VIERNES
PRIMERO DE ADVIENTO, Liturgia de las horas
PRIMERA LECTURA
Del Libro del Profeta Isaías 19, 16-25
SEGUNDA LECTURA
Del libro Proslógion de
San Anselmo, Obispo
(Cap. 1; Opera omnia, edición Schmitt, Seckau [Austria] 1938, 1, 97-100)
El deseo de contemplar a Dios
Ea,
hombrecillo, deja un momento tus ocupaciones habituales; entra un
instante en ti mismo, lejos del tumulto de tus pensamientos. Arroja
fuera de ti las preocupaciones agobiantes; aparta de ti tus inquietudes
trabajosas. Dedícate algún rato a Dios y descansa siquiera un momento en
su presencia. Entra en el aposento de tu alma; excluye todo, excepto
Dios y lo que pueda ayudarte para buscarle; y así, cerradas todas las
puertas, ve en pos de Él. Di, pues, alma mía, di a Dios: «Busco tu
rostro; Señor, anhelo ver tu rostro.»
Y ahora, Señor, mi dios, enseña a mi corazón dónde y cómo buscarte,
dónde y cómo encontrarte.
Señor, si no estás aquí, ¿dónde te buscaré, estando ausente? Si estás
por doquier, ¿cómo no descubro tu presencia? Cierto es que habitas en
una claridad inaccesible. Pero ¿dónde se halla esa inaccesible claridad?
, ¿cómo me acercaré a ella? ¿Quién me conducirá hasta ahí para verte en
ella? Y luego, ¿ con qué señales, bajo qué rasgo te buscaré? Nunca jamás
te vi, Señor, Dios mío; no conozco tu rostro.
¿Qué hará, Altísimo Señor, éste tu desterrado tan lejos de ti? ¿Qué hará
tu servidor, ansioso de tu amor, y tan lejos de tu rostro? Anhela verte,
tu rostro está muy lejos de él. Desea acercarse a ti, y tu morada es
inaccesible. Arde en el deseo de encontrarte, e ignora dónde vives. No
suspira más que por ti, y jamás ha visto tu rostro.
Señor, Tú eres mi Dios, mi dueño, y con todo, nunca te vi. Tú me has
creado y renovado, me has concedido todos los bienes que poseo, y aún no
te conozco. Me creaste, en fin, para verte, y todavía nada he hecho de
aquello para lo que fui creado.
Entonces, Señor, ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo te olvidarás de nosotros,
apartando de nosotros tu rostro? ¿Cuándo, por fin, nos mirarás y
escucharás? ¿Cuándo llenarás de luz nuestros ojos y nos mostrarás tu
rostro? ¿Cuándo volverás a nosotros?
Míranos, Señor; escúchanos, ilumínanos, muéstrate a nosotros.
Manifiéstanos de nuevo tu presencia para que todo nos vaya bien; sin eso
todo será malo. Ten piedad de nuestros trabajos y esfuerzos para llegar
a ti, porque sin ti nada podemos.
Enséñame a buscarte y muéstrate a quien te busca; porque no puedo ir en
tu busca a menos que Tú me enseñes, y no puedo encontrarte si Tú no te
manifiestas. Deseando te buscaré, buscando te desearé, amando te hallaré
y hallándote te amaré.
Esta
página es obra de Las Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y
María