Oficio de Lectura,
1ro de Mayo.
San José Obrero
Sobre la actividad humana en todo
el mundo
De la Constitución pastoral Gaudium
et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, del Concilio Vaticano
II
#33-34
El
mensaje cristiano no aparta a los hombres de la edificación
del mundo, ni los lleva a despreocuparse del bien de sus
semejantes, sino que más bien les impone esta colaboración
como un deber. |
Con su trabajo y su ingenio el hombre se ha
esforzado siempre por mejorar su vida; pero hoy, gracias a la ayuda
de la ciencia y de la técnica, ha desarrollado y sigue desarrollando
su dominio sobre casi toda la naturaleza y, gracias sobre todo a las
múltiples relaciones de todo tipo establecidas entre las naciones,
la familia humana se va reconociendo y constituyendo progresivamente
como una única comunidad en todo el mundo. De donde resulta que
muchos bienes que el hombre esperaba alcanzar de las fuerzas
superiores, hoy se los procura con su propio trabajo.
Ante este inmenso esfuerzo, que abarca ya a todo
el género humano, el hombre no deja de plantearse numerosas
preguntas: ¿Cuál es el sentido y el valor de esa actividad? ¿Cómo
deben ser utilizados todos estos bienes? Los esfuerzos individuales
y colectivos ¿qué fin intentan conseguir?
La Iglesia, que guarda el depósito de la palabra
Dios, de la que se deducen los principios en el orden moral y
religioso, aunque no tenga una respuesta preparada para cada
pregunta, intenta unir la luz de la revelación con el saber humano
para iluminar el nuevo camino emprendido por la humanidad.
Para los creyentes es cierto que la actividad
humana individual o colectiva o el ingente esfuerzo realizado por el
hombre a lo largo de los siglos para lograr mejores condiciones de
vida, considerado en sí mismo, responde a la voluntad de Dios.
Pues el hombre, creado a imagen de Dios, recibió
el mandato de que, sometiendo a su dominio la tierra y todo cuanto
ella contiene, gobernase el mundo con justicia y santidad, y de que,
reconociendo a Dios como creador de todas las cosas, dirija su
persona y todas las cosas a Dios, para que, sometidas todas las
cosas al hombre, el nombre de Dios sea admirable en todo el mundo.
Esta verdad tiene su vigencia también en los
trabajos más ordinarios. Porque los hombres y mujeres que, mientras
procuran el sustento para sí y sus familias, disponen su trabajo de
tal forma que resulte beneficioso para la sociedad, con toda razón
pueden pensar que con su trabajo desarrollan la obra del Creador,
sirven al bien de sus hermanos y contribuyen con su trabajo personal
a que se cumplan los designios de Dios en la historia.
Los cristianos, lejos de pensar que las conquistas
logradas por el hombre se oponen al poder de Dios y que la criatura
racional pretende rivalizar con el Creador, están por el contrario
convencidos de que las victorias del hombre son signo de la grandeza
de Dios y consecuencia de su inefable designio.
Cuanto más aumenta el poder del hombre, tanto más
grande es su responsabilidad, tanto individual como colectiva.
De donde se sigue que el mensaje cristiano no
aparta a los hombres de la edificación del mundo, ni los lleva a
despreocuparse del bien de sus semejantes, sino que más bien les
impone esta colaboración como un deber.
Continuación de
este texto>>
Oración
Dios todopoderoso, creador del universo, que has
impuesto la ley del trabajo a todos los hombres, concédenos que,
siguiendo el ejemplo de san José, y bajo su protección, realicemos
las obras que nos encomiendas y consigamos los premios que nos
prometes. Por nuestro Señor Jesucristo.