Del oficio del 14 de Febrero,
San Cirilo, monje, y san
Metodio, Obispo
Acrecienta tu Iglesia, y reúne a todos sus miembros en la unidad
De la Vida eslava de Constantino Cirilo
(Cap. 18: Denkschriften der kaiserl. Akademie der Wissenschaften 19,
Viena 1870, p. 246)
Cargado de trabajos, Constantino Cirilo cayó enfermo; estuvo muchos días
con fiebre y un día tuvo una visión de Dios y empezó a cantar así:
«Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»; se
regocijan mi corazón y mi espíritu».
Revestido de sus ornamentos, se pasó todo aquel día lleno de contento,
diciendo:
«Desde ahora ya no soy siervo ni del emperador ni de hombre alguno sobre
la tierra, sino sólo de Dios todopoderoso. Primero no existía, luego
existí, y existiré para siempre. Amén».
Al día siguiente se vistió con el santo hábito monástico y, como quien
añade luz a la luz, se impuso el nombre de Cirilo. Permaneció con este
hábito durante cincuenta días.
Llegada la hora de recibir el merecido descanso y emigrar a las moradas
eternas, levantó las manos hacia Dios, diciendo entre sollozos:
«Señor Dios mío, que creaste todas las jerarquías angélicas y las
potestades incorpóreas, desplegaste el cielo y afirmaste la tierra y
trajiste todas las cosas de la inexistencia a la existencia, que
escuchas continuamente a los que hacen tu voluntad, te temen y guardan
tus preceptos: escucha mi oración y guarda a tu fiel rebaño, que
encomendaste a este tu siervo inepto e indigno.
Líbralos de la impiedad y del paganismo de los que blasfeman contra ti,
acrecienta tu Iglesia y reúne a todos sus miembros en la unidad. Haz que
tu pueblo viva concorde en la verdadera fe, e inspírale la palabra de tu
doctrina, pues tuyo es el don que nos diste para que predicáramos el
Evangelio de tu Cristo, exhortándonos a hacer buenas obras que fueran de
tu agrado. Te devuelvo como tuyos a los que me diste; dirígelos con tu
poderosa diestra y guárdalos bajo la sombra de tus alas, para que todos
alaben y glorifiquen el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén».
Y, besando a todos con el ósculo santo, dijo:
«Bendito el Señor, que no nos entregó en presa a sus dientes; hemos
salvado la vida como un pájaro de la trampa del cazador; la trampa se
rompió, y escapamos».
Y con esto se durmió en el Señor. Tenía cuarenta y dos años de edad.
El papa ordenó que todos los griegos residentes en Roma, así como los
romanos, asistieran con cirios al funeral de aquel santo varón, y que lo
hicieran como si del mismo papa se tratase.
Oración
Dios, que iluminaste a los pueblos eslavos mediante los trabajos
apostólicos de los santos hermanos Cirilo y Metodio, concédenos la
gracia de aceptar tu palabra y de llegar a formar un pueblo unido en la
confesión y defensa de la verdadera fe. Por nuestro Señor Jesucristo.