Oficio de Lectura,
26 de
Diciembre,
San Esteban,
protomártir
Las armas de la caridad
De los sermones de san
Fulgencio de Ruspe,
obispo
Sermón 3, 13. 5-6
Ayer celebramos el nacimiento temporal de nuestro
Rey eterno; hoy celebramos el triunfal martirio de su soldado.
Ayer nuestro Rey, revestido con el manto de
nuestra carne y saliendo del recinto del seno virginal, se dignó
visitar el mundo; hoy el soldado, saliendo del tabernáculo de su
cuerpo, triunfador, ha emigrado al cielo.
Nuestro Rey, siendo la excelsitud misma, se
humilló por nosotros; su venida no ha sido en vano, pues ha aportado
grandes dones a sus soldados, a los que no sólo ha enriquecido
abundantemente, sino que también los ha fortalecido para luchar
invenciblemente. Ha traído el don de la caridad, por la que los
hombres se hacen partícipes de la naturaleza divina
Ha repartido el don que nos ha traído, pero no por
esto él se ha empobrecido, sino que, de una forma admirable, ha
enriquecido la pobreza de sus fieles, mientras él conserva sin
mengua la plenitud de sus propios tesoros.
Así, pues, la misma caridad que Cristo trajo del
cielo a la tierra ha levantado a Esteban de la tierra al cielo. La
caridad, que precedió en el Rey, ha brillado a continuación en el
soldado.
Esteban, para merecer la corona que significa su
nombre, tenía la caridad como arma, y por ella triunfaba en todas
partes. Por la caridad de Dios, no cedió ante los judíos que lo
atacaban; por la caridad hacia el prójimo, rogaba por los que lo
lapidaban. Por la caridad, argüía contra los que estaban
equivocados, para que se corrigieran; por la caridad, oraba por los
que lo lapidaban, para que no fueran castigados.
Confiado en la fuerza de la caridad, venció la
acerba crueldad de Saulo, y mereció tener en el cielo como compañero
a quien conoció en la tierra como perseguidor. La santa e
inquebrantable caridad de Esteban deseaba conquistar orando a
aquellos que no pudo convertir amonestando.
Y ahora Pablo se alegra con Esteban, y con Esteban
goza de la caridad de Cristo, triunfa con Esteban, reina con
Esteban; pues allí donde precedió Esteban, martirizado por las
piedras de Pablo, lo ha seguido éste, ayudado por las oraciones de
Esteban.
¡Oh vida verdadera, hermanos míos, en la que Pablo
no queda confundido de la muerte de Esteban, en la que Esteban se
alegra de la compañía de Pablo, porque ambos participan de la misma
caridad! La caridad en Esteban triunfó de la crueldad de los judíos,
y en Pablo cubrió la multitud de sus pecados, pues en ambos fue la
caridad respectiva la que los hizo dignos de poseer el reino de los
cielos.
La caridad es la fuente y el origen de todos los
bienes, egregia protección, camino que conduce al cielo. Quien
camina en la caridad no puede temer ni errar; ella dirige, protege,
encamina.
Por todo ello, hermanos, ya que Cristo construyó
una escala de caridad, por la que todo cristiano puede ascender al
cielo, guardad fielmente la pura caridad, ejercitadla mutuamente
unos con otros y, progresando en ella, alcanzad la perfección.
Oración
Concédenos, Señor, la gracia de imitar a tu mártir
san Esteban y de amar a nuestros enemigos, ya que celebramos la
muerte de quien supo orar por sus perseguidores. Por nuestro Señor
Jesucristo.