Oficio de Lectura,
3 de
Diciembre
San Francisco Javier,
Presbítero
¡Ay de mí, si no anuncio
el Evangelio!
De las cartas de san Francisco
Javier, presbítero, a san Ignacio
Carta 4 y 5
Venimos por lugares de cristianos que ahora habrá
ocho años que se hicieron cristianos. En estos lugares no habitan
portugueses, por ser la tierra muy estéril extremo y paupérrima. Los
cristianos de estos lugares, por no haber quien les enseñe en
nuestra fe, no saben más de ella que decir que son cristianos. No
tienen quien les diga misa, ni menos quien los enseñe el Credo,
Pater noster, Ave María, ni los mandamientos.
En estos lugares, cuando llegaba, bautizaba a
todos los muchachos que no eran bautizados; de manera que bauticé
una grande multitud de infantes que no sabían distinguir la mano
derecha de la izquierda. Cuando llegaba en los lugares, no me
dejaban los muchachos ni rezar mi Oficio, ni comer, ni dormir, sino
que los enseñase algunas oraciones. Entonces comencé a conocer por
qué de los tales es el reino de los cielos.
Como tan santa petición no podía sino impíamente
negarla, comenzando por la confesión del Padre, Hijo y Espíritu
Santo, por el Credo, Pater noster, Ave María, así los enseñaba.
Conocí en ellos grandes ingenios; y, si hubiese quien los enseñase
en la santa fe, tengo por muy cierto que serían buenos cristianos.
Muchos cristianos se dejan de hacer, en estas
partes, por no haber personas que en tan pías y santas cosas se
ocupen. Muchas veces me mueven pensamientos de ir a los estudios de
esas partes, dando voces, como hombre que tiene perdido el juicio, y
principalmente a la universidad de París, diciendo en Sorbona a los
que tienen más letras que voluntad, para disponerse a fructificar
con ellas: "¡Cuántas ánimas dejan de ir a la gloria y van al
infierno por la negligencia de ellos!"
Y así como van estudiando en letras, si estudiasen
en la cuenta que Dios, nuestro Señor, les demandará de ellas, y del
talento que les tiene dado, muchos de ellos se moverían, tomando
medios y ejercicios espirituales para conocer y sentir dentro de sus
ánimas la voluntad divina, conformándose más con ella que con sus
propias afecciones, diciendo: "Aquí estoy, Señor, ¿qué debo
hacer? Envíame adonde quieras; y, si conviene, aun a los
indios."
Oración
Señor y Dios nuestro, tú has querido que numerosas
naciones llegaran al conocimiento de tu nombre por la predicación de
san Francisco Javier; infúndenos su celo generoso por la propagación
de la fe, y haz que tu Iglesia encuentre su gozo en evangelizar a
todos los pueblos. Por nuestro Señor Jesucristo.