Del oficio de lectura, 1 de Enero,
San Raimundo de Peñafort,
Presbítero
Que el Dios del amor y de la paz purifique
vuestros corazones
De una carta de san Raimundo de Peñafort,
presbítero
1901, pp. 84-85
Si todos los que quieren vivir religiosamente
en Cristo Jesús han de sufrir persecuciones, como afirma aquel
apóstol que es llamado el predicador de la verdad, no engañando,
sino diciendo la verdad, a mí me parece que de esta norma general no
se exceptúa sino aquel que no quiere llevar ya desde ahora una vida
sobria, honrada y religiosa.
Pero vosotros de ninguna forma debéis de ser contados entre el
número de éstos, cuyas casas se encuentran pacificadas, tranquilas y
seguras, sobre los que no actúa la vara del Señor, que se satisfacen
con su vida y que al instante serán arrojados al infierno.
Vuestra pureza y vida religiosa merecen y exigen, ya que sois
aceptos y agradables a Dios, ser purificadas hasta la más absoluta
sinceridad por reiteradas pruebas. Y, si se duplica e incluso
triplica la espada sobre vosotros, esto mismo hay que considerarlo
como pleno gozo y signo de amor.
La espada de doble filo está constituida, por fuera, por las luchas
y, por dentro, por los temores; esta espada se duplica o triplica,
por dentro, cuando el maligno inquieta los corazones con engaños y
seducciones. Pero vosotros conocéis bastante bien estos ataques del
enemigo, pues de lo contrario no hubiera sido posible conseguir la
serenidad de la paz y la tranquilidad interior.
Por fuera, se duplica o triplica la espada cuando, sin motivo, surge
una persecución eclesiástica sobre asuntos espirituales; las heridas
producidas por los amigos son las más graves.
Ésta es la bienaventurada y deseable cruz de Cristo que el valeroso
Andrés recibió con gozo, y que, según las palabras del apóstol
Pablo, llamado instrumento de elección, es lo único en que debemos
gloriarnos.
Contemplad al autor y mantenedor de la fe, a Jesús, quien, siendo
inocente, padeció por obra de los suyos, y contado entre los
malhechores. Y vosotros, bebiendo el excelso cáliz de Jesucristo,
dad gracias al Señor, dador de todos los bienes.
Que el mismo Dios del amor y de la paz pacifique vuestros corazones
y apresure vuestro camino, para que, protegidos por su rostro, os
veáis libres mientras tanto de las asechanzas de los hombres, hasta
que os introduzca y os trasplante en aquella plenitud donde os
sentaréis eternamente en la hermosura de la paz, en los tabernáculos
de la confianza y en el descanso de la abundancia.
Oración
Oh Dios, que diste a san Raimundo de Peñafort entrañable
misericordia para con los cautivos y los pecadores, concédenos por
su intercesión que, rotas las cadenas del pecado, nos sintamos
libres para cumplir tu divina voluntad. Por nuestro Señor
Jesucristo.