Oficio de Lectura,
Jueves después de ceniza
PRIMERA LECTURA
Comienza del libro del Éxodo I, 1-22
Opresión de Israel
SEGUNDA LECTURA
De los sermones de
San León Magno, Papa
Sermón 6 sobre la Cuaresma, 1-2; PL 54,
285-287
Purificación
espiritual por el ayuno y la misericordia
Siempre, hermanos,
la
misericordia del Señor llena la tierra, y la misma creación natural
es, para cada fiel, verdadero adoctrinamiento que lo lleva a la
adoración de Dios, ya que el cielo y la tierra, el mar y cuanto en ellos
hay manifiestan la bondad y omnipotencia de su autor, y la admirable
belleza de todos los elementos que le sirven está pidiendo a la criatura
inteligente una acción de gracias.
Pero cuando se avecinan
estos días, consagrados más especialmente a los misterios de la
redención de la humanidad, estos días que preceden a la fiesta pascual,
se nos exige, con más urgencia, una preparación y una purificación del
espíritu.
Porque es propio de la
festividad pascual que toda la Iglesia goce del perdón de los pecados,
no sólo aquellos que nacen en el sagrado bautismo, sino también aquellos
que, desde hace tiempo, se cuentan ya en el número de los hijos
adoptivos.
Pues si bien los hombres
renacen a la vida nueva principalmente por el bautismo, como a todos nos
es necesario renovarnos cada día de las manchas de nuestra condición
pecadora, y no hay nadie que no tenga que ser cada vez mejor en la
escala de la perfección debemos esforzarnos para que nadie se encuentra
bajo el efecto de los viejos vicios el día de la redención.
Por ello, en estos días, hay
que poner especial solicitud y devoción en cumplir aquellas cosas que
los cristianos deben realizar en todo tiempo; así viviremos, en santos
ayunos, esta Cuaresma de institución apostólica, y precisamente no sólo
por el uso menguado de los alimentos, sino sobre todo ayunando de
nuestros vicios.
Y no hay cosa más útil que
unir los ayunos santos y razonables con la limosna, que, bajo la única
denominación de misericordia, contiene muchas y laudables acciones de
piedad, de modo que, aun en medio de situaciones de fortuna desiguales,
puedan ser iguales las disposiciones de ánimo de todos los fieles.
Porque el amor, que debemos tanto a Dios
como a los hombres, no se ve nunca impedido hasta el punto que no pueda
querer lo que es bueno. Pues, de acuerdo con lo que cantaron los
ángeles: Gloria a Dios en el
cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor,
el se compadece caritativamente de quienes sufren cualquier calamidad es
bienaventurado no sólo en virtud de su benevolencia, sino por el bien de
la paz.
Las realizaciones del amor
pueden ser muy diversas y, así, en razón de esta misma diversidad, todos
los buenos cristianos pueden ejercitarse en ellas, no sólo los ricos y
pudientes, sino incluso los de posición media y aun los pobres; de este
modo, quienes son desiguales por su capacidad de hacer limosna son
semejantes en el amor y afecto con que la hacen.