TIEMPO DE CUARESMA
Lecturas de la liturgia de las horas,
SEGUNDO VIERNES DE CUARESMA
PRIMERA LECTURA
Del libro del Éxodo 19, 1-19; 20, 18-21
Promesa de la alianza y aparición del Señor en el Sinaí
SEGUNDA LECTURA
Del Tratado de San Ireneo, Obispo, sobre las herejías
(Libro 4, 16, 1-5; SCh 100, 564-572)
La alianza del Señor
Moisés dice al pueblo en el Deuteronomio:
El Señor, nuestro Dios,
hizo alianza con nosotros en el Horeb; no hizo esa alianza con nuestros
padres, sino con nosotros.
¿Por qué razón no la hizo con nuestros padres? Porque
la ley no ha
sido instituida para el justo; y los padres eran justos, tenían la
eficacia del decálogo inscrita en sus corazones y en sus almas, amaban a
Dios, que los había creado, y se abstenían de la injusticia con respecto
al prójimo: razón por la cual no había sido necesario amonestarlos con
un texto de corrección, ya que llevaban la justicia de la ley dentro de
ellos.
Pero cuando esta justicia y este amor hacia Dios cayeron en el olvido y
se extinguieron en Egipto, Dios, a causa de su mucha misericordia hacia
los hombres, tuvo que manifestarse a sí mismo mediante la palabra.
Con su poder, sacó de Egipto al pueblo para que el hombre volviese a
seguir a Dios; y afligía con prohibiciones a sus oyentes, para que nadie
despreciara a su Creador.
Y lo alimentó con el maná, para que recibiera un alimento espiritual,
como dice también Moisés en el Deuteronomio: Te alimentó con el
maná, que tus padres no conocieron, para enseñarte que no sólo vive el
hombre de pan, sino de todo cuanto sale de la boca de Dios.
Exigía también el amor hacia Dios e insinuaba la justicia que se debe al
prójimo, para que el hombre no fuera injusto ni indigno para con Dios,
preparando de antemano al hombre, mediante el decálogo, para su amista y
la concordia que debe mantener con su prójimo; cosas todas provechosas
para el hombre, ya que Dios no necesita nada de él.
Efectivamente, todo esto glorificaba al hombre, completando lo que le
faltaba, esto es, la amistad de Dios; pero a Dios no le era de ninguna
utilidad, pues dios no necesitaba del amor del hombre.
En cambio, al hombre le faltaba la gloria de Dios, y era absolutamente
imposible que la alcanzara, a no ser por su empeño en agradarle. Por
eso, dijo también Moisés al pueblo: Elige la vida, y viviréis tú y
tu descendencia, amando al Señor, tu Dios, escuchando su voz, pegándote
a Él, pues Él es tu vida y tus muchos años en la tierra.
A fin de preparar al hombre para semejante vida, el Señor dio, por sí
mismo y para todos los hombres, las palabras del decálogo: por ello,
estas palabras continúan válidas también para nosotros, y l avenida en
carne de nuestro Señor no las abrogó, antes al contrario les dio
plenitud y universalidad.
En cambio, aquellas otras palabras que contenían sólo un significado de
servidumbre, aptas para la erudición y el castigo del pueblo de Israel,
las dio separadamente, por medio de Moisés, y sólo para aquel pueblo,
tal como dice el mismo Moisés: Yo os enseño los mandatos y decretos
que me mandó el Señor.
Aquellos preceptos, pues, que fueron dados como signo de servidumbre a
Israel han sido abrogados por la nueva alianza de libertad; en cambio,
aquellos otros que forman parte del mismo derecho natural y son origen
de libertad para todos los hombres, quiso Dios que encontraran mayor
plenitud y universalidad, concediendo con largueza y sin límites que
todos los hombres pudieran conocerlo como padre adoptivo, pudieran
amarlo y pudieran seguir, sin dificultad, a aquel que es su Palabra.