TIEMPO DE CUARESMA,
Lecturas de la liturgia de las horas
SEGUNDO SÁBADO DE CUARESMA
PRIMERA LECTURA
Del libro del Éxodo 20, 1-17
Promulgación de la ley en el Sinaí
SEGUNDA LECTURA
Del Tratado de San Ambrosio, Obispo, sobre la huida del mundo
(Caps. 6, 36; 7, 44; 8, 45; 9, 52: CSEL 32, 192. 198-199. 204)
Unirse a Dios, único bien verdadero
Donde está el corazón del hombre allí está también su tesoro; pues el
Señor no suele negar la dádiva buena a los que se la han pedido. Y ya
que el Señor es bueno, y mucho más bueno todavía para los que le son
fieles, abracémonos a Él, estemos de su parte con toda nuestra alma, con
todo el corazón, con todo el empuje de que seamos capaces, para que
permanezcamos en su luz, contemplemos su gloria y disfrutemos de la
gracia del deleite sobrenatural. Elevemos, por lo tanto, nuestros
espíritus hasta el Sumo bien, estemos en Él y vivamos en Él, unámonos a
Él, ya que su ser supera toda inteligencia y todo conocimiento, y goza
de paz y tranquilidad perpetuas, una paz que supera también toda
inteligencia y toda percepción.
Éste es el bien que lo penetra todo, que hace que todos vivamos en él y
dependamos de él, mientras que él no tiene nada sobre sí, porque es
divino; pues no hay nadie bueno, sino sólo Dios, y, por lo tanto, todo
lo bueno es divino, y todo lo divino es bueno; por ello se dice:
Abres Tú la mano, y sacias de favores a todo viviente; pues por la
bondad de dios se nos otorgan efectivamente todos los bienes, sin mezcla
alguna de mal. Bienes que la Escritura promete a los fieles, al decir:
Lo sabroso de la tierra comeréis.
Hemos muerto con Cristo y llevamos en nuestro cuerpo la muerte de
Cristo, para que la vida de Cristo se manifieste en nosotros. No
vivimos ya aquella vida nuestra, sino la de Cristo, una vida de
inocencia, de castidad, de simplicidad y de toda clase de virtudes; y ya
que hemos resucitado con Cristo, vivamos en Él, ascendamos en Él, para
que la serpiente no pueda dar en la tierra con nuestro talón para
herirlo.
Huyamos de aquí. Puedes huir en espíritu, aunque sigas retenido en tu
cuerpo; puedes seguir estando aquí, y estar, al mismo tiempo, junto al
Señor, si tu alma se adhiere a Él, si andas tras sus huellas con tus
pensamientos, si sigues sus caminos con la fe y no a base de
apariencias, si te refugias en Él, ya que Él es refugio y fortaleza,
como dice David: A ti, Señor, me acojo; no quede yo derrotado para
siempre.
Conque si Dios es nuestro refugio y se halla en el cielo y sobre los
cielos, es hacia allí hacia donde hay que huir, donde está la paz, donde
nos aguarda el descanso de nuestros afanes y la saciedad de un gran
Sábado, como dijo Moisés: El descanso de la tierra os servirá de
alimento. Pues la saciedad, el placer y el sosiego están en
descansar en Dios y contemplar su felicidad. Huyamos, pues, como los
ciervos, hacia las fuentes de las aguas; que sienta sed nuestra alma
como al sentía David. ¿Cuál es aquella fuente? Óyele decir:
En ti
está la fuente viva. Y que mi alma diga a esta fuente:
¿Cuándo
entraré a ver el rostro de Dios? Pues Dios es esa fuente.