TIEMPO DE CUARESMA
Lecturas de la liturgia de las horas
Primer
sábado de cuaresma
PRIMERA LECTURA
Del libro del Éxodo 12, 37-49; 13, 11-16
Salida de los hebreos. Leyes concernientes a la Pascua y a los
primogénitos
SEGUNDA LECTURA
De la Constitución pastoral Gáudium et spes, sobre la Iglesia en
el mundo actual, del Concilio Vaticano II
(Núms. 9-10)
Los interrogantes más profundos del hombre
El mundo moderno aparece a la vez poderoso y débil, capaz de lo mejor y
de lo peor, pues tiene abierto el camino para optar entre la libertad o
la esclavitud, ente el progreso y el retroceso, entre la fraternidad o
el odio. El hombre sabe muy bien que está en su mano el dirigir
correctamente las fuerzas que él ha desencadenado y que pueden
aplastarlo o salvarlo. Por ello se interroga a sí mismo.
En realidad, los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están
conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces
en el corazón humano.
Son muchos los elementos que se combaten en el propio interior del
hombre. A fuera de criatura, el hombre experimenta múltiples
limitaciones; se siente, sin embargo, ilimitado en sus deseos y llamado
a una vida superior.
Atraído por muchas solicitaciones, tiene que elegir y que renunciar. Más
aún, como débil y pecador, no es raro que haga lo que no quiere y deje
de hacer lo que querría llevar a cabo. Por ello siente en sí mismo la
división, que tantas y tan graves discordias provoca en la sociedad.
Son muchísimos los que, tarados en su vida por el materialismo práctico,
no quieren saber nada de la clara percepción de este dramático estado, o
bien, oprimidos por la miseria, no tienen tiempo para ponerse a
considerarlo. Muchos piensan hallar su descanso en una interpretación
de la realidad, propuesta de múltiples maneras.
Otros esperan del solo esfuerzo humano la verdadera y plena liberación
de la humanidad y abrigan el convencimiento de que el futuro reino del
hombre sobre la tierra saciará plenamente todos sus deseos.
Y no faltan, por otra parte, quienes, desesperando de poder dar a la
vida un sentido exacto, alaban la audacia de quienes piensan que la
existencia carece de toda significación propia y se esfuerzan por darle
un sentido puramente subjetivo.
Sin embargo, ante la actual evolución del mundo, son cada día más
numerosos los que se plantean o los que acometen con nueva penetración
las cuestiones más fundamentales: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el
sentido del dolor, del mal, de la muerte, que, a pesar de tantos
progresos hechos, subsisten todavía? ¿Qué valor tienen las victorias
logradas a tan caro precio? ¿Qué puede dar el hombre a la sociedad?
¿Qué puede esperar de ella? ¿Qué hay después de esta vida temporal?
Cree la Iglesia que Cristo, muerto y resucitado por todos, da al hombre
su luz y su fuerza por el Espíritu Santo, a fin de que pueda responder a
su máxima vocación, y que no ha sido dado bajo el cielo a la humanidad
otro nombre en el que haya de encontrar la salvación.
Igualmente cree que la clave, el centro y el fin de toda la historia
humana se hallan en su Señor y Maestro.
Afirma además la Iglesia que bajo la superficie de lo cambiante hay
muchas cosas permanentes, que tienen su último fundamento en Cristo,
quien existe ayer, hoy y para siempre.