El discípulo del apóstol Pablo
De un sermón de san Antonio María Zaccaría,
presbítero, a sus hermanos de religión
Nosotros, unos necios por Cristo:
esto lo decía nuestro bienaventurado guía y santísimo
patrono, refiriéndose a sí mismo y a los demás apóstoles, como
también a todos los que profesan las enseñanzas cristianas y
apostólicas. Pero ello, hermanos muy amados, no ha de sernos motivo
de admiración o de temor, ya que un discípulo no es más que su
maestro, ni un esclavo más que su amo. Nuestros enemigos se
hacen mal a sí mismos y nos prestan a nosotros un servicio, ya que
nos ayudan a conseguir la corona de la gloria eterna, mientras que
provocan sobre ellos la ira de Dios, y, por esto, debemos
compadecerlos y amarlos en vez de odiarlos y aborrecerlos. Más aún,
debemos orar por ellos y no dejarnos vencer del mal, sino vencer el
mal con el bien, y amontonar las muestras de bondad sobre sus
cabezas, según nos aconseja nuestro Apóstol, como carbones
encendidos de ardiente caridad; así ellos viendo nuestra
paciencia y mansedumbre, se convertirán y se inflamarán en amor de
Dios.
A nosotros, aunque indignos, Dios nos ha elegido
del mundo, por su misericordia, para que, dedicados a su servicio,
vayamos progresando constantemente en virtud y, por nuestra
constancia, demos fruto abundante de caridad, jubilosos por la
esperanza de poseer la gloria que nos corresponde por ser hijos de
Dios, y glorificándonos incluso en medio de nuestras tribulaciones.
Fijaos en vuestro llamamiento,
hermanos muy amados; si lo consideramos atentamente,
fácilmente nos daremos cuenta de que exige de nosotros que no
rehusemos el participar en los sufrimientos de Cristo, puesto que
nuestro propósito es seguir, aunque sea de lejos, las huellas de los
santos apóstoles y demás soldados del Señor.
Corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos,
fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús.
Los que hemos tomado por guía y padre a un apóstol
tan eximio y hacemos profesión de seguidores suyos debemos
esforzarnos en poner por obra sus enseñanzas y ejemplos; no sería
correcto que, en las filas de semejante capitán, militaran unos
soldados cobardes o desertores, o que un padre tan ilustre tuviera
unos hijos indignos de él.
Oración
Concédenos, Señor, crecer, según el espíritu de
san Pablo, apóstol, en el conocimiento incomparable de tu Hijo
Jesucristo, que impulsó a san Antonio María Zaccaría a proclamar en
tu Iglesia la palabra de salvación. Por nuestro Señor Jesucristo.