoles y en
cualquiera que esté dotado de espíritu apostólico.
Yo me digo a mí mismo: Un hijo del
Inmaculado Corazón de María es un hombre que arde en caridad
y que abrasa por donde pasa; que desea eficazmente y
procura, por todos los medios, encender a todo el mundo en
el fuego del divino amor. Nada le arredra, se goza en las
privaciones, aborda los trabajos, abraza los sacrificios, se
complace en las calumnias y se alegra en los tormentos. No
piensa sino cómo seguirá e imitará a Jesucristo en trabajar,
sufrir y en procurar siempre y únicamente la mayor gloria de
Dios y la salvación de las almas.
Oración
Oh Dios, que concediste a tu obispo san
Antonio María Claret una caridad y un valor admirables para
anunciar el Evangelio a los pueblos, concédenos, por su
intercesión, que, buscando siempre tu voluntad en todas las
cosas, trabajemos generosamente por ganar nuevos hermanos
para Cristo. Por nuestro Señor Jesucristo.