TIEMPO DE CUARESMA,
Lecturas de la liturgia de las horas
PRIMER DOMINGO DE CUARESMA
PRIMERA LECTURA
Del libro del Éxodo 5, 1-6, 1
Opresión del pueblo
SEGUNDA LECTURA
De los comentarios de
San Agustín, Obispo, sobre los Salmos
(Salmo 60, 2-3: CCL 39, 766)
En
Cristo fuimos tentados, en Él vencimos al diablo
Dios mío, escucha mi clamor, atiende a mi súplica.
¿Quién es el que habla? Parece que sea uno solo. Pero veamos si es uno
solo: Te invoco desde los confines de la tierra con el corazón
abatido. Por lo tanto, se invoca desde los confines de la tierra,
no es uno solo; y, sin embargo, es uno solo, porque Cristo es uno solo,
y todos nosotros somos sus miembros. ¿Y quién es ese único hombre que
clama desde los confines de la tierra? Los que invocan desde los
confines de la tierra son los llamados a aquella herencia, a propósito
de la cual se dijo al mismo Hijo: Pídemelo: te daré en herencia las
naciones, en posesión, los confines de la tierra. De manera que
quien clama desde los confines de la tierra es el cuerpo de Cristo, la
heredad de Cristo, la única Iglesia de Cristo, esta unidad que formamos
todos nosotros.
Y ¿qué es lo que pide? Lo que he dicho antes:
Dios mío, escucha mi
clamor, atiende a mi súplica; te invoco desde los confines de la
tierra. O sea: «Esto que pido, lo pido desde los confines de la
tierra», es decir, desde todas partes.
Pero, ¿por qué ha invocado así? Porque tenía
el corazón abatido.
Con ello da a entender que el Señor se halla presente en todos los
pueblos y en los hombres del orbe entero no con gran gloria, sino con
graves tentaciones.
Pues nuestra vida en medio de esta peregrinación no puede estar sin
tentaciones, ya que nuestro progreso se realiza precisamente a través de
la tentación, y nadie se conoce a sí mismo si no es tentado, ni puede
ser coronado si no ha vencido, ni vencer si no ha combatido, ni combatir
si carece de enemigo y de tentaciones.
Éste que invoca desde los confines de la tierra está angustiado, pero no
se encuentra abandonado. Porque a nosotros mismos, esto es, su cuerpo,
quiso prefigurarnos también en aquel cuerpo suyo en el que ya murió,
resucitó y ascendió al cielo, a fin de que sus miembros no desesperen de
llegar adonde su cabeza los precedió.
De forma que nos incluyó en sí mismo cuando quiso verse tentado por
Satanás. Nos acaban de leer que Jesucristo, nuestro Señor,
se dejó tentar por el diablo. ¡Nada menos que Cristo tentado por el
diablo! Pero en Cristo estabas siendo tentado tú, porque Cristo tenía
de ti la carne, y de Él procedía para ti la salvación; de ti procedía la
muerte para Él, y de Él para ti la vida; de ti para Él los ultrajes, y
de Él para ti los honores; en definitiva, de ti para Él la tentación, y
de Él para ti la victoria.
Si hemos sido tentados en Él, también en Él vencemos al diablo. ¿Te
fijas en que Cristo fue tentado, y no te fijas en que venció?
Reconócete a ti mismo tentado en Él, y reconócete vencedor en Él. Podía
haber evitado al diablo; pero, si no hubiese sido tentado, no te habría
aleccionado para la victoria cuando tú fueras tentado.
Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y
María