Oficio, 2 de Enero,
San Basilio
Magno y San Gregorio Nacianceno,
Obispos y doctores de la Iglesia.
Como si una misma alma sustentase dos cuerpos
De los
sermones de san Gregorio Nacianceno, obispo
Sermón 43, en
alabanza de San Basilio Magno, 15. 16-17. 19-21
Nos habíamos encontrado en Atenas, como la
corriente de un mismo río que, desde el manantial patrio, nos había
dispersado por las diversas regiones, arrastrados por el afán de
aprender, y que, de nuevo, como si nos hubiésemos puesto de acuerdo,
volvió a unirnos, sin duda porque así lo dispuso Dios.
En aquellas circunstancias, no me contentaba yo
sólo con venerar y seguir a mi gran amigo Basilio, al advertir en él
la gravedad de sus costumbres y la madurez y seriedad de sus
palabras, sino que trataba de persuadir a los demás, que todavía no
lo conocían, a que le tuviesen esta misma admiración. En seguida
empezó a ser tenido en gran estima por quienes conocían su fama y lo
habían oído.
En consecuencia, ¿qué sucedió? Que fue casi el
único, entre todos los estudiantes que se encontraban en Atenas, que
sobrepasaba el nivel común y el único que había conseguido un honor
mayor que el que parece corresponder a un principiante. Éste fue el
preludio de nuestra amistad; ésta la chispa de nuestra intimidad;
así fue como el mutuo amor prendió en nosotros.
Con el paso del tiempo, nos confesamos mutuamente
nuestras ilusiones y que nuestro más profundo deseo era alcanzar la
filosofía, y, ya para entonces, éramos el uno para el otro todo lo
compañeros y amigos que nos era posible ser, de acuerdo siempre,
aspirando a idénticos bienes y cultivando cada día más ferviente y
más íntimamente nuestro recíproco deseo.
Nos movía un mismo deseo de saber, actitud que
suele ocasionar profundas envidias, y, sin embargo, carecíamos de
envidia; en cambio, teníamos en gran aprecio la emulación.
Contendíamos entre nosotros, no para ver quién era el primero, sino
para averiguar quién cedía al otro la primacía; cada uno de nosotros
consideraba la gloria del otro como propia.
Parecía que teníamos una misma alma que sustentaba
dos cuerpos. Y, si no hay que dar crédito en absoluto a quienes
dicen que todo se encuentra en todas las cosas, a nosotros hay que
hacernos caso si decimos que cada uno se encontraba en el otro y
junto al otro.
Una sola tarea y afán había para ambos, y era la
virtud, así como vivir para las esperanzas futuras de tal modo que,
aun antes de haber partido de esta vida, pudiese decirse que
habíamos emigrado ya de ella. Ése fue el ideal que nos propusimos, y
así tratábamos de dirigir nuestra vida y todas nuestras acciones,
dóciles a la dirección del mandato divino, acuciándonos mutuamente
en el empeño por la virtud; y, a no ser que decir esto vaya a
parecer arrogante en exceso, éramos el uno para el otro la norma y
regla con la que se discierne lo recto de lo torcido.
Y, así como otros tienen sobrenombres, o bien
recibidos de sus padres, o bien suyos propios, o sea, adquiridos con
los esfuerzos y orientación de su misma vida, para nosotros era
maravilloso ser cristianos, y glorioso recibir este nombre.
Oración
Señor Dios, que te dignaste instruir a tu Iglesia
con la vida y doctrina de san Basilio Magno y san Gregorio
Nacianceno, haz que busquemos humildemente tu verdad y la vivamos
fielmente en el amor. Por nuestro Señor Jesucristo.