TIEMPO DE CUARESMA
Lecturas de la liturgia de las horas
Segundo
Miércoles de Cuaresma
PRIMERA LECTURA
Del libro del Éxodo 17, 1-16
El agua de la piedra. Lucha contra Amalec
SEGUNDA LECTURA
Del Tratado de San Ireneo, Obispo, contra las herejías
(Libro 4, 14, 2-3; 15, 1: SCh 100, 542. 548)
Israel aprendía, por medio de figuras, a temer a Dios
y a perseverar en su servicio
Dios, a causa de su magnanimidad, creó al hombre al comienzo del tiempo;
eligió a los patriarcas con vista a su salvación; formó de antemano al
pueblo para enseñar a los que lo ignoraban cómo seguir a Dios; preparaba
a los profetas para habituar al hombre sobre la tierra a llevar su
Espíritu y a tener comunión con Dios; Él, que no tenía necesidad de
nada, concedía su comunión a quienes necesitaban de Él. Construía, como
un arquitecto, un edificio de salvación para aquellos a quienes amaba; a
los que no lo veían, les servía Él mismo de guía en Egipto; a los
turbulentos en el desierto, les daba una ley plenamente adaptada; a los
que entraban en una tierra magnífica, les procuraba la herencia
apropiada; por último, para quienes tornaban hacia el Padre, Él inmolaba
el novillo mejor cebado y los obsequiaba con la mejor vestidura. Así,
de múltiples maneras, iba predisponiendo al género humano a la
concordancia con la salvación.
Por esto, dice Juan en el Apocalipsis:
Era su voz como el estruendo
de muchas aguas. Pues son, en verdad, muchas las aguas del Espíritu
de Dios, porque rico y grande es el Padre. Y, pasando a través de todas
ellas, la Palabra concedía liberalmente su asistencia a los que le eran
sumisos, prescribiendo a toda criatura una ley idónea y apropiada.
Así, pues daba al pueblo leyes relativas a la construcción del
tabernáculo, a la edificación del templo, a la designación de los
levitas, a los sacrificios y ofrendas, a las purificaciones y a todo lo
demás del servicio del culto.
Dios no tenía necesidad alguna de todo eso: desde siempre, antes
incluso de que Moisés naciera, está lleno de toda clase de bienes y
contiene, en sí mismo, todo olor de suavidad y todos los aromas de los
perfumes. Pero así educaba a su pueblo siempre propenso a tornar a los
ídolos, disponiéndolo, a través de numerosas prescripciones, a
perseverar en el servicio de Dios; por medio de las cosas secundarias lo
llamaba a las principales, es decir: por las figuras, a la verdad; por
lo temporal, a lo eterno; por lo carnal, a lo espiritual; por lo
terreno, a lo celeste. Es así que fue dicho a Moisés: Te ajustarás
al modelo que te fue mostrado en la montaña.
Durante cuarenta días, en efecto, aprendió a retener las palabras de
Dios, los caracteres celestes, las imágenes espirituales y las figuras
de las realidades por venir. Pablo dice igualmente: Bebían de la
roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo. Y de nuevo,
después de haber recorrido los acontecimientos relatados en la ley,
añade: Todo esto les sucedía como un ejemplo: y fue escrito para
escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las
edades.
Mediante figuras, pues, aprendían a tener a Dios y a perseverar en su
servicio, de manera que la ley era, para ellos, a la vez una disciplina
y una profecía de las cosas por venir.