Del oficio de lectura
del 13 de Julio,
San Enrique
Proveía a la paz y tranquilidad de la
Iglesia
De la Vida antigua de san Enrique
El bienaventurado siervo de Dios, después de haber
sido consagrado rey, no contento con las preocupaciones del gobierno
temporal, queriendo llegar a la consecución de la corona de la
inmortalidad, se propuso también trabajar en favor del supremo Rey,
a quien servir es reinar. Para ello, se dedicó con suma diligencia
al engrandecimiento del culto divino y comenzó a dotar y embellecer
en gran manera las iglesias. Creó en su territorio el obispado de
Bamberg, dedicado a los príncipes de los apóstoles, Pedro y Pablo, y
al glorioso mártir san Jorge, y lo sometió con una jurisdicción
especial a la santa Iglesia romana; con esta disposición, al mismo
tiempo que reconocía el honor debido por disposición divina a la
primera de las sedes, daba solidez a su fundación, al ponerla bajo
tan excelso patrocinio.
Con el objeto de dar una muestra clara de la
solicitud con que aquel bienaventurado varón proveyó a la paz y a la
tranquilidad de su Iglesia recién fundada, con miras incluso a los
tiempos posteriores, intercalamos aquí el testimonio de una carta
suya:
«Enrique, rey por la gracia de Dios, a todos los
hijos de la Iglesia, tanto presentes como futuros. Las saludables
enseñanzas de la revelación divina nos instruyen y amonestan a que,
dejando de lado los bienes temporales y posponiendo las
satisfacciones terrenas, nos preocupemos por alcanzar las mansiones
celestiales, que han de durar siempre. Porque la gloria presente,
mientras se posee, es caduca y vana, a no ser que nos ayude en algún
modo a pensar en la eternidad celestial. Pero la misericordia de
Dios proveyó en esto una solución al género humano, dándonos la
oportunidad de adquirir una porción de la patria celestial al precio
de las posesiones humanas.
Por lo cual, Nos, teniendo en cuenta esta
designación de Dios y conscientes de que la dignidad regia a que
hemos sido elevados es un don gratuito de la divina misericordia,
juzgamos oportuno no sólo ampliar las iglesias construidas por
nuestros antecesores, sino también edificar otras nuevas, para mayor
gloria de Dios, y honrarlas de buen grado con los dones que nos
sugiere nuestra devoción. Y así, no queriendo prestar oídos sordos a
los preceptos del Señor, sino con el deseo de aceptar con sumisión
los consejos divinos, deseamos guardan en el cielo los tesoros que
la divina generosidad nos ha otorgado, allí donde los ladrones no
horadan ni roban, y donde no los corroen ni la polilla ni la
herrumbre, de este modo, al recordar los bienes que vamos allí
acumulando en el tiempo presente, nuestro corazón vive ya desde
ahora en el cielo por el deseo y el amor.
Queremos, por tanto, que sea conocido de todos los
fieles que hemos erigido en sede episcopal aquel lugar heredado de
nuestros padres que tiene por nombre Bamberg, para que en dicho
lugar se tenga siempre memoria de Nos y de nuestros antecesores, y
se inmole continuamente la víctima saludable en provecho de todos
los fieles que viven en la verdadera fe».
Oración
Oh Dios, que has llevado a san Enrique, movido por
la generosidad de tu gracia, a la contemplación de las cosas eternas
desde las preocupaciones del gobierno temporal, concédenos, por sus
ruegos, caminar hacia ti con sencillez de corazón en medio de las
vicisitudes de este mundo. Por nuestro Señor Jesucristo.