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Oficio de Lectura, 10 de Noviembre,
San León Magno,
Papa y doctor de la Iglesia
El
especial servicio de nuestro ministerio
De los Sermones de san León
Magno, papa
Aunque toda la Iglesia está
organizada en distintos grados
de manera que la integridad del sagrado
cuerpo consta de una diversidad de miembros, sin embargo, como dice el
Apóstol, todos somos uno en Cristo
Jesús; y esta diversidad de funciones
no es en modo alguno causa de división entre los miembros, ya que todos,
por humilde que sea su función, están unidos a la cabeza. En efecto,
nuestra unidad de fe y de bautismo hace de todos nosotros una sociedad
indiscriminada, en la que todos gozan de la misma dignidad, según
aquellas palabras de san Pedro, tan dignas de consideración:
También vosotros, como piedras vivas, entráis en
la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado,
para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo;
y más adelante:
Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio
real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios.
La señal de la cruz hace reyes a todos los
regenerados en Cristo, y la unción del Espíritu Santo los consagra
sacerdotes; y así, además de este especial servicio de nuestro
ministerio, todos los cristianos espirituales y perfectos deben saber
que son partícipes del linaje regio y del oficio sacerdotal. ¿Qué hay
más regio que un espíritu que, sometido a Dios, rige su propio cuerpo?
¿Y qué hay más sacerdotal que ofrecer a Dios una conciencia pura y las
inmaculadas víctimas de nuestra piedad en el altar del corazón?
Aunque esto, por gracia de Dios, es común a todos,
sin embargo, es también digno y laudable que os alegréis del día de
nuestra promoción como de un honor que os atañe también a vosotros; para
que sea celebrado así en todo el cuerpo de la Iglesia el único
sacramento del pontificado, cuya unción consecratoria se derrama
ciertamente con más profusión en la parte superior, pero desciende
también con abundancia a las partes inferiores.
Así pues, amadísimos hermanos, aunque todos tenemos
razón para gozarnos de nuestra común participación en este oficio,
nuestro motivo de alegría será más auténtico y elevado si no detenéis
vuestra atención en nuestra humilde persona, ya que es mucho más
provechoso y adecuado elevar nuestra mente a la contemplación de la
gloria del bienaventurado Pedro y celebrar este día solemne con la
veneración de aquel que fue inundado tan copiosamente por la misma
fuente de todos los carismas, de modo que, habiendo sido el único que
recibió en su persona tanta abundancia de dones, nada pasa a los demás
si no es a través de él. Así, el Verbo hecho carne habitaba ya entre
nosotros, y Cristo se había entregado totalmente a la salvación del
género humano.
Oración
Oh Dios, tú que no permites que el poder del infierno
derrote a tu Iglesia, fundada sobre la firmeza de la roca apostólica,
concédele, por los ruegos del papa san León Magno, permanecer siempre
firme en la verdad, para que goce de una paz duradera. Por nuestro Señor
Jesucristo.
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Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús
y María
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