Gusté y vi
Del Diálogo de santa
Catalina de Siena, virgen, sobre la divina Providencia
(Cap. 167,
Acción de gracias a la Santísima Trinidad)
¡Oh
Deidad eterna, oh eterna Trinidad, que por la unión de la naturaleza
divina diste tanto valor a la sangre de tu Hijo unigénito! Tú,
Trinidad eterna, eres como un mar profundo en el que cuanto más
busco, más encuentro, y cuanto más encuentro, más te busco. Tú
sacias al alma de una manera en cierto modo insaciable, pues en tu
insondable profundidad sacias al alma de tal forma que siempre queda
hambrienta y sedienta de ti, Trinidad eterna, con el deseo ansioso
de verte a ti, la luz, en tu misma luz.
Con la luz de la inteligencia gusté y vi en tu luz tu abismo, eterna
Trinidad, y la hermosura de tu criatura, pues, revistiéndome yo
misma de ti, vi que sería imagen tuya, ya que tú, Padre eterno, me
haces partícipe de tu poder y de tu sabiduría, sabiduría que es
propia de tu Hijo unigénito. Y el Espíritu Santo, que procede del
Padre y del Hijo, me ha dado la voluntad que me hace capaz para el
amor.
Tú, Trinidad eterna, eres el Hacedor y yo la hechura, por lo que,
iluminada por ti, conocí, en la recreación que de mí hiciste por
medio de la sangre de tu Hijo unigénito, que estás amoroso de la
belleza de tu hechura.
¡Oh
abismo, oh Trinidad eterna, oh Deidad, oh mar profundo!: ¿podías
darme algo más preciado que tú mismo? Tú eres el fuego que siempre
arde sin consumir; tú eres el que consumes con tu calor los amores
egoístas del alma. Tú eres también el fuego que disipa toda
frialdad; tú iluminas las mentes con tu luz, en la que me has hecho
conocer tu verdad.
En
el espejo de esta luz te conozco a ti, bien sumo, bien sobre todo
bien, bien dichoso, bien incomprensible, bien inestimable, belleza
sobre toda belleza, sabiduría sobre toda sabiduría; pues tú mismo
eres la sabiduría, tú, el pan de los ángeles, que por ardiente amor
te has entregado a los hombres.
Tú, el vestido que cubre mi desnudez; tú nos alimentas a nosotros,
que estábamos hambrientos, con tu dulzura, tú que eres la dulzura
sin amargor, ¡oh Trinidad eterna!
Oración
Señor Dios, que hiciste a
santa Catalina de Siena arder de amor divino en la contemplación de
la pasión de tu Hijo y en su entrega al servicio de la Iglesia,
concédenos, por su intercesión, vivir asociados al misterio de
Cristo para que podamos llenarnos de alegría con la manifestación de
su gloria. Por nuestro Señor
Jesucristo.