Oficio de lectura,
26 de julio,
San Joaquín y
Santa Ana,
Padres de la Virgen María
Por sus frutos los conoceréis
De los sermones
de san Juan Damasceno,
obispo
Sermón 6, sobre la Natividad
de la Virgen María, 2.4.5.6
Ya que estaba determinado que la Virgen Madre de
Dios nacería de Ana, la naturaleza no se atrevió a adelantarse al
germen de la gracia, sino que esperó a dar su fruto hasta que la
gracia hubo dado el suyo. Convenía, en efecto, que naciese como
primogénita aquella de la había de nacer el primogénito de toda la
creación, en el cual todo se mantiene.
¡Oh bienaventurados esposos Joaquín y Ana! Toda la
creación os está obligada, ya que por vosotros ofreció al Creador el
más excelente de todos los dones, a saber, aquella madre casta, la
única digna del Creador.
Alégrate, Ana, la estéril, que no dabas a luz,
cantar de júbilo, la que no tenías dolores. Salta de gozo, Joaquín,
porque de tu hija un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado, y
será llamado: «Ángel del gran de designio» de la salvación
universal, «Dios guerrero». Este niño es Dios.
¡Oh bienaventurados esposos Joaquín y Ana,
totalmente inmaculados! Sois conocidos por el fruto de vuestro
vientre, tal como dice el Señor: Por sus frutos los conoceréis.
Vosotros os esforzasteis en vivir siempre de una manera agradable a
Dios y digna de aquella que tuvo en vosotros su origen. Con vuestra
conducta casta y santa, ofrecisteis al mundo la joya de la
virginidad, aquella que había de permanecer virgen antes del parto
en el parto y después del parto; aquella que, de un modo único y
excepcional, cultivaría siempre la virginidad en su mente, en su
alma y en su cuerpo.
¡Oh castísimos esposos Joaquín y Ana! Vosotros,
guardando la castidad prescrita por la ley natural, conseguisteis,
por la gracia de Dios, un fruto superior a la ley natural, ya que
engendrasteis para el mundo a la que fue madre de Dios sin conocer
varón. Vosotros, comportándoos en vuestras relaciones humanas de un
modo piadoso y santo, engendrasteis una hija superior a los ángeles,
que es ahora la reina de los ángeles. ¡Oh bellísima niña, sumamente
amable! ¡Oh hija de Adán y madre de Dios! ¡Bienaventuradas las
entrañas y el vientre de los que saliste! ¡Bienaventurados los
brazos que te llevaron, los labios que tuvieron el privilegio de
besarte castamente, es decir, únicamente los de tus padres, para que
siempre y en todo guardaras intacta tu virginidad!
Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread,
tocad. Alzad fuerte la voz, alzadla, no temáis.
Oración
Señor, Dios de nuestros padres, tú concediste a
san Joaquín y a santa Ana la gracia de traer a este mundo a la Madre
de tu Hijo; concédenos, por la plegaria de estos santos, la
salvación que has prometido a tu pueblo. Por nuestro Señor
Jesucristo.