VIERNES SEGUNDO DE ADVIENTO,
liturgia de las horas
PRIMERA LECTURA
Del Libro del Profeta Isaías 27, 1-13
SEGUNDA LECTURA
Del Tratado de
San Ireneo, Obispo, contra las herejías
(Libro 5, 19, 1; 20, 2; 21, 1: SCh 153, 248-250. 260-264)
Eva y María
El Señor vino y se manifestó en una verdadera condición humana que lo
sostenía, siendo a su vez ésta su humanidad sostenida por Él, y,
mediante la obediencia en el árbol de la cruz, llevó a cabo la expiación
de la desobediencia cometida en otro árbol, al mismo tiempo que
liquidaba las consecuencias de aquella seducción con la que había sido
vilmente engañada la virgen Eva, ya destinada a un hombre, gracias a la
verdad que el Ángel evangelizó a la Virgen María, prometida también a un
hombre.
Pues de la misma manera que Eva, seducida por las palabras del diablo,
se apartó de Dios, desobedeciendo su mandato, así María fue evangelizada
por las palabras del Ángel, para llevar a Dios en su seno, gracias a la
obediencia a su palabra. Y si aquélla se dejó seducir para desobedecer a
Dios, ésta se dejó persuadir a obedecerle, con lo que la Virgen María se
convirtió en abogada de la virgen Eva.
Así, al recapitular todas las cosas, Cristo fue constituido cabeza, pues
declaró la guerra a nuestro enemigo, derrotó al que en un principio, por
medio de Adán, nos había hecho prisioneros, y quebrantó su cabeza, como
encontramos dicho por Dios a la serpiente en el Génesis: Establezco
hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te
herirá en la cabeza, cuando tú la hieras en el talón.
Con estas palabras, se proclama de antemano que aquel que había de nacer
de una doncella y ser semejante a Adán habría de quebrantar la cabeza de
la serpiente. Y esta descendencia es aquella misma de la que habla el
Apóstol en su carta a los Gálatas: La ley se añadió hasta que llegara
el descendiente beneficiario de la promesa.
Y lo expresa aún con más claridad en otro lugar de la misma carta,
cuando dice: Pero cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo,
nacido de una mujer. Pues el enemigo no hubiese sido derrotado con
justicia si su vencedor no hubiese sido un hombre nacido de mujer. Ya
que por una mujer el enemigo había dominado desde el principio al
hombre, poniéndose en contra de él.
Por esta razón el mismo Señor se confiesa Hijo del hombre, y recapitula
en sí mismo a aquel hombre primordial del que se hizo aquella forma de
mujer: para que así como nuestra raza descendió a la muerte a causa de
un hombre vencido, ascendamos del mismo modo a la vida gracias a un
hombre vencedor.
Esta
página es obra de Las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y
María.