Pastor y doctor para la
edificación del cuerpo de Cristo
Del su comentario sobre el evangelio
de san Lucas. Lc 22.19
Haced esto en conmemoración mía.
Dos cosas hay destacar en estas palabras. La primera
es el mandato de celebrar este sacramento, mandato expresado en las
palabras: Haced esto. La segunda es que se trata del
memorial de la muerte que sufrió el Señor por nosotros.
Dice, pues: Haced esto. No podríamos
imaginarnos un mandato más provechoso, más dulce, más saludable, más
amable, más parecido a la vida eterna. Esto es lo que vamos a
demostrar punto por punto.
Lo más provechoso en nuestra vida es lo que nos
sirve para el perdón de los pecados y la plenitud de la gracia. Él,
el Padre de los espíritus, nos instruye en lo que es provechoso para
recibir su santificación. Su santificación consiste en su
sacrificio, esto es, en su ofrecimiento sacramental, cuando se
ofrece al Padre por nosotros y se ofrece a nosotros para nuestro
provecho. Por ellos me consagro yo.
Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios
como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de
las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo.
Es también lo más dulce que podemos hacer. ¿Qué
puede haber más dulce que aquello en que Dios nos muestra toda su
dulzura? A tu pueblo lo alimentaste con manjar
de ángeles, proporcionándole gratuitamente, desde el
cielo, pan a punto, de mil sabores, a gusto de todos; este sustento
tuyo demostraba a tus hijos tu dulzura, pues servía al deseo de
quien lo tomaba y se convertía en lo que uno quería.
Es lo más saludable que se nos podía mandar. Este
sacramento es el fruto del árbol de la vida, y el que lo come con la
devoción de una fe sincera no gustará jamás la muerte. Es árbol
de vida para los que la cogen, son dichosos los que la retienen. El
que me come vivirá por mí. Es lo más amable que se nos podía
mandar. Este sacramento, en efecto, es causa de amor y de unión. La
máxima prueba de amor es darse uno mismo como alimento. Los
hombres de mi campamento dijeron: «¡Ojalá nos dejen saciarnos de su
carne!»; que es como si dijera: «Tanto los amo yo a ellos y
ellos a mí, que yo deseo estar en sus entrañas y ellos desean
comerme, para, incorporados a mí, convertirse en miembros de mi
cuerpo. Era imposible un modo de unión más íntimo y verdadero entre
ellos y yo».
Y es lo más parecido a la vida eterna que se nos
podía mandar. La vida eterna viene a ser una continuación de este
sacramento, en cuanto que Dios penetra con su dulzura en los que
gozan de la vida bienaventurada.
Oración
Señor, tú que has hecho insigne al obispo san
Alberto Magno, porque supo conciliar de modo admirable la ciencia
divina con la sabiduría humana, concédenos a nosotros aceptar de tal
forma su magisterio que, por medio del progreso de las ciencias,
lleguemos a conocerte y a amarte mejor. Por nuestro Señor
Jesucristo.