Del oficio de lectura,
11 de Julio, San
Benito de Nursia,
Abad, patrono de Europa
No antepongan nada
absolutamente a Cristo
De la Regla de san Benito, abad
Prólogo, 4-22; cap 72, 1-12
Cuando emprendas alguna obra buena, lo primero que
has de hacer es pedir constantemente a Dios que sea él quien la
lleve a término, y así nunca lo contristaremos con nuestras malas
acciones, a él, que se ha dignado contarnos en el número de sus
hijos, ya que en todo tiempo debemos someternos a él en el uso de
los bienes que pone a nuestra disposición, no sea que algún día,
como un padre que se enfada con sus hijos, nos desherede, o, como un
amo temible, irritado por nuestra maldad, nos entregue al castigo
eterno, como a servidores perversos que han rehusado seguirlo a la
gloria.
Por lo tanto, despertémonos ya de una vez,
obedientes a la llamada que nos hace la Escritura: Ya es hora de
despertarnos del sueño. Y, abiertos nuestros ojos a la luz
divina, escuchemos bien atentos la advertencia que nos hace cada día
la voz de Dios: Si escucháis hoy su voz, no endurezcáis el
corazón; y también: Quien
tenga oídos que oiga lo que dice el Espíritu a las Iglesias.
¿Y qué es lo que dice? Venid, hijos, escuchadme:
os instruiré en el temor del Señor. Caminad mientras tenéis luz,
antes que os sorprendan las tinieblas de la muerte. Y el Señor,
buscando entre la multitud de los hombres a uno que realmente
quisiera ser operario suyo, dirige a todos esta invitación: ¿Hay
alguien que ame la vida y desee días de prosperidad? Y, si tú, al
oír esta invitación, respondes: «Yo», entonces Dios te dice: «Si
amas la vida verdadera y eterna, guarda tu lengua del mal, tus
labios de la falsedad; apártate del mal, obra el bien, busca la paz
y corre tras ella. Si así lo hacéis, mis ojos estarán sobre vosotros
y mis oídos atentos a vuestras plegarias; y, antes de que me
invoquéis, os diré: Aquí estoy».
¿Qué hay para nosotros más dulce, hermanos muy
amados, que esta voz del Señor que nos invita? Ved cómo el Señor,
con su amor paternal, nos muestra el camino de la vida.
Ceñida, pues, nuestra cintura con la fe y la
práctica de las buenas obras, avancemos por sus caminos, tomando por
guía el Evangelio, para que alcancemos a ver a aquel que nos ha
llamado a su reino. Porque, si queremos tener nuestra morada en
las estancias de su reino, hemos de tener presente que para llegar
allí hemos de caminar aprisa por el camino de las buenas obras.
Así como hay un celo malo, lleno de amargura, que
separa de Dios y lleva al infierno, así también hay un celo bueno,
que separa de los vicios y lleva a Dios y a la vida eterna. Éste es
el celo que han de practicar con ferviente amor los monjes, esto es:
estimando a los demás más que a uno mismo; soporten con una
paciencia sin límites sus debilidades, tanto corporales como
espirituales; pongan todo su empeño en obedecerse los unos a los
otros; procuren todos el bien de los demás, antes que el suyo
propio; pongan en práctica un sincero amor fraterno; vivan siempre
en el temor y amor de Dios; amen a su abad con una caridad sincera y
humilde; no antepongan nada absolutamente a Cristo, el cual nos
lleve a todos juntos a la vida eterna.
Oración
Señor, Dios nuestro, que hiciste del abad san
Benito un esclarecido maestro en la escuela del divino servicio,
concédenos, por su intercesión, que, prefiriendo tu amor a todas las
cosas, avancemos por la senda de tus mandamientos con libertad de
corazón. Por nuestro Señor Jesucristo.