Oficio de lectura, 14 de
Mayo,
San Matías,
Apóstol
Fue elegido por los apóstoles para ocupar el
puesto de Judas, como testigo de la resurrección del Señor.
Así lo atestiguan los Hechos de los apóstoles (Hch 1,15-26).
Muéstranos, Señor, a
cuál has elegido
De las homilías de
san Juan Crisóstomo,
obispo, sobre el libro de los Hechos de los apóstoles
Uno
de aquellos días, Pedro se puso en pie en medio de los hermanos y
dijo. Pedro, a quien se había encomendado el rebaño de Cristo, es el
primero en hablar, llevado de su fervor y de su primacía dentro del
grupo: Hermanos, tenemos que elegir de entre nosotros. Acepta el
parecer de los reunidos, y al mismo tiempo honra a los que son
elegidos, e impide la envidia que se podía insinuar.
¿No tenía Pedro facultad para elegir a quienes quisiera? La tenía,
sin duda, pero se abstiene de usarla, para no dar la impresión de
que obra por favoritismo. Por otra parte, Pedro aún no había
recibido el Espíritu Santo. Propusieron –dice el texto sagrado– dos
nombres: José, apellidado Barsabá, de sobrenombre Justo, y Matías.
No es Pedro quien propone los candidatos, sino todos los asistentes.
Lo que sí hace Pedro es recordar la profecía, dando a entender que
la elección no es cosa suya. Su oficio es el de intérprete, no el de
quien impone un precepto.
Hace falta, por tanto, que uno de los que nos acompañaron. Fijaos
qué interés tiene en que los candidatos sean testigos oculares,
aunque aún no hubiera venido el Espíritu.
Uno de los que nos acompañaron –precisa– mientras convivió con
nosotros el Señor Jesús. Se refiere a los que han convivido con él,
y no a los que sólo han sido discípulos suyos. Es sabido, en efecto,
que eran muchos los que lo seguían desde el principio. Y, así, vemos
que dice el Evangelio: Era uno de los dos que oyeron a Juan y
siguieron a Jesús.
Y prosigue: Mientras convivió con nosotros el Señor Jesús, desde que
Juan bautizaba. Con razón señala este punto de partida, ya que los
hechos anteriores nadie los conocía por experiencia, sino que los
enseñó el Espíritu Santo.
Luego continúa diciendo: Hasta el día de su ascensión, y: Como
testigo de la resurrección de Jesús. No dice: «Testigo de las demás
cosas», sino: Testigo de la resurrección de Jesús. Pues merecía
mayor fe quien podía decir: «El que comía, bebía y fue crucificado,
este mismo ha resucitado». No era necesario ser testigo del período
anterior ni del siguiente, ni de los milagros, sino sólo de la
resurrección. Pues aquellos otros hechos habían sido públicos y
manifiestos, en cambio, la resurrección se había verificado en
secreto y sólo estos testigos la conocían.
Todos rezan, diciendo: Señor, tú penetras el corazón de todos,
muéstranos. «Tú, no nosotros». Llaman con razón al que penetra todos
los corazones, pues él solo era quien había de hacer la elección. Le
exponen su petición: con toda confianza, dada la necesidad de la
elección. No dicen: «Elige», sino muéstranos a cuál has elegido,
pues saben que todo ha sido prefijado por Dios. Echaron suertes. No
se creían dignos de hacer por sí mismos la elección, y por eso
prefieren atenerse a una señal.
Oración
Oh Dios, que
quisiste agregar a san Matías al colegio de los apóstoles,
concédenos, por sus ruegos, que podamos alegrarnos de tu
predilección al ser contados entre tus elegidos. Por nuestro Señor
Jesucristo.
Esta página
es obra de Las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María
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