TIEMPO DE CUARESMA
Lecturas de la liturgia de las horas
Quinto Martes de Cuaresma
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Hebreos 3, 1-19
Jesús, enviado de la fe que profesamos
SEGUNDA LECTURA
De los Sermones de San León Magno, Papa
(Sermón 8 sobre la pasión del Señor, 6-8: PL 54, 340-342)
La
cruz de Cristo, fuente de todas las bendiciones y origen de todas las
gracias
Que nuestra alma, iluminada por el Espíritu de verdad, reciba con puro y
libre corazón la gloria de la cruz, que irradia por cielo y tierra, y
trate de penetrar interiormente lo que el Señor quiso significar cuando,
hablando de la pasión cercana, dijo: Ha llegado la hora de que sea
glorificado el Hijo del hombre. Y más adelante: Ahora mi alma
está agitada, y ¿qué diré? Padre, líbrame de esta hora. Pero si por
esto he venido, por esta hora. Padre, glorifica a tu Hijo. Y como
se oyera la voz del Padre, que decía desde el cielo: Lo he
glorificado y volveré a glorificarlo, dijo Jesús a los que lo
rodeaban: Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va
a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va hacer echado
fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia
mí.
¡Oh admirable poder de la cruz! ¡Oh inefable gloria de la pasión! En
ella podemos admirar el tribunal del Señor, el juicio del mundo y el
poder del Crucificado.
Atrajiste a todos hacia ti, Señor, porque la devoción de todas las
naciones de la tierra puede celebrar ahora, con sacramentos eficaces y
de significado claro, lo que antes sólo podía celebrarse en el templo de
Jerusalén y únicamente por medio de símbolos y figuras.
Ahora, efectivamente, brilla con mayor esplendor el orden de los
levitas, es mayor la grandeza de los sacerdotes, más santa la unción de
los pontífices, porque tu cruz es ahora fuente de todas las bendiciones
y origen de todas las gracias: por ella, los creyentes encuentran
fuerza en la debilidad, gloria en el oprobio, vida en la misma muerte.
Ahora al cesar la multiplicidad de los sacrificios carnales, la sola
ofrenda de tu cuerpo y sangre lleva a realidad todos los antiguos
sacrificios, porque Tú eres el verdadero Cordero de Dios, que quita
el pecado del mundo; de esta forma, en ti encuentran su plenitud
todas las antiguas figuras, y así como un solo sacrificio suple todas
las antiguas víctimas, así un solo reino congrega a todos los hombres.
Confesemos, pues, amadísimos, lo que el bienaventurado maestro de los
gentiles, el apóstol Pablo, confesó con gloriosa voz, diciendo: Podéis fiaros y aceptar sin reserva lo que os digo: Cristo Jesús vino
al mundo para salvar a los pecadores.
Aquí radica la maravillosa misericordia de dios para con nosotros: en
que Cristo no murió por los justos ni por los santos, sino por los
pecadores y por los impíos; y, como la naturaleza divina no podía sufrir
el suplicio de la muerte, tomó de nosotros, al nacer, lo que pudiera
ofrecer por nosotros.
Efectivamente, en tiempos antiguos, Dios amenazaba ya a nuestra muerte
con el poder de su muerte, profetizando por medio de Óseas: Oh
muerte, yo seré tu muerte; yo seré tu ruina, infierno. En efecto,
si Cristo, al morir, tuvo que acatar la ley del sepulcro, al resucitar,
en cambio, la derogó, hasta el punto que echó por tierra la perpetuidad
de la muerte y la convirtió de eterna en temporal, ya que si por Adán
murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida.