Oficio de lectura, 25 de enero,
La conversión del
apóstol san Pablo
Pablo lo sufrió
todo por amor a Cristo
De las homilías de
san Juan Crisóstomo, obispo
Homilía 2 sobre las alabanzas de san Pablo: PG 50, 477-480
Qué es el hombre, cuán grande su nobleza y cuánta
su capacidad de virtud lo podemos colegir sobre todo de la persona
de Pablo. Cada día se levantaba con una mayor elevación y fervor de
espíritu y, frente a los peligros que lo acechaban, era cada vez
mayor su empuje, como lo atestiguan sus propias palabras:
Olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está
por delante; y, al presentir la inminencia de su muerte,
invitaba a los demás a compartir su gozo, diciendo: Estad
alegres y asociaos a mi alegría; y, al pensar en sus peligros y
oprobios, se alegra también dice, escribiendo a los corintios:
Vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos y de las
persecuciones; incluso llama a estas cosas armas de justicia,
significando con ello que le sirven de gran provecho.
Y así, en medio de las asechanzas de sus enemigos,
habla en tono triunfal de las victorias alcanzadas sobre los ataques
de sus perseguidores y, habiendo sufrido en todas partes azotes,
injurias y maldiciones, como quien vuelve victorioso de la batalla,
colmado de trofeos, da gracias a Dios, diciendo: Doy gracias a Dios,
que siempre nos asocia a la victoria de Cristo. Imbuido de estos
sentimientos, se lanzaba a las contradicciones e injurias, que le
acarreaba su predicación, con un ardor superior al que nosotros
empleamos en la consecución de los honores, deseando la muerte más
que nosotros deseamos la vida, la pobreza más que nosotros la
riqueza, y el trabajo mucho que muchos otros apetecen el descanso
que lo sigue. La única cosa que él temía era ofender a Dios; lo
demás le tenía sin cuidado. Por esto mismo, lo único que deseaba era
agradar siempre a Dios.
Y, lo que era para él lo más importante de todo,
gozaba del amor de Cristo; con esto se consideraba el más dichoso de
todos, sin esto le era indiferente asociarse a los poderosos y a los
príncipes; prefería ser, con este amor, el último de todos, incluso
del número de los condenados, que formar parte, sin él, de los más
encumbrados y honorables.
Para él, el tormento más grande y extraordinario
era el verse privado de este amor: para él, su privación significaba
el infierno, el único sufrimiento, el suplicio infinito e
intolerable.
Gozar del amor de Cristo representaba para él la
vida, el mundo, la compañía de los ángeles, los bienes presentes y
futuros, el reino, las promesas, el conjunto de todo bien; sin este
amor, nada catalogaba como triste o alegre. Las cosas de este mundo
no las consideraba, en sí mismas, ni duras ni suaves.
Las realidades presentes las despreciaba como
hierba ya podrida. A los mismos gobernantes y al pueblo enfurecido
contra él les daba el mismo valor que a un insignificante mosquito.
Consideraba como un juego de niños la muerte y la
más variada clase de tormentos y suplicios, con tal de poder sufrir
algo por Cristo.
Oración
Señor, Dios nuestro, tú que has instruido a todos
los pueblos con la predicación del apóstol san Pablo, concede a
cuantos celebramos su conversión caminar hacia ti, siguiendo su
ejemplo, y ser ante el mundo testigos de tu verdad. Por nuestro
Señor Jesucristo.