Alabanzas de la
Madre de Dios
De la homilía de
san Cirilo de
Alejandría, obispo, pronunciada en el Concilio de Éfeso
Tengo ante mis ojos la asamblea de los santos
padres, que, llenos de gozo y fervor, han acudido aquí, respondiendo
con prontitud a la invitación de la santa Madre de Dios, la siempre
Virgen María. Este espectáculo ha trocado en gozo la gran tristeza
que antes me oprimía. Vemos realizadas en esta reunión aquellas
hermosas palabras de David, el salmista:
Ved qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos.
Te saludamos, santa y misteriosa Trinidad, que nos
has convocado a todos nosotros en esta iglesia de santa María, Madre
de Dios.
Te saludamos, María, Madre de Dios, tesoro digno
de ser venerado por todo el orbe, lámpara inextinguible, corona de
la virginidad, trono de la recta doctrina, templo indestructible,
lugar propio de aquel que no puede ser contenido en lugar alguno,
madre y virgen, por quien es llamado bendito, en los santos
evangelios, el que viene en nombre del Señor.
Te saludamos, a ti, que encerraste en tu seno
virginal a aquel que es inmenso e inabarcable; a ti, por quien la
santa Trinidad es adorada y glorificada; por quien la cruz preciosa
es celebrada y adorada en todo el orbe; por quien exulta el cielo;
por quien se alegran los ángeles y arcángeles; por quien son puestos
en fuga los demonios; por quien el diablo tentador cayó del cielo;
por quien la criatura, caída en el pecado, es elevada al cielo; por
quien toda la creación, sujeta a la insensatez de la idolatría,
llega al conocimiento de la verdad; por quien los creyentes obtienen
la gracia del bautismo y el aceite de la alegría; por quien han sido
fundamentadas las Iglesias en todo el orbe de la tierra; por quien
todos los hombres son llamados a la conversión.
Y ¿qué más diré? Por ti, el Hijo unigénito de Dios
ha iluminado a los que vivían en tinieblas y en sombra de muerte;
por ti, los profetas anunciaron las cosas futuras; por ti, los
apóstoles predicaron la salvación a los gentiles; por ti, los
muertos resucitan; por ti, reinan los reyes, por la santísima
Trinidad.
¿Quién habrá que sea capaz de cantar como es
debido las alabanzas de María? Ella es madre y virgen a la vez; ¡qué
cosa tan admirable! Es una maravilla que me llena de estupor. ¿Quién
ha oído jamás decir que le esté prohibido al constructor habitar en
el mismo templo que él ha construido? ¿Quién podrá tachar de
ignominia el hecho de que la sirviente sea adoptada como madre?
Mirad: hoy todo el mundo se alegra; quiera Dios
que todos nosotros reverenciemos y adoremos la unidad, que rindamos
un culto impregnado de santo temor a la Trinidad indivisa, al
celebrar, con nuestras alabanzas, a María siempre Virgen, el templo
santo de Dios, y a su Hijo y esposo inmaculado: porque a él
pertenece la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Oración
Perdona, Señor, los pecados de tus hijos y, ya que
nuestras obras no pueden complacerte, concédenos la salvación por
medio de la Madre de tu Hijo. Que vive reina contigo.