TIEMPO DE CUARESMA,
Lecturas de la liturgia de las horas
Sábado
después de ceniza
PRIMERA
LECTURA
Del libro del Éxodo 3, 1-20
Vocación de Moisés y revelación del nombre del Señor
SEGUNDA
LECTURA
Del
tratado de
San Ireneo, Obispo, contra las herejías
(Libro 4,
13, 4-14; 1: Sch 100, 534-540)
La amistad de Dios
Nuestro Señor Jesucristo, Palabra de Dios, comenzó por atraer hacia Dios a los siervos,
y luego liberó a los que se le habían sometido, como Él mismo dijo a sus
discípulos: Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que
hace su
Señor:
a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo
he dado a conocer.
Pues la amistad de Dios otorga la inmortalidad a quienes la aceptan.
Al principio, y no
porque necesitase del hombre, Dios plasmó a Adán, precisamente para
tener en quien depositar sus beneficios. Pues no sólo antes de Adán,
sino antes también de cualquier creación, la Palabra glorificaba ya a su
Padre, permaneciendo junto a Él, y, a su vez, era glorificada por el
Padre, como la misma Palabra dijo: Padre, glorifícame cerca de Ti,
con la gloria que yo tenía cerca de Ti, antes que el mundo existiese.
Ni nos mandó que lo
siguiésemos porque necesitara de nuestro servicio, sino para salvarnos a
nosotros. Porque seguir al Salvador equivale a participar de la
salvación, y seguir a la luz es lo mismo que quedar iluminado.
Efectivamente, quienes
se hallan en la luz no son lo que iluminan a la luz, sino ésta la que
los ilumina a ellos; ellos, por su parte, no dan nada a la luz, mientras
que, en cambio, reciben su beneficio, pues se ven iluminados por ella.
Así sucede con el
servir a Dios, que a Dios no le da nada, ya que Dios no tiene necesidad
de los servicios humanos; Él, en cambio, otorga la vida, la incorrupción
y la gloria eterna a los que lo siguen y sirven, con lo que beneficia a
los que lo sirven por el hecho de servirlo, y a los que lo siguen por el
de seguirlo, sin percibir beneficio ninguno de parte de ellos: pues Dios
es rico, perfecto y sin indigencia alguna.
Por eso Él requiere de
los hombres que lo sirvan, para beneficiar a los que perseveran en su
servicio, ya que dios es bueno y misericordioso. Pues en la misma medida
en que Dios no carece de nada, el hombre se halla indigente de la
comunión con Dios.
En esto consiste
precisamente la gloria del hombre, en perseverar y permanecer en el
servicio de dios. Y por esta razón decía el
Señor
a sus discípulos: No sois vosotros los que me habéis elegido, soy Yo
quien os he elegido, dando a entender que no lo glorificaban, al
seguirlo, sino que, por seguir al Hijo de Dios, era éste quien los
glorificaba a ellos. Y por esto también dijo:
Éste es mi deseo: que
éstos estén donde Yo estoy y contemplen mi gloria.