Del oficio de lectura,
30 de Julio
El misterio de la encarnación
De los sermones de
San Pedro
Crisólogo, obispo y doctor de la iglesia
El hecho de que una virgen conciba y continúe siendo virgen
en el parto y después del parto es algo totalmente insólito
y milagroso; es algo que la razón no se explica sin una
intervención especial del poder de Dios; es obra del
Creador, no de la naturaleza; se trata de un caso único, que
se sale de lo corriente; es cosa divina, no humana. El
nacimiento de Cristo no fue un efecto necesario de la
naturaleza, sino obra del poder de Dios; fue la prueba
visible del amor divino, la restauración de la humanidad
caída. El mismo que, sin nacer, había hecho al hombre del
barro intacto tomó, al nacer, la naturaleza humana de un
cuerpo también intacto; la mano que se dignó coger barro
para plasmarnos también se dignó tomar carne humana para
salvarnos. Por tanto, el hecho de que el Creador esté en su
criatura, de que Dios esté en la carne, es un honor para la
criatura, sin que ello signifique afrenta alguna para el
Creador.
Hombre, ¿por qué te consideras tan vil, tú que tanto vales a
los ojos de Dios? ¿Por qué te deshonras de tal modo, tú que
has sido tan honrado por Dios? ¿Por qué te preguntas tanto
de dónde has sido hecho, y no te preocupas de para qué has
sido hecho? ¿Por ventura todo este mundo que ves con tus
ojos no ha sido hecho precisamente para que sea tu morada?
Para ti ha sido creada esta luz que aparta las tinieblas que
te rodean; para ti ha sido establecida la ordenada sucesión
de días y noches; para ti el cielo ha sido iluminado con
este variado fulgor del sol, de la luna, de las estrellas;
para ti la tierra ha sido adornada con flores, árboles y
frutos; para ti ha sido creada la admirable multitud de
seres vivos que pueblan el aire, la tierra y el agua, para
que una triste soledad no ensombreciera el gozo del mundo
que empezaba.
Y el Creador encuentra el modo de acrecentar aún más tu
dignidad: pone en ti su imagen, para que de este modo
hubiera en la tierra una imagen visible de su Hacedor
invisible y para que hicieras en el mundo sus veces, a fin
de que un dominio tan vasto no quedara privado de alguien
que representara a su Señor. Más aún, Dios, por su
clemencia, tomó en sí lo que en ti había hecho por sí y
quiso ser visto realmente en el hombre, en el que antes sólo
había podido ser contemplado en imagen; y concedió al hombre
ser en verdad lo que antes había sido solamente en
semejanza.
Nace, pues, Cristo para restaurar con su nacimiento la
naturaleza corrompida; se hace niño y consiente ser
alimentado, recorre las diversas edades para instaurar la
única edad perfecta, permanente, la que él mismo había
hecho; carga sobre sí al hombre para que no vuelva a caer;
lo había hecho terreno, y ahora lo hace celeste; le había
dado un principio de vida humana, ahora le comunica una vida
espiritual y divina. De este modo lo traslada a la esfera de
lo divino, para que desaparezca todo lo que había en él de
pecado, de muerte, de fatiga, de sufrimiento, de meramente
terreno; todo ello por el don y la gracia de nuestro Señor
Jesucristo, que vive y reina con el Padre en la unidad del
Espíritu Santo, y es Dios, ahora y siempre y por los siglos
inmortales. Amén.
Oración
Señor Dios, que hiciste de tu obispo san Pedro Crisólogo un
insigne predicador de la Palabra encarnada, concédenos, por
su intercesión, guardar y meditar en nuestros corazones los
misterios de la salvación y vivirlos en la práctica con
fidelidad. Por nuestro Señor Jesucristo.