TIEMPO DE CUARESMA
Lecturas de la liturgia de las horas,
SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA
PRIMERA LECTURA
Del libro del Éxodo 13, 17-14, 9
Camino hasta el Mar Rojo
SEGUNDA LECTURA
De los Sermones de San León Magno, Papa
(Sermón 51, 3-4; 8: PL 54, 310-311, 313)
La ley se dio por medio de Moisés, la gracia
y la verdad vinieron por medio de Jesucristo
El Señor puso de manifiesto su gloria ante los testigos que había
elegido, e hizo resplandecer de tal manera aquel cuerpo suyo, semejante
al de todos los hombres, que su rostro se volvió semejante a la claridad
del sol y sus vestiduras aparecieron blancas como la nieve.
En aquella transfiguración se trataba, sobre todo, de alejar de los
corazones de los discípulos el escándalo de la cruz, y evitar así que la
humillación de la pasión voluntaria conturbara la fe de aquellos a
quines se había revelado la excelencia de la dignidad escondida.
Pero con no menor providencia se estaba fundamentando la esperanza de la
Iglesia santa, ya que el cuerpo de Cristo, en su totalidad, podría
comprender cuál habría de ser su transformación, y sus miembros podrían
contar con la promesa de su participación en aquel honor que brillaba de
antemano en la cabeza. A propósito de lo cual había dicho el mismo
Señor, al hablar de la majestad de su venida: Entonces los justos
brillarán como el sol en el reino de su Padre. Cosa que el mismo
apóstol Pablo corroboró, diciendo: Sostengo que los sufrimientos de
ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá; y de
nuevo: Habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en
Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros
apareceréis, juntamente con Él, en gloria.
Pero, en aquel milagro, hubo también otra lección para confirmación y
completo conocimiento de los apóstoles. Pues aparecieron, en
conversación con el Señor, Moisés y Elías, es decir, la ley y los
profetas, para que se cumpliera con toda verdad, en presencia de
aquellos cinco hombres, lo que está escrito: Toda palabra quede
confirmada por boca de dos o tres testigos.
¿Y pudo haber una palabra más firmemente establecida que ésta, en cuyo
anuncio resuena la trompeta de ambos Testamentos y concurren las
antiguas enseñanzas con la doctrina evangélica?
Las páginas de los dos Testamentos se apoyaban entre sí, y el esplendor
de la actual gloria ponía de manifiesto, a plena luz, a aquel que los
anteriores signos habían prometido bajo el velo de sus misterios;
porque, como dice San Juan, la ley se dio por medio de Moisés, la
gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo, en quien se
cumplieron, a la vez, la promesa de las figuras proféticas y la razón de
los preceptos legales, ya que, con su presencia atestiguó la verdad de
las profecías y, con su gracia otorgó a los mandamientos la posibilidad
de su cumplimiento.
Que la predicación del Santo Evangelio sirva, por tanto, para la
confirmación de la fe de todos, y que nadie se avergüence de la cruz de
Cristo, gracias a la cual el mundo ha sido redimido. Que nadie tema
sufrir por la justicia, ni desconfíe del cumplimiento de las promesas,
porque por el trabajo se va al descanso, y por la muerte se pasa a la
vida; pues el Señor echó sobre sí toda la debilidad de nuestra
condición, y, si nos mantenemos en su amor, venceremos lo que Él venció
y recibiremos lo que prometió.
En efecto, ya se trate de cumplir los mandamientos o de tolerar las
adversidades, nunca debe dejar de resonar en nuestros oídos la palabra
pronunciada por el Padre: Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto;
escuchadlo.
Esta
página es obra de Las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y
María